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Florentino Portero

Un discurso sobre estrategia

Obama ha rechazado el plan elaborado por su comandante, primando consideraciones de política interior. Está más interesado en la victoria en casa que en el lejano Afganistán.

Por fin el presidente Obama se dirigió a la Nación el pasado día 1 para explicar su nueva estrategia sobre Afganistán. Tenía que haberlo hecho en septiembre, tras la presentación del documento elaborado por el general Stanley McChrystal sobre la situación en Afganistán y modo de ganar la guerra, pero decidió tomarse dos meses de respiro para estudiar a fondo la situación. Se nos dijo que estaba valorando las distintas opciones estratégicas, lo que era cierto sólo en parte. El debate no era sobre estrategias militares sino políticas. Las diferencias no residían en cómo vencer a los talibán y restos de Al Qaeda sino en cómo no perder las elecciones en Estados Unidos. El problema fundamental estaba, y continúa estando, en que la alternativa que le ha ofrecido el mando militar es hacer lo mismo que Bush llevó a cabo en Irak y eso resulta inaceptable para el Partido Demócrata.

McChrystal quiere llegar a 500.000 hombres sobre el terreno, contando todas las fuerzas en presencia, incluidas las de policía. Eso llevaría a elevar, en el mejor de los casos, el contingente norteamericano hasta 150.000. Una fuerza que adoptaría una estrategia de busca y destrucción del enemigo talibán, animando así la formación del Ejército afgano, facilitando la paulatina construcción del Estado y creando las condiciones para que la economía se desarrolle. Para vencer hay que convencer primero a los afganos de que hay un compromiso firme de permanecer hasta lograr la victoria, porque creen, con buen criterio, que tanto norteamericanos como europeos están buscando la forma de salir de allí. De ahí que pacten con los talibán. Las recetas de McChrystal nos recuerdan las que aplicó con éxito el general Petraeus en Irak, aunque incidiendo ahora más en la necesaria atracción de la población para impedir la penetración talibán.

Obama ha rechazado el plan elaborado por su comandante, primando consideraciones de política interior. Está más interesado en la victoria en casa que en el lejano Afganistán. En su reciente discurso en la Academia de West Point ha desvelado algunas de sus decisiones más importantes. Acepta un incremento del contingente de sólo unos 30.000 hombres y con fecha de vuelta a casa tras 18 meses de servicio. Renuncia a la victoria sobre los talibán y sólo aspira a contener la situación para dar tiempo a que el Estado afgano se haga cargo de la seguridad. Centra en la destrucción de Al Qaeda el objetivo de la estrategia norteamericana, dando a entender que los primeros son sólo un problema local al que hay que dar una respuesta local. ¿Les suena? Exactamente. Ese era el núcleo de la estrategia Rumsfeld-Casey para Irak que resultó ser un fracaso y casi llevó a la derrota de Estados Unidos. Obama, que la criticó, ahora no duda en hacerla suya para evitar el desgaste político en el corto plazo, pero exponiéndose de nuevo a una derrota de trascendencia histórica frente una guerrilla armada de rifles y lanzagranadas.

La acogida internacional ha sido fría. Los aliados interpretan correctamente que Obama no ha presentado un plan de victoria sino de salida y no parecen muy dispuestos a exponer más vidas para un fin tan poco glorioso. Sin mucha consideración diplomática se ha afirmado que Obama no presentó la ansiada nueva estrategia militar, realmente no lo hizo, y que quedan a la espera de que con el nuevo año lo haga con el debido detalle. Mero formalismo. Lo fundamental, lo que veían venir, ya lo saben. Ahora tendrán menos carga de conciencia en decir el mismo "no al incremento de fuerzas" que en cualquier caso pensaban pronunciar.

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