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CRÓNICA NEGRA

Un videojuego para matar bebés

Estaba jugando a la videoconsola, enganchado con el Mortal Kombat, un juego enrollante y adictivo, mientras cuidaba del hijo de su pareja sentimental, un niño de un año. En un momento dado, el bebé tocó el mando y le hizo perder la partida. Luigi D. perdió también la paciencia y descargó su ira sobre el pequeño, al que reventó por dentro.

Estaba jugando a la videoconsola, enganchado con el Mortal Kombat, un juego enrollante y adictivo, mientras cuidaba del hijo de su pareja sentimental, un niño de un año. En un momento dado, el bebé tocó el mando y le hizo perder la partida. Luigi D. perdió también la paciencia y descargó su ira sobre el pequeño, al que reventó por dentro.
Dice Luigi que llevaba varios días jugando sin parar a esa distracción de extrema violencia, y que tal vez por eso reaccionó perdiendo los nervios. Los hechos se produjeron el 1 de septiembre de 2007, entre las 12,30 y las 14,20, en el piso de Tarragona en el que aquél vivía con Yessica, madre del bebé y de una niña (ésta, hija también del procesado). Al declarar ante el tribunal, Luigi se acompañó de sollozos, con los que obviamente trató de conmover al jurado.
 
Como todos los presuntos homicidas, Luigi es convincente en sus explicaciones. Y además cree haber dado con la interpretación correcta: la culpa la tiene la técnica, los avances tecnológicos, la industria del entretenimiento. Exactamente igual que esos asesinos que señalan a tal película o cual cómic como responsable de sus desmanes. En Inglaterra una menor afirmó haber cometido asesinato influida por la sosa serie de Simon Templar El Santo, con la que les aseguro que a nadie se le ocurre matar una mosca.
 
Luigi tiene 19 años. Recuerden que en la Ley del Menor se habla de niños de 18. Así que estamos ante un niño inmaduro jugando a la muerte con otro niño. Un chico de escasa preparación, intemperante, caprichoso y supuestamente violento, pero con la capacidad que tienen los homicidas para disfrazar sus actos y buscar excusas que puedan explicar lo inexplicable.
 
Luigi es lo bastante hombre para haberle hecho una niña a su pareja; y lo bastante hombre para convivir con ella. Junto a las virtudes de vigor y fuerza, típicas de la masculinidad, debe aparecer la capacidad de discernimiento necesaria para valorar la vida como el valor principal. Normalmente los hombres sienten, además, un impulso paternal que les empuja a proteger a todos los niños, aunque sean de otros.
 
Claro que este no es el caso de los chicos descarriados, mandones, egoístas, colgados de las máquinas y de sus adicciones. Estos chicos pierden pronto la templanza y la emprenden a golpes. Una vecina ha declarado en el juicio que en una ocasión escuchó, procedentes de la casa del crimen, los gritos de una mujer que suplicaba: "¡No me pegues, que me vas a matar!".
 
Yessica, la madre dolorida, no ha declarado en contra de su pareja, con la que ha seguido manteniendo relaciones. Se diría que comprende que aquello pudo ser un accidente, una reacción desproporcionada en medio de la virulencia de una adicción. Es el ejemplo de cómo algunas parejas, en los tiempos que corren, no están debidamente preparadas para defender a sus hijos, ni siquiera suficientemente informadas del valor que tienen las cosas. Nos encontramos ante un comportamiento cuasi animal, en el que la hembra se somete al macho y acepta sus parámetros y convicciones sencillamente porque le da pánico quedarse sola. Abandonada una vez, teme no encontrar un nuevo compañero. Quizá decide quedarse con lo que tiene, con todos sus defectos. Luigi y su consola, mejor que la soledad.
 
Pero, más allá de la esfera privada, respetable, está el delito público. La justicia tiene que proteger a los niños y no puede creer en la farfulla del presunto homicida. Interesa saber si el niño murió a causa de los golpes de Luigi. El argumento que él esgrime es lo de menos. Estar colgado varios días con una videoconsola es una estupidez, no una excusa. Tampoco parece una atenuante de la responsabilidad criminal; ni, mucho menos, una eximente.
 
Perder una partida y dejarse llevar por la violencia no es más que un reflejo de una existencia hedonista que no ha permitido al sujeto adquirir la perspectiva de lo que significa compartir la vida con otras personas. Aceptar quedarse al cuidado de un bebé impica asumir los riesgos y combatir los imprevistos. Si lo mató él, como parece, estamos ante Luigi el indolente, el rebelde sin causa, el vicioso de los videojuegos, que encima cree que puede librarse explicando a todos lo malas que son las máquinas para el coco: apenas te descuidas, te hacen un agujero debajo de la gorra de béisbol, por el que se te escapa la conciencia.
 
Seríamos bobos si nos creyéramos este cuento: un homicida pega a un niño una paliza mortal porque lo odia. Hay muchos motivos para eso, pero uno de los principales es que el pequeño haya sido engendrado por otro en el vientre de su mujer, que considera de su propiedad. Tal vez, en ese momento, ni siquiera estaba jugando a la videoconsola.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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