Menú
COMER BIEN

Tortilla de patatas "Guillermo Brown"

Muchos de ustedes recordarán quizá a Guillermo Brown, aquel personaje entrañable y transgresor surgido de la pluma de la inglesa Richmal Crompton; las andanzas, travesuras e inventos de Guillermo en aquella Inglaterra de entreguerras fueron lectura de muchos adolescentes que hoy peinan canas... o que, directamente, no necesitamos peine.

Guillermo, en la fiel compañía de sus amigos los proscritos, no contaba entre sus habilidades las culinarias, aunque sus aventuras sean para el gastroarqueólogo una fuente de galletas de jengibre y sandwiches de pepino. De todos modos, de vez en cuando, en el cobertizo, 'cocinaban' platos imposibles... que a ellos les sabían a gloria.

Uno de esos platos imposibles hubiera podido ser éste: hechos con unos huevos de la despensa familiar, tantas veces saqueada, Guillermo, Pelirrojo, Douglas y Enrique procedieron a batirlos, tampoco demasiado. Abrieron una bolsa de patatas chip y las incorporaron al batido de huevos. Esperaron a que ambas cosas se mezclasen íntimamente y depositaron el batido en una sartén, dándole la vuelta cuando estuvo cuajado por un lado. Hubiera sido la tortilla de patatas "Guillermo Brown".

Pues, miren por dónde... El otro día estaba yo viendo el programa de este cocinero al que no tenía el gusto de conocer ni de nombre y que ahora actúa todos los días en una cadena nacional, cuando hete aquí que el hombre confecciona esa tortilla "Guillermo Brown". Todo serio, además, y diciendo que está fantástica. La verdad: aparte de pensar que si ya no respetamos ni la tortilla de patatas no sé qué vamos a respetar, la cosa no dejó de hacerme gracia. Y verán por qué.

Si hay algún cocinero que pueda parecerse a Guillermo Brown es, sin la menor duda, ese genio de l'Hospitalet llamado Ferrán Adriá. Por inquieto, por transgresor... Bueno, pues a Ferrán Adriá le gusta, de vez en cuando y para consumo propio, jugar a las cocinitas. Un día le apetecía una tortilla de patatas, pero no le apetecía pelar patatas, freír patatas... De modo que se hizo con las chips y elaboró la tortilla "Guillermo Brown".

La cosa no tendría la menor importancia, si no fuera por dos cosas: Ferrán lo contó, como cuenta él todas sus cosas, con una mezcla de entusiasmo y de no darle importancia. Fue un tentempié de urgencia, y punto.

Ah, pero... fue un tentempié "made in Adriá". De modo que la cosa trascendió. Y ocurrió con ella lo que sucede con todo lo que se le ocurre a Ferrán: automáticamente el plato fue tildado de "maravilloso", especialmente por la prensa no especializada, para la que, pese a que quienes escriben estas cosas ni han comido ni van a comer jamás en El Bulli, cualquier ocurrencia de Adriá es, sistemáticamente, "genial".

Ese es uno de los dramas de los grandes chefs: tienen más credibilidad de la que tuvo en su día la Sibila de Delfos. La gente no analiza: imita. El problema no es Adriá, que es inimitable. Pero es que hay más casos.

Hace algunos años estaba yo en Sevilla con mi amigo Javier Oyarbide, tomando un aperitivo en la magnífica Casa Robles. En una mesa, solo, Arguiñano devoraba un plato de lentejas, que eran el guiso del día para el personal. Bueno, pues cuando entraba alguien y pasaba hacia el comedor, veía a Karlos y decía a su acompañante: "Ya sabemos lo que vamos a comer". Se agotaron las lentejas.

Es curioso, porque los grandes cocineros, cuando comen lo que de verdad les gusta... bueno, se llevarían ustedes unos chascos morrocotudos si los vieran, pero deben tener en cuenta que la alta cocina no es para todos los días.

Total: que la tortilla de patatas chip de Adriá trascendió. Es de Adriá –se dijo la prensa–, luego es la repera. Pues no: no es la repera; es, más bien, una bazofilla, que no tiene que ver con la tortilla de patatas más que circunstancias meramente casuales o formales. Pero ya ven: nos la ponen como ejemplo en un programa de cocina en una televisión de alcance nacional.

Sobra papanatismo, y falta análisis. El mejor maestro se equivoca alguna vez. Varias. Muchas. Ya procura él que no se sepa, que no se note y que no traspase el ámbito en el que debe quedarse la cosa. Porque como se sepa... siempre habrá alguien, periodista o cocinero, que juzgue que aquello, por el mero hecho de venir de las manos del maestro, es forzosamente maravilloso. Y no tiene por qué serlo.

Así que... ojo a la hora de copiar genialidades. Adriá es único, pese a que todo el mundo trate, inútilmente, de copiar su cocina. Lo que ya riza el rizo es que haya quien se dedique a copiar hasta sus bromas... o las de Guillermo Brown.

© EFE

0
comentarios