Menú
MIRANDO A 2020

Una Cuba futura

¿Es económicamente viable una Cuba capitalista, o nos espera, como malévolamente amenaza Castro, un futuro haitiano? Predecir el futuro es una de las formas que existen para contribuir a crearlo. Esto es un ejercicio de futurología; como todos, es sólo una especulación, basada en tendencias que se observan y  precedentes que nos permiten hacer vaticinios respaldados por experiencias previas. Naturalmente, las cosas pueden suceder de otro modo y desviarse hacia un desenlace infeliz. Sin embargo, he elegido un curso de acción manifiestamente favorable.

¿Es económicamente viable una Cuba capitalista, o nos espera, como malévolamente amenaza Castro, un futuro haitiano? Predecir el futuro es una de las formas que existen para contribuir a crearlo. Esto es un ejercicio de futurología; como todos, es sólo una especulación, basada en tendencias que se observan y  precedentes que nos permiten hacer vaticinios respaldados por experiencias previas. Naturalmente, las cosas pueden suceder de otro modo y desviarse hacia un desenlace infeliz. Sin embargo, he elegido un curso de acción manifiestamente favorable.
Situémonos en el año 2020. Para esa fecha se habrá articulado otra generación de cubanos, si aceptamos cómo válida la convención de que las generaciones se conforman y consolidan en aproximadamente quince años, ritmo que no parece muy descaminado si advertimos que coincide, aproximadamente, con el ciclo reproductivo de nuestra especie. Por otra parte, en 15 años seguramente la dictadura castrista será un fenómeno histórico superado, aunque todavía seguirá gravitando sobre nuestra vida cívica durante mucho tiempo y de diversas maneras, como esos gangrenosos miembros fantasmas que continúan doliendo incluso tras ser amputados.
 
INSTINTOS Y APRENDIZAJE
 
Hay síntomas en la inquieta conducta de los cubanos, dentro y fuera de la Isla, que nos permiten predecir que, una vez eliminada la dictadura, retomarán su vieja vocación por la modernidad y el cambio, condición básica para poder progresar y prosperar. Basta aportar un dato de pasada: algunos economistas atribuyen hasta el 45% del crecimiento económico norteamericano a la creación de nuevos artefactos o servicios que se ponen en circulación y estimulan la economía. Como los cubanos navegábamos en la estela de nuestros poderosos vecinos, es muy probable que una parte sustancial de nuestro propio crecimiento se debiera a esa misma causa, a la vertiginosa creatividad de EEUU; de donde podemos deducir que, reestrenada la libertad, cuando se restauren plenamente los lazos económicos y sociales, y cuando se revitalicen los vasos comunicantes entre Cuba y los Estados Unidos, ahora centuplicados por la existencia de los cubanoamericanos, ese fenómeno volverá a repetirse.
 
Pero hay otros elementos de carácter psicológico que vale la pena abordar con franqueza, aunque nos duela: si bien es cierto que la larga experiencia comunista no ha podido destruir la pasión cubana por la modernidad y el cambio, no es menos cierto que ha modificado las actitudes y expectativas de la sociedad. La experiencia comunista, frente a lo que afirma la propaganda oficial, ha hecho a los cubanos mucho más individualistas e insolidarios. La dictadura los ha obligado a mentir, simular y  desconfiar hasta el punto de que ha desaparecido toda noción del bien común. El sostenimiento de la verdad ha dejado de ser un valor apreciado, y lo que se ensalza es la capacidad para engañar a las autoridades y la habilidad con que se ocultan las creencias.
 
Ése es un dato trágico, porque si algo sabemos de las sociedades exitosas es que en ellas prevalecen la confianza en el otro, el trust, y la actitud digna de quienes defienden sus puntos de vista sin miedo, convencidos de que la superación de los problemas sólo es posible cuando nos es dable examinarlos a la luz del sol sin temor a las represalias.
 
El otro factor psicológico que hay que tomar en cuenta es el de las perversas relaciones entre el Estado y la sociedad que se generan en una nación comunista, y que se prolongan en el postcomunismo.
 
Tras casi medio siglo de comunismo, la sociedad cubana, de la misma manera que se ha acostumbrado a mentir y a ocultar su verdadero pensamiento como una táctica de supervivencia –la "doble moral" que tantos mencionan–, también ha perdido buena parte de su iniciativa, entre otras razones porque tener iniciativa en una sociedad comunista es la forma más directa de acabar enfrentado a la represión oficial. Viendo la repugnancia con que el poder trata a los "cuentapropistas", siempre a la espera de que desaparezcan, los cubanos han aprendido la falsa lección de que las actividades privadas son viles y codiciosas y que ganar dinero y destacarse es algo censurable.
 
