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PANORÁMICAS

La nínfula psicópata

El gore es un subgénero dentro del género de terror. Vísceras, cuchillos y pistolas por doquier, juegos de gato y ratón en que se acostumbra dar la vuelta a los papeles... he aquí las marcas de identidad de una tradición en la que los adolescentes suelen ser masacrados sin piedad.

El gore es un subgénero dentro del género de terror. Vísceras, cuchillos y pistolas por doquier, juegos de gato y ratón en que se acostumbra dar la vuelta a los papeles... he aquí las marcas de identidad de una tradición en la que los adolescentes suelen ser masacrados sin piedad.
Detalle del cartel de HARD CANDY.
Las películas pijo-intelectuales son otro género no menos identificable: cuidada estética visual, guión pretendidamente ingenioso y mensaje social ambiguo, entre lo ranciamente progre y la superficialidad reaccionaria.
 
Lo que no se había visto hasta ahora es una hibridación entre ambas, el gore-pijo con aroma de intelectualidad. Hard candy (el título hace referencia a esos caramelos duros de roer que hay que chupar, no masticar) es la tarjeta de presentación del director David Slade, con amplia experiencia en videoclips y anuncios publicitarios, que le ha hecho ganar tres premios en el Festival de Cine Fantástico de Sitges: Mejor Película, Mejor Guión y el del público.
 
Thonggrrrrrl14 (Ellen Page) y Lensman319 (Patrick Wilson) traban relación en un chat y quedan para conocerse personalmente en una cafetería. Thonggrrrrrl14 es en el mundo real Hayley, una chica de catorce años, pizpireta, moderna, inteligente, culta, mona y espabilada. Un sueño para Lensman319, en el mundo real Jeff, un atractivo fotógrafo de prestigio de 32 años y, pronto lo descubriremos, pedófilo reconocido, presunto pederasta.
 
Desde el momento en que se conocen, cuando él limpia con el pulgar un rastro de chocolate de los labios de ella, se produce una reacción química que se ponen de acuerdo en continuar en casa de él, entre copas y muebles de diseño. Él le ofrece la bebida, pero ella prefiere prepararla con sus propias manos: "A los adolescentes nos dicen que nunca aceptamos nada que no hayamos visto hacer".
 
A partir de entonces comienza una pesadilla de tortura y sangre, venganza y sadismo, en alargadas secuencias de salvajismo calculado para llevar la empatía del espectador hacia el dolor al límite de lo soportable para plateas de adolescentes sedientos de emociones fuertes y catarsis de sangre.
 
Nada que ver, aunque pudiera parecerlo por el tema, con La huella de Mankiewicz, Insignificance de Nicholas Roeg o La muerte y la doncella de Polanski, en las que el tema de la venganza a través de la tortura no se articulaba como un mero juego destinado a satisfacer instintos sadomasos, sino como un inteligente engranaje para estimular la crítica sobre los límites de la justicia y la posible consecución del bien a través del mal. Más bien supone estirar el chicle de la violencia gratuita que inauguró Tarantino en Reservoir dogs y que Audition de Takashi Miike pareció llevar al límite.
 
Pero, a diferencia de dichas películas, Slade es incapaz, quizás lo haga aposta, de superar los límites de la in-cultura pop, y a su pequeña psicópata la inviste de un aura de respetabilidad justiciera, como si fuera una mezcla entre la Lolita de Nabokov y Harry el Sucio con un iPod en el que suena Coldplay.
 
Hábil en la dosificación de la carnaza, Slade amaga pero no da, al modo de las películas pornográficas en las que la visión explícita del sexo está pudorosamente censurada. La inversión de papeles respecto a Caperucita Roja y el Lobo Feroz es en principio una buena idea, que ha sido desperdiciada por el impulso del primerizo director de jugar a enfant terrible que intenta epatar al espectador medio en una escalada de provocación para ocultar el vacío que hay tras los juegos de castración.
 
El regodeo en el sadismo hace olvidar la inverosimilitud de los personajes (bien interpretados por Patrick Wilson y Ellen Page, cuyo duelo de guapos rostros tiene un componente magnético hasta que comienza el show sanguinolento). La metálica y mineral puesta en escena puede inducirnos a creer que nos enfrentamos a una película sofisticada. La alarma social que produce la pederastia y la frialdad asesina de una adolescente puede llevar a realizar tesis doctorales sobre la decadencia de la sociedad occidental. Pero detrás de todo ello no quedará nada, salvo cierta comezón masculina en las partes bajas.
 
 
Hard candy (EEUU, 2005; 99 minutos). Director: David Slade. Guión: Brian Nelson. Intérpretes: Patrick Wilson, Ellen Page. Calificación: Estomagante (5/10).
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