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CIENCIA

La incertidumbre, el calentamiento y el enfriamiento

Si algo ha quedado claro en esta última década y media de ciencia climática es que los expertos saben mucho sobre los factores que favorecen el calentamiento de un planeta como la Tierra... pero apenas tienen idea de los factores que favorecen su enfriamiento.

	Si algo ha quedado claro en esta última década y media de ciencia climática es que los expertos saben mucho sobre los factores que favorecen el calentamiento de un planeta como la Tierra... pero apenas tienen idea de los factores que favorecen su enfriamiento.

El propio Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), en su Cuarto Informe (2007), reconocía –aunque muchos hagan como que no– la necesidad de avanzar en el conocimiento real de estos factores para reducir el elevadísimo grado de incertidumbre que aún padece la investigación sobre el clima. Es decir, que aún no contamos con suficientes datos como para determinar taxativamente si la Tierra tiende a calentarse o a enfriarse.

El problema reside en que la temperatura del planeta depende, básicamente, de la diferencia entre el calor que recibe por la radiación solar y el calor que pierde rebotado al espacio a través de la atmósfera. Los científicos llaman forzante radiativo a cualquier cambio en este balance energético. Cuando el calor que se gana es superior al que se pierde, el forzante es positivo; negativo, cuando lo opuesto es lo cierto.

Todas las teorías favorables a la existencia de un calentamiento global antropogénico se basan en los cálculos muy exhaustivos del IPCC sobre los forzantes positivos. Hasta tal punto están bien estudiados estos factores calentadores, que se ha determinado que la emisión a la atmósfera de CO2 generado por la actividad humana supone un forzante medio de 1,66 W/m2. Otros gases de efecto invernadero suponen un forzante de 0,98 W/m2. Increíble precisión ésta, si tenemos en cuenta que, por el lado contrario, el de los forzantes negativos que tienden a enfriar el planeta, el IPCC demuestra la más absoluta ignorancia. No se tiene ninguna certeza sobre el modo en que estos agentes (como los aerosoles atmosféricos) pueden llegar a compensar el calentamiento.

La razón de tal incertidumbre parece clara: en el mundo hay muchos más científicos dedicados a estudiar el calentamiento que a hacer lo propio con el enfriamiento. Y el propio IPCC, aun reconociendo sus limitaciones, incluye en sus informes muchos más datos sobre forzamiento positivo.

Este sesgo es muy adecuado para seguir manteniendo la especie que el IPCC se empeña en difundir de que hay consenso sobre el calentamiento, pero es profundamente anticientífico.

Ahora, un equipo de investigadores del International Climate Research (Oslo) está trabajando para tratar de compensar el error. Es decir, para dotar al IPCC de herramientas que le permitan aminorar el grado de incertidumbre de sus predicciones. Quieren conocer mejor hasta qué punto los aerosoles y el ozono, o los cambios en el albedo (la reflectividad de la superficie terrestre), pueden contribuir a enfriar el globo (algo que se antoja imprescindible antes de certificar a voz en grito que nos vamos a achicharrar). Algunos de estos agentes refrigerantes son conocidos. Por ejemplo, los sulfatos.

El mundo occidental ha reducido considerablemente la emisión de estas partículas derivadas de la actividad industrial y agrícola y entrañan un grave riesgo para la salud. Pero países como China han seguido llenando sus cielos de sulfatos. Estas emisiones tienen un evidente efecto de enfriamiento, con lo que nos enfrentamos a una curiosa paradoja: cuando China limite sus tasas de emisión por causas de fuerza (sanitaria) mayor, estará contribuyendo al calentamiento más aún que no firmando el Protocolo de Kyoto sobre emisiones de CO2. Es decir, que lo que se gana por un lado se estaría perdiendo por otro.

Si sobre sulfatos existe cierta evidencia, sobre otros agentes, como el ozono, o los cambios en el albedo la literatura científica sigue siendo ínfima. No tenemos ni idea sobre si estos factores van a contribuir a calentar el planeta, a enfriarlo... o las dos cosas a la vez.

Con lo que vuelve a demostrarse que hacer previsiones como las del IPCC sigue siendo una suerte de cábala con demasiadas carencias desde el punto de vista científico. Cuando la investigación de Oslo termine, quizás tengamos algún dato nuevo para reducir la incertidumbre. Si el dato es favorable a las tesis oficiales sobre el cambio climático, seguro que sale publicado a bombo y platillos. Si no, aquí estaremos nosotros para contárselo.

 

http://twitter.com/joralcalde

NOTA: Este sábado, a las 16.30 horas, MARIO NOYA entrevistará a JORGE ALCALDE en LD LIBROS.

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