Durante décadas se les ha dicho que el Estado es la entidad que debe asignarles un puesto de trabajo, un salario y una forma de vida. Seguramente todo eso condujo o contribuyó a que los cubanos exhiban unos paupérrimos niveles de vida, pero la maligna lección inculcada los lleva a comportarse irresponsablemente en el sentido exacto de la palabra. Ya no son responsables de sus vidas y de su bienestar, o de sus quebrantos, sino que ven al Estado ejerciendo ese papel paternalista.
 
Es verdad que se trata de un padre cruel y mal proveedor, pero sus deficiencias no cambian las pautas de poder establecidas en Cuba: los cubanos –como en su momento los alemanes del Este,  los húngaros o los rusos– esperan que sea el Estado quien solucione los problemas, y tomará algún tiempo modificar estas expectativas. Se lo escuché decir de manera sintética a un músico cubano radicado en Madrid: "Yo vivía –me dijo– en una triste jaula en la que me alimentaban mal y no me permitían volar; ahora me han soltado en la selva, y estoy asustado porque me siento desprotegido".
 
Hasta aquí el preámbulo. Para poder hablar del futuro era necesario hacer un pequeño inventario de las características de quienes van a ser los protagonistas de esa etapa. Los cubanos, me atrevo a asegurar, llegarán al postcomunismo ansiosos de incorporarse a los patrones de vida del Primer Mundo –actitud muy positiva–, pero simultáneamente arrastrarán comportamientos y actitudes contrarios al mejor desenvolvimiento de las sociedades libres, organizadas en torno a la economía de mercado. Ese dato es mejor tenerlo en cuenta, porque así será más fácil proponer las decisiones correctas cuando llegue el momento.
 
CUBA 2020
 
Llegamos a Cuba en el año 2020. ¿Qué veremos? Lo primero que nos golpeará la retina será las ciudades limpias, pintadas, muy iluminadas, dotadas de unas intensas redes comerciales que anuncian sus productos y servicios. No hay rastros del país cochambroso y sórdido que asoma en la película Suite Habana. La capital recuperó su hermosa vitalidad y ha vuelto a ser una de las ciudades más bonitas del planeta. No hay vestigios de aquella Habana semiderruida, sucia y despintada que dejó el castrismo.
 
Lo mismo ha sucedido en el resto de los centros urbanos del país. El suministro de agua y electricidad es suficiente y constante. La telefonía, prácticamente toda inalámbrica, cubre la totalidad del territorio nacional. La televisión ofrece 500 canales diferentes de diversas partes del mundo. Circulan libremente numerosos periódicos y revistas cubanos y extranjeros.
 
Al comenzar el año fiscal, el presidente de la República leyó un discurso lleno de cifras y comparaciones. En los últimos 15 años el país había crecido a un promedio del 10%, pero hubo años –el tercero y el cuarto– en que se alcanzó el 13. De acuerdo con el anuario de Naciones Unidas, el único país latinoamericano que aventajaba a Cuba en nivel de desarrollo económico y humano era Chile, y la Isla se acercaba al 50% del PIB per cápita de Mississippi, que era precisamente el que exhibía Puerto Rico. En una generación, los cubanos han dado un salto extraordinario en dirección del progreso y la eliminación de la pobreza. Se habla del "milagro cubano", y se lo compara con los saltos dados por Japón en los años 50 del siglo XX y por China a partir de 1985.
 
El transporte público y privado ha adquirido una extraordinaria densidad. Ello ha obligado a multiplicar las carreteras y autopistas. Un tren ultrarrápido recorre la Isla desde Pinar del Río hasta Oriente. En sólo tres horas se llega desde La Habana hasta Santiago. Pero hay otras opciones disponibles: líneas de modernos autobuses, veloces y eficientes, dotados de todas las comodidades; aviones comerciales con puentes aéreos entre las ciudades cubanas más visitadas y Miami y Nueva York. Sin embargo, la última y más divertida forma de transporte interurbano, preferida por muchos turistas, son unos rápidos barcos de cabotaje que prácticamente levitan sobre un colchón de aire.
 
Turismo
 
El turismo se ha convertido en uno de los motores de la economía. El último censo arrojó la cifra de 15 millones de turistas e igual cantidad de cubanos. Hay un visitante anual por habitante, proporción que coloca a Cuba entre los paraísos turísticos del planeta. Una parte muy importante de esos visitantes está constituida por personas de origen cubano que visitan la Isla frecuentemente, pero el grueso lo componen estadounidenses y canadienses.
 
