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DISCURSO DEL EX PRESIDENTE EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DEL GEES

Qué piensan los "neocon" españoles

Si a la altura de 1986 nos hubieran preguntado sobre el futuro de un pequeño grupo de jóvenes españoles interesados por los asuntos de la seguridad y de la defensa que querían dedicarse a este campo de una forma independiente y sin estar en manos de la financiación pública, muchos le hubiéramos augurado un futuro similar al de la Sociedad Taurina de Helsinki. Hoy, sin embargo, tenemos en nuestras manos la prueba palpable de que nos habríamos equivocado.

Si a la altura de 1986 nos hubieran preguntado sobre el futuro de un pequeño grupo de jóvenes españoles interesados por los asuntos de la seguridad y de la defensa que querían dedicarse a este campo de una forma independiente y sin estar en manos de la financiación pública, muchos le hubiéramos augurado un futuro similar al de la Sociedad Taurina de Helsinki. Hoy, sin embargo, tenemos en nuestras manos la prueba palpable de que nos habríamos equivocado.
En efecto, si pensar en España con rigor y seriedad sobre asuntos internacionales de seguridad y de defensa, con una visión alejada de los tópicos al uso, era, a la altura de 1986, una misión casi imposible, hoy podemos sentirnos satisfechos de que el panorama haya cambiado gracias a personas como las que han dado aliento y vida al Grupo de Estudios Estratégicos.
 
A lo largo de estas dos décadas, los análisis, las reflexiones y las propuestas del GEES se han abierto un sitio en el debate intelectual y político; no sólo de España: el GEES goza de un merecido prestigio por el rigor y la seriedad de sus trabajos en los círculos internacionales que se ocupan de la seguridad y de los asuntos de defensa.
 
Que eso lo hayan logrado de forma independiente un puñado de personas como Rafael Bardají, Florentino Portero, Manolo Coma o Ignacio Cosidó, entre otros, da testimonio de su valía intelectual, de su coraje para defender unas determinadas ideas y de su inteligencia para llevar adelante un proyecto tan ambicioso.
 
[...]
 
Sin duda alguna vivimos tiempos de gran confusión intelectual y moral. El trabajo del Grupo de Estudios Estratégicos es una luz (...) que nos ayudará a realizar los análisis correctos y a tomar las decisiones adecuadas en este difícil contexto.
 
Uno de los secretos del éxito del Grupo de Estudios Estratégicos ha sido presentar análisis rigurosos sobre unos asuntos en principio áridos de una forma atractiva, comprensible y con el punto de provocación que otorga el alejarse de lo políticamente correcto. Buena prueba de ello es el título del libro que hoy presentamos: Qué piensan los "neocon" españoles.
 
Algunos apóstoles de la corrección política se escandalizarán ante una afirmación implícita: no es posible que los neocon piensen. Porque, para la caricatura de brocha gorda al uso, los neocon no son más que un grupo de oscuros fanáticos que pretenden llevar el mundo hacia su destrucción, amparados en una tenebrosa conjura de alcance universal.
 
El que tenga la osadía de leer estas páginas sin prejuicios se dará cuenta de que no hay tal. (...) al contrario, este libro es una prueba de que los neocon piensan, y de que (...) lo hacen con rigor y sustancia. Además, estas páginas muestran que lo que piensan los neocon persigue una meta, que no es otra que la de defender unos valores y principios, como los de la libertad, la seguridad y la dignidad de las personas. Algo que no sólo no pretende llevar al mundo hacia su destrucción, sino que son los valores que lo salvarán de ella.
 
Me gustaría hacer algún comentario más sobre el término neocon aplicado al Grupo de Estudios Estratégicos. Es cierto que en el Grupo de Estudios Estratégicos hay personas que pueden encajar en la definición de neoconservadores, de acuerdo con el concepto acuñado en los Estados Unidos. Pero no de todos los miembros del grupo, ni del GEES en su conjunto, puede decirse con rigor que sean neoconservadores. Y ello por una sencilla razón. Porque para haber sido neoconservador es preciso provenir o haber militado en algún momento en las filas de la izquierda. Algo que no ocurre con todos los miembros del GEES, ni creo que los orígenes del grupo sean precisamente radicales.
 
