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Florentino Portero

Merkel consolida su liderazgo

Merkel ha sido fiel a la sociedad alemana, ha trabajado para preservar la sociedad de bienestar en perfecta sintonía con sus rivales socialdemócratas.

Merkel ha sido fiel a la sociedad alemana, ha trabajado para preservar la sociedad de bienestar en perfecta sintonía con sus rivales socialdemócratas.

La política alemana se fundamenta en acuerdos estables forjados a lo largo de las últimas décadas. Tras un siglo XX tan complejo como difícil de asumir, la clase política ha sido capaz de establecer unos parámetros que la sociedad ha hecho suyos, dotando a su vida pública de una estabilidad que roza con un inmisericorde aburrimiento.

Alemania es un estado socialista, en el sentido que a esta palabra se le daba a principios del siglo XX: una sociedad intervenida por un estado que se responsabiliza de gestionar un significativo número de servicios sociales. La sociedad de bienestar es la vía para resolver la paz social, de la que Alemania careció durante mucho tiempo. A diferencia de los políticos españoles, sus iguales alemanes tienen claro que ese modelo exige una estricta devoción al control del gasto, porque de otra manera todo el edificio se vendría abajo. Un estado intervencionista exige una clase política aún más capaz y responsable que la propia de un clásico estado liberal. La Historia cuenta y la hiperinflación característica de los años de la República de Weimar, que estuvo en el origen de la tensión social y del auge del nazismo, empuja a economistas y políticos alemanes hacia una ortodoxia fiscal lejana de las posiciones neokeynesianas características de la Europa meridional.

El nacionalismo está en la base de lo peor de la Historia alemana, afirmación que podemos extender al conjunto de la Historia europea. El suicidio de Europa, la espléndida decadencia que hoy disfrutamos, tiene su origen en el abandono de la razón en pos de un nacionalismo inevitablemente irracional. El europeísmo fue la fórmula elegida en la postguerra mundial para tratar de superar las derivas nacionalistas. Alemania es muy consciente de ello, de ahí que se empeñe en sacar adelante el proyecto, a pesar de que sus socios hayan demostrado hasta qué punto no se debe confiar en ellos.

Merkel ha ganado por tercera vez las elecciones legislativas, demostrando que si se sabe gobernar es posible ganar, incluso aumentar el número de votos, en la peor crisis sufrida desde la II Guerra Mundial. ¿Hay algún secreto, misterio o arcano para lograrlo? Sí, una equilibrada combinación de sentido común, sentido de estado, voluntad política y capacidad de comunicación, un cocktail que resume la personalidad política de la siempre tranquila Frau Merkel.

Merkel ha sido fiel a la sociedad alemana, ha trabajado para preservar la sociedad de bienestar en perfecta sintonía con sus rivales socialdemócratas. Los alemanes han sabido en todo momento cuál era la situación, los riesgos y las terapias. No ha habido mentiras, sino claridad. La sociedad del bienestar alemana depende de su economía, caracterizada por la exportación de bienes de alta ingeniería. La Zona Euro es su coto, aunque su posición en otros mercados es relevante. Todos sabían que el euro era un producto a medio hacer y que sólo su uso en períodos de crisis acabaría forzando a acuerdos que le proporcionaran la necesaria estabilidad. La crisis llegó y Merkel emergió como la figura capaz de hacer valer tanto los intereses como la visión alemanes. En otras palabras, como la garante de que las políticas monetaria y fiscal de la Eurozona no supondrían ningún riesgo para el mantenimiento de su bienestar. No lo tenía fácil, los déficits llevaron a situaciones de quiebra e intervención, forzando la aprobación de quitas y ayudas que dañaron severamente las finanzas alemanas.

Durante estos años el debate en Alemania ha sido tan intenso como interesante, en contraste con el habido entre nosotros. El resultado ha sido un acuerdo de fondo entre cristianodemócratas y socialdemócratas sobre la política a seguir, hasta el punto de que ganara quien ganase estaba descontado que la política se mantendría. Alemania no puede asumir, por razones históricas y económicas, la voladura de la Eurozona, pero debe arrogarse la responsabilidad de salvar Europa de su adicción al déficit mediante el ejercicio de un despotismo ilustrado de inevitable regusto prusiano. Como canciller, Merkel ha capitalizado esa política, aun no siendo sólo suya.

Los socialdemócratas sienten que la derrota ha sido injusta, pero no es verdad. Su problema no reside en la lealtad al sistema político. Su prestigio social es grande. Pero mientras no consigan integrar a verdes y excomunistas, esa compartimentación pesará como una losa sobre sus cabezas. Mientras la canciller lo haga bien, tendrán difícil llegar al poder, porque un electorado maduro sabe premiar a quien se lo merece. Recordemos los casos de Thatcher o Reagan. Deben concentrar su política en la unificación de la izquierda para estar en condiciones de gobernar.

Los liberales no entrarán en el Parlamento, algo de lo que Merkel es menos responsable de lo que se ha dado a entender. Sus problemas vienen desde la formación del anterior Gobierno, jalonando una legislatura con escándalos, declaraciones impropias de altos cargos y muestras de no estar a la altura de los acontecimientos. Su crisis estaba anunciada y se confirmó con la ayuda de una nueva formación, Alternativa para Alemania, la gran incógnita del futuro inmediato de la política alemana.

Alternativa es una escisión del Partido Cristiano-Demócrata, la CDU de Merkel, que recoge el sentir de muchos sobre la viabilidad de la Zona Euro y los problemas derivados de la integración de los inmigrantes. Un partido nacido en entornos académicos que considera que empeñarse en salvar el euro es un error, porque no estamos ante un problema de voluntad o de estrategia, sino de viabilidad. Para ellos, el euro es un error, cargado de buena voluntad y superiores ideales, pero abocado a un final desastroso que arrastrará tras de sí el estado de bienestar alemán. Alternativa ha robado votos a cristianodemócratas y a liberales, haciendo aún más meritorio el triunfo de los primeros y ayudando a entender el desastre de los últimos.

Cuando escribo estas palabras no sé si Alternativa logrará entrar en el Bundestag o no, de lo que no dudo es de que sus argumentos van a seguir sobre la mesa, y no sólo en el debate interno alemán. La viabilidad de la Eurozona como espacio de crecimiento económico y bienestar social está por demostrar. Si sale adelante, será tras continuar con reformas de difícil digestión, dando forma a una Europa distinta. Una política personalizada en la figura de Angela Merkel, la más destacada e influyente de la Europa actual.

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