Cuba se ha convertido en la Mallorca del Caribe y recibe a multitudes de personas que prefieren pasar su invierno en el grato clima cubano. Esta circunstancia ha determinado que el gasto por turista y día de estancia sea de los mayores del mundo, pero hay diversas ofertas para todos los precios, dado que la mayoría de las cadenas hoteleras luchan por distintas cuotas de mercado. La Isla, además, cuenta con 13 grandes marinas en las dos costas y es el punto preferido de llegada de muchos de los 300.000 yates de lujo que navegan por el Caribe y el sur de Estados Unidos. La Isla se ha convertido en un gran mercado de embarcaciones de recreo, nuevas y de segunda mano, circunstancia que pronto dio paso a la creación de astilleros que fabrican botes y veleros, recuperando una tradición que se creía extinguida desde principios del siglo XX.
 
En vista de este fenómeno, la empresa Disney decidió crear un gran parque de diversiones. Adquirió un terreno en Mariel, muy cerca de La Habana, y se propuso diferenciarlo del muy famoso que posee en Florida al darle una orientación pedagógica. Incorporó un zoológico tropical y optó por hacer de la historia uno de los focos de atracción: recreó el mundo de los piratas y los galeones. Curiosamente, uno de los pabellones más visitados es el de la imaginación literaria, donde los grandes libros de todos los tiempos son ambientados y parcialmente escenificados.
 
Música y entretenimiento
 
Proliferan los festivales: de jazz latino, de salsa, incluso de música clásica. El ballet clásico y la danza moderna mantienen su prestigio. Como en Las Vegas, los grandes hoteles cubanos ofrecen cantantes de fama mundial y grandes conjuntos musicales. También hay casinos, como en los demás destinos turísticos caribeños. Esto genera una notable industria de grabación y exportación de música. Asimismo, algunos productores de cine europeos y norteamericanos encuentran que en Cuba hay suficiente talento artístico como para convertirla en un lugar en que la calidad y los costos hacen posible la filmación para cine, televisión y publicidad.
 
La industria cubana de las artes gráficas se integra perfectamente en el mercado norteamericano y complementa al sector turístico. En los primeros tiempos del cambio El Nuevo Herald se imprimía en Miami y se traslada a Cuba todas las noches. Ahora se imprime en Cuba y se exporta todas las madrugadas al sur de la Florida. Lo mismo sucede con una multitud de libros, revistas e impresos publicitarios.
 
Medicina y biotecnología
 
Pero el turismo, con ser una de las principales fuentes de ingreso y un formidable empleador, no es la actividad que genera la mayor cantidad de riqueza. Es en la biotecnología, combinada con la medicina, donde los cubanos han alcanzado mayores niveles de efectividad. La herencia de 70.000 médicos y decenas de miles de investigadores y técnicos medios con que contaba el país cuando llegó la etapa democrática fue un fértil terreno para absorber las inversiones de las grandes empresas farmacéuticas del mundo.
 
Por otra parte, tras llegar a acuerdos con la FDA (Federal Drugs Administration) y con numerosas compañías de seguro, Cuba se convirtió en un gigantesco HMO (Health Maintenance Organization) en el que centenares de miles de enfermos norteamericanos poseedores de Medicare y Medicaid reciben cuidados médicos de alta calidad a precios muy competitivos. Esos servicios médicos simultáneamente potenciaban la capacidad de investigación de la industria farmacéutica y generaban una multitud de empleos muy bien remunerados.
 
También se desarrollaron centenares de residencias y centros geriátricos para jubilados, que recibían y gastaban en Cuba las pensiones percibidas por sus años de trabajo en Estados Unidos.
 
La industria de la construcción
 
Este boom turístico y de servicios médicos provocó una expansión fulminante de la industria de la construcción, que pasó, en una primera etapa, de la reconstrucción de las ciudades y de la infraestructura existente a la creación de proyectos nuevos encaminados a satisfacer la inmensa demanda de viviendas e instalaciones hoteleras o de salud. Decenas de miles de personas de origen cubano radicadas en el exterior decidieron adquirir una segunda vivienda en Cuba o beneficiar a sus familiares fabricándoles una casa o apartamento. Simultáneamente, como sucede en la costa española con relación a los europeos de regiones frías, miles de cubanoamericanos, norteamericanos y canadienses también optaron por comprar propiedades o "segundas residencias", para pasar placenteramente las vacaciones de verano o las peores semanas del invierno.
 