Y ahora es el momento de decir que yo tampoco, para decepción de muchos, soy neoconservador. Quizá porque entre mis muchos defectos está el de no haber sido nunca trostskista o maoísta, algo de lo que, dicho sea sin ánimo de ofender, no me arrepiento en absoluto.
 
También he de decir que tengo buenos amigos y colaboradores que en algún momento estuvieron en la izquierda. En algún momento, por fortuna, cayeron en la cuenta de su error y han desarrollado después brillantes carreras en el campo de las ideas de la libertad. O sea, que son peligrosos neocon. Pero yo, insisto, no lo soy; quiero decir neocon, porque muchos sí que me consideran peligroso. El caso es que más de uno de esos neocon de verdad incluso ha sido ministro en alguno de los Gobiernos que tuve el honor de presidir. Y debo decir de ellos que siempre me sentí muy satisfecho por su trabajo en favor de los valores de la libertad y por su aportación al progreso de la democracia española. Está claro que para las buenas causas nada importa la vida anterior, si es que se defienden las ideas correctas con valentía y determinación.
 
Soy, más bien, un liberal clásico. Y sin embargo considero que hoy en día es importante saber qué es lo que piensan los neoconservadores, los de España y los de fuera de España.
 
Un fragmento del Muro de Berlín.Para ello, no hay nada como hacer un pequeño recorrido histórico. Hace veinte años tan sólo, cuando nació el GEES, el mundo estaba dividido por un Muro de opresión y de vergüenza. Algunos de los que disfrutaban de la libertad del mundo occidental creían que el futuro de la Humanidad estaba al otro lado y que lo mejor era ayudar a que ese Muro desapareciera. Pero ayudando a que lo que había al otro lado se extendiera por toda Europa primero y a todo el mundo después.
 
Otros eran conscientes de que el peligro era inmenso y deseaban fervientemente que la sociedad occidental, democrática y libre, perviviera. Pero pensaban que era imposible acabar con la tiranía comunista y que lo más acertado era llegar a un entendimiento con ella, aunque eso supusiera abandonar a su suerte a los millones de personas que vivían oprimidos y privados de sus derechos al otro lado del Muro. E insistían de buena fe en el entendimiento o coexistencia pacífica, a pesar de la evidencia de que esta estrategia suponía un retroceso constante y cada vez más acelerado de las naciones libres y democráticas.
 
Para suerte de todos, en especial de quienes vivían oprimidos al otro lado, algunos pensaron que no era decente abandonar a su suerte a los millones de personas que estaban privadas de sus derechos y de la libertad. Y que había que hacer frente a la amenaza totalitaria, plantarle cara y tener la determinación de derrotarla.
 
Fueron personas que en su momento fueron ferozmente criticadas, como el presidente Reagan, Margaret Thatcher o incluso el papa Juan Pablo II, las que supieron transmitir la fe en la libertad y la dignidad de todos. A ellas y a otras muchas se debe el derribo de Muro de Berlín y la posibilidad de que la libertad se extendiera por toda Europa.
 
Hoy en día es imposible vivir aislado de lo que pasa en el mundo. Cada vez más, y lo hemos experimentado con fuerza, nuestra libertad y nuestra prosperidad dependen de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras. Por eso creo que es esencial desarrollar una política exterior activa y consistente.
 
Pero el requisito indispensable para ello está, precisamente, en la identidad nacional. No es concebible una política exterior que merezca tal nombre si no hay una nación fuerte que la sustente, que defienda sus intereses y promueva sus principios. Y no se puede aspirar a defender los intereses nacionales o los principios sobre los que se asienta una nación que vive en democracia, como la española, si ni siquiera se está seguro de su propia existencia. La debilidad y las dudas sobre nuestro ser nacional no harán más que debilitar nuestra posición en el mundo. Y, a la larga, nuestra libertad y nuestra prosperidad se verán afectadas.
 
