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CRÓNICA NEGRA

La marca del Mataviejas

La detención de una mujer de 48 años como presunta asesina de tres ancianas en Barcelona –habría intentado otros cinco crímenes– ha provocado que se hable en la prensa con normalidad de una "asesina en serie"; así se la denomina, traduciendo del inglés serial killer y aceptándose la figura delictiva y la existencia de la misma.

La detención de una mujer de 48 años como presunta asesina de tres ancianas en Barcelona –habría intentado otros cinco crímenes– ha provocado que se hable en la prensa con normalidad de una "asesina en serie"; así se la denomina, traduciendo del inglés serial killer y aceptándose la figura delictiva y la existencia de la misma.
Franco Meloni: LA MUJER ASESINA (detalle).
Significa esto un gran avance, en un país donde hace menos de un lustro no se supo reconocer al Asesino del Párking en el barrio barcelonés del Putxet y se seguía tachando de iluminados o visionarios a los que advertían del ataque de los criminales de repetición.
 
Las ancianas son objetivo preferente de la delincuencia porque son vulnerables: cada vez hay más que viven solas en las grandes ciudades, y se supone que a lo largo de su existencia han acumulado bienes de los que se las puede despojar fácilmente.
 
Pero eso sólo es una mitad del problema; atendamos a la otra. Las ancianas son una fijación sexual para un tipo muy determinado de delincuente, que disfruta haciéndoles daño y matándolas. Como cualquiera puede entender, para robar a una anciana no hace falta acabar con ella. Sin embargo, cada vez son más los criminales que lo hacen.
 
En julio de 2003 fue detenida en Madrid una mujer gitana a la que se acusaba de robar a veinte ancianas y matar a dos. En enero de 2006, en Méjico, una deportista de lucha libre que vendía palomitas de maíz cuando no estaba en el ring fue acusada de al menos diez asesinatos de mujeres mayores. A finales de los años 80 fue atrapado, en Santander, José Antonio Rodríguez Vega, de 30 años, que resultó autor de 16 asesinatos de ancianas en entre abril de 1987 y abril de 1988.
 
Edvard Munch: EL GRITO (detalle).La técnica de los mataviejitas es siempre la misma: conquistan a las abuelas, que están necesitadas de conversación y compañía, que agradecen cualquier tipo de ayuda y que con frecuencia suelen ser confiadas. La presunta homicida de Madrid es la más grosera de todas en cuanto al método: simplemente la emprendía a golpes, supuestamente para lograr lo más valioso que hubiera en las casas, pero, en la razón profunda, para ensañarse con las pobres ancianas indefensas.
 
Matar es el mayor poder sobre la tierra. El criminal elige quién vive y quién muere. Algunos obtienen gozo sexual cuando matan, como Rodríguez Vega, que desarrolló un método infalible: tapaba la nariz y la boca de las mujeres mientras las manoseaba o desvestía. Es decir, que las gozaba a su manera, mientras les daba muerte por asfixia. De este tipo de actuación hay antecedentes muy ilustradores en la historia criminal británica, de la que es hijo directo Tony King, el asesino de la Costa del Sol.
 
Las autoridades, muy insensibles al estudio y la prevención del crimen, en especial a la lucha contra estos catálogos vivientes de la maldad que son los asesinos en serie, reaccionaron tarde y mal en Santander, haciendo oídos sordos de las denuncias del Diario Montañés, que a través del avezado periodista Maxi de la Peña era el único que prevenía a sus lectores.
 
No se ha avanzado mucho en prevención, pero se ha acuñado el término "asesino en serie". Incluso hay diarios que se refieren a la historia del crimen en España, una historia por conocer e incluso por redactar, como si hubiera realmente un cuerpo científico que diseccionar o del cual aprender, cuando nos tienen en la mayor de las ignorancias. Por eso, aunque hemos tenido, por desgracia, en nuestro país a uno de los más grandes y peores asesinos de ancianas de todos los tiempos, se han dado con posterioridad otros episodios, en Madrid y Barcelona, las grandes urbes, donde cada año aumenta el número de personas mayores que viven y mueren solas. Incluso puede uno plantearse que, ya que se les deja semiabandonadas mientras están vivas, ¿a quién le importa de qué mueren?
 
La presunta mataviejas de Barcelona conquistaba a sus víctimas, penetraba en sus domicilios y las estrangulaba, con el tapete que suelen tener sobre la mesa camilla o con una toalla. Cada criminal tiene su marca. La mataviejitas de Méjico y la supuesta de Madrid la emprendían a golpes, dada su brutalidad y fortaleza. Rodríguez Vega (a quienes sus compañeros de prisión mataron, de más de cien puñaladas, en la cárcel de Topas, en 2002, cuando le faltaban sólo seis años para salir en libertad), era más refinado, y convertía la muerte en un acto sexual.
 
¿Habremos aprendido algo? En Barcelona no, porque los Mossos d’Esquadra han dicho que las ancianas ya pueden volver a su vida normal, olvidándose de las prevenciones extraordinarias, porque se supone que se ha acabado el peligro. O sea, como cuando Rodríguez Vega. Ya están tan seguras como al principio.
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