Distribución
 
Un tráfico marítimo y aéreo tan intenso como el que tiene Cuba en el 2020, unido al buen transporte por carretera y las modernas comunicaciones de que dispone el país, han determinado que muchas líneas aéreas y navales hayan convertido la Isla en el centro para la distribución y redistribución de las mercancías y los pasajeros que viajan entre Europa, Estados Unidos y Sudamérica. La Habana es el gran HUB para los viajeros norteamericanos, canadienses o europeos que marchan a Sudamérica. Y, como Singapur en el Pacífico, Cuba se ha convertido en una gran plataforma de servicios para barcos y aviones, que encuentran en los ingenieros cubanos un personal muy capacitado para llevar a cabo esas delicadas tareas de mantenimiento.
 
Agroindustria
 
La decrépita industria azucarera heredad tras el fin del comunismo poco a poco fue orientándose hacia la producción de derivados de la caña: papel, alimento para el ganado, tableros de bagazo, alcoholes, ron y etanol. Las exportaciones de etanol a Estados Unidos se duplican anualmente como consecuencia de las necesidades norteamericanas de combustible.
 
Un cañaveral.Muy pronto las exportaciones de flores, frutas tropicales y vegetales frescos superaron con creces el valor de las exportaciones de azúcar. La asociación entre empresarios cubanos y empresarios procedentes de Israel y Holanda elevó la cantidad y calidad de la producción y mejoró las técnicas de transporte, envase y mercadeo de esos productos agrícolas.
 
Pero donde el negocio cerraba virtuosamente el círculo de los beneficios era en las cadenas de venta al público desarrolladas en Estados Unidos y Europa. Mediante el sistema de franquicias, centenares de inversionistas cubanos y norteamericanos habían creado cadenas de tiendas de frutas tropicales, flores y vegetales que absorbían la producción cubana de manera creciente, generando ganancias a todo lo largo del sistema productivo.
 
Comercio, importaciones y exportaciones
 
Lo que los comerciantes cubanos y no cubanos entendieron rápidamente es que la Isla debía servirse de los lazos especiales surgidos con Estados Unidos tras el cambio político, integrando siempre en cualquier cálculo las infinitas posibilidades del mercado norteamericano, y muy especialmente de la Florida, donde el número de hispanos en el año 2020 rondaba los 6 millones de personas.
 
Pero el índice de comercio exterior no sólo se confeccionaba con exportaciones. Cuba, como parte de sus incentivos de paraíso turístico, había optado por un arancel bajísimo a las importaciones, de manera que en el mercado nacional se vendían mercancías de medio mundo a precios muy competitivos.
 
Esa actividad comercial creciente, aunada a la masiva presencia de turistas y a la total apertura del país, fue atrayendo progresivamente a los representantes de la banca y los seguros internacionales, de manera que en el 2020 Cuba, como Panamá, Luxemburgo o Ámsterdam, ya era un centro bancario de primer orden, capaz de atraer ahorros y prestar refinados servicios financieros no sólo a los cubanos, sino a cualquier inversionista internacional.
 
CLARO QUE SE PUEDE
 
¿Es esta descripción una fantasía? Por supuesto que no. Cualquier observador cuidadoso enseguida descubre que los caminos señalados prácticamente son los mismos que el Gobierno cubano eligió a principios de los 90 para salir de la crisis, cuando formuló su estrategia frente al llamado "período especial": turismo masivo, dolarización, transformación de la industria azucarera, biotecnología, turismo médico, exportaciones no tradicionales y apertura a las inversiones procedentes del exterior.
 
¿Por qué no funcionó el plan más allá de estabilizar la miseria? Porque la reforma se hizo dentro de la camisa de fuerza del modelo comunista. En lugar de liberar las energías creadoras de riqueza, el Gobierno continuó ahogándolas. En vez de conceder libertades económicas y políticas reales, Castro hizo lo que hace siempre: coartar, cerrar, impedir, perseguir a quienes exhibían iniciativas novedosas y dejar siempre en claro que cualquier concesión en dirección del mercado o de la tolerancia política podía ser revocada en el futuro. Cómo sorprenderse, pues, de los catastróficos resultados: pobreza, desesperación... y la emigración como único objetivo de una buena parte de la juventud, incluidos los hijos de la nomenklatura.
 
Por supuesto que Cuba tiene todo el potencial para desarrollarse y formar parte del Primer Mundo. Todo lo que tiene que hacer es abrirse a los dones de la libertad.
 
 

Este texto es una versión editada del capítulo 13 del más reciente libro de CARLOS ALBERTO MONTANER: LOS CUBANOS. HISTORIA DE CUBA EN UNA LECCIÓN, editado por Brickell Communications Group (Florida).
0
comentarios