Eso de que la libertad es para todos y de que merece la pena luchar por ella y defenderla, y, además, hacer todo lo posible para que se extienda, es algo que sí forma parte del ideario neoconservador. Pero estas ideas no son exclusivas de los neocon. Las compartimos muchos liberales, muchos conservadores, o, simplemente, todos los que creen que la libertad no es gratis y que todas las personas tienen un derecho inalienable a disfrutarla. Y esta idea de la libertad sigue siendo, como lo fue hace veinte años, el gran asunto de nuestros días.
 
Porque nos enfrentamos, como ha analizado el Grupo de Estudios Estratégicos y se recoge en este libro, a un nuevo escenario internacional que es imposible no ver desde el 11 de septiembre de 2001. (...) esa fecha de ignominia y de horror significa, ni más ni menos, un desafío existencial a los valores de la libertad, de la democracia y de la dignidad de la persona.
 
Ante el desafío brutal que han lanzado los enemigos de la libertad, la única estrategia viable es la de la extensión de la libertad y la democracia. La historia nos enseña que la libertad siempre ha estado amenazada, y que sólo ha sobrevivido si ha habido determinación, coraje y constancia para defenderla. No vale cerrar los ojos. Hay que asumir los retos y riesgos que entraña la defensa de la libertad, que no sobrevivirá sin una vigilancia constante y determinación para defenderla.
 
Como en el pasado, vivimos una lucha entre la libertad y los enemigos de la libertad. Entre quienes consideran que la persona, su dignidad inalienable y sus derechos fundamentales son un límite absoluto para el poder político y quienes piensan que las personas son meros instrumentos para la realización de sus utopías totalitarias.
 
Creo que la acción política tiene que estar basada en principios y valores. Así he querido actuar a lo largo de mi vida pública, cuando estaba en la primera línea de la acción política. Y lo hago también ahora, que me dedico a buscar y crear ideas que sigan alimentando la llama de la libertad. Creo que uno de los grandes males de nuestro tiempo, una de las grandes debilidades de Occidente, es que una parte de Occidente ha dejado de creer en sí misma. El relativismo y la falta de creencias en algunos valores básicos se han extendido peligrosamente. Para algunos, da igual una cosa u otra. Si decidimos rechazar lo que somos, si caemos en la dictadura del relativismo moral, alimentaremos la desconfianza, el miedo al futuro y al cambio. Por eso creo que una tarea urgente es luchar contra el desánimo y la debilidad de nuestro nervio moral.
 
Y, en esta lucha, las ideas son importantes. Las ideas cuentan y tienen consecuencias. No es lo mismo pensar que lo mejor es apaciguar a quienes quieren destruir la libertad o pensar que es mejor defenderla con los instrumentos que tienen las naciones democráticas y libres, que se basan en el Estado de Derecho. No es lo mismo culpar de todos los males del mundo a la libertad, como hoy por desgracia hacen muchos en Occidente, o pensar por el contrario que el modo de que las personas disfruten de sus derechos, con independencia de su origen cultural, de sus creencias religiosas o de su situación económica, es un sistema democrático y libre.
 
Es esencial revivir Occidente. Occidente no es un concepto geográfico, sino una idea de la persona y de la libertad. El origen de la crisis de Europa está en gran medida en que ha dejado de creer en sí misma. Por eso el gran reto de Europa está en recuperar el sentido de la libertad y la responsabilidad. (...) Europa ha sido posible gracias al vínculo atlántico, al compromiso leal y firme de las dos orillas del Atlántico con la libertad, la democracia y la seguridad. Por eso haremos bien en revitalizar ese vínculo, desde el punto de vista político, económico y de seguridad, y ampliarlo, y para eso España tiene una responsabilidad especial, para a toda América, incluyendo a Iberoamérica.
 
Son estos los grandes debates del mundo de hoy. Y ahora, como hace veinte años, hay muchos que piensan que lo mejor es unirse a cualquiera que odie la sociedad libre y abierta. Porque, como dice un amigo mío, el comunismo despareció, con tristes excepciones como la de Cuba, pero sigue habiendo muchos entre nosotros que mantienen y alientan el odio a la sociedad libre y abierta.
 
Pero también están, como en los años de la Guerra Fría, quienes consideran que lo más sensato es lograr un entendimiento con nuestros enemigos. Que, en el fondo, está bien que los derechos humanos y la igualdad entre hombres y mujeres estén vigentes en Londres, San Francisco o Madrid, pero que no importa tanto lo que ocurra en Teherán, Jartum o Caracas. Y se aboga por un repliegue, por un ensimismamiento de Occidente, sin caer en la cuenta de que los valores de los derechos humanos y de la libertad son universales y que nunca podremos darnos por satisfechos hasta su plena vigencia en todo el mundo. Y que si la libertad y la democracia están amenazadas en algún sitio del mundo, eso también nos afecta y nos importa.
 
El terrorismo es un desafío existencial para las sociedades libres. En España lo sabemos muy bien, porque hemos padecido sus zarpazos durante mucho tiempo. Y aprendimos que la única manera de derrotarlo era la constancia, el uso de todas las armas del Estado de Derecho y la firmeza para no ceder nunca al chantaje. Sabíamos que si cedíamos perdían la democracia y la libertad. Y que la debilidad sólo consigue alimentar y hacer más fuertes a los criminales. El apaciguamiento no funciona con los terroristas.
 
(...) ocurre lo mismo con el terrorismo global. Los radicales y los terroristas se envalentonan ante la debilidad. No debe sorprendernos mucho que recibamos amenazas por apoyar a la frágil y naciente democracia afgana. Los terroristas detectan la debilidad y golpean precisamente donde más eficaces pueden ser sus crímenes para lograr sus objetivos. Ahora piden la retirada de Afganistán. Si se cede, no deberá sorprendernos que el próximo paso del chantaje de los terroristas sea la implantación de la ley islámica en una parte de nuestro territorio y la ruptura del principio de igualdad de todos ante la ley (...)
 
Hay personas que creen que hay unos valores que merece la pena defender, porque están amenazados. Creen en los valores de la libertad y de la democracia. Saben que estos dos bienes son frágiles, y que su nacimiento, arraigo y pervivencia ha sido posible gracias al compromiso de muchas personas en su defensa. Y que hoy, como en etapas anteriores de la historia, es preciso defenderlos, si queremos que sobrevivan y triunfen. A esta clase de personas pertenecen las que forman el Grupo de Estudios Estratégicos.
 
Cuentan con pocas armas para hacerlo: la inteligencia, la razón y la palabra. Pero tienen también la determinación y el coraje para hacerse oír y para convencer.
 
Somos muchos los que buscamos ante las cuestiones de cada día su análisis, su comentario y sus propuestas. Unas veces estaremos de acuerdo con ellos y otras no. Pero voces como las del GEES son imprescindibles ya para pensar con seriedad en los desafíos de la libertad.
 
Por eso les animo a continuar su trabajo, pese a las dificultades. Estoy convencido de que podremos celebrar también otros veinte años del Grupo de Estudios Estratégicos. Porque la idea de libertad y la necesidad de defenderla seguirán siendo necesarias.
 
Por ello, a todos los que forman parte del GEES les digo "ánimo", y les deseo la suerte que la libertad necesita.
 
 
Este escrito es una versión editada del discurso que pronunció JOSÉ MARÍA AZNAR el pasado día 14 en Madrid, con motivo de la presentación de QUÉ PIENSAN LOS "NEOCON" ESPAÑOLES, una antología de textos del GEES publicada por la editorial Ciudadela. Pinche aquí para comprarlo en el club Criteria.
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