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Francisco Cabrillo

Los Marshall: una familia poco presentable

El legado de Marshall a la ciencia económica fue, sin duda alguna, muy notable. Y, después de todo, que la familia intentara que se supiera lo menos posible de las andanzas e ideas de su viejo padre parece bastante razonable

No es raro que el ascenso social de una persona cualquiera vaya acompañado de un intento de elevar el nivel social de su familia ante la opinión pública. Y lo que es habitual en muchos grupos humanos, ha ocurrido también en el mundo de los economistas. Ya vimos, en un artículo anterior de esta serie, lo que hizo François Quesnay con sus antecedentes familiares. La historia de Alfred Marshall tiene algunos puntos en común con los del economista francés.
 
El texto más conocido sobre la vida de Marshall es, sin duda, al largo artículo que le dedicó John M. Keynes en 1924, apenas unos meses después del fallecimiento de aquél, y que sería incluida en los Ensayos biográficos que éste publicó en 1933. La biografía empieza con las siguientes palabras: “Alfred Marshall nació en Clapham el 26 de julio de 1842, hijo de William Marshall, cajero del Banco de Inglaterra”. Pues bien, excepto la fecha y el nombre de su padre, los demás datos son falsos. Ni nuestro economista nació en Clapham ni su padre era en aquella época cajero del Banco de Inglaterra.
 
Cuando murió, Alfred Marshall era, sin duda, el economista más prestigioso de Inglaterra. Catedrático en Cambridge –el centro por entonces de la ciencia económica británica– durante muchos años y autor del tratado de economía más importante de su época, sus Principios de economía, y de algunos otros libros relevantes, Marshall había llegado a ser conocido como el “arzobispo de los economistas”; y tal vez se pensó que un personaje tan ilustre debería tener un pasado acorde con su prestigio.
 
La invención del lugar de nacimiento de Marshall ha dado lugar a curiosas especulaciones, porque, en los diversos censos que se fueron realizando a lo largo de su vida, nuestro personaje afirmó haber nacido en el condado de Surrey (sin especificar el lugar concreto y en Sydenham. Pero la realidad es, como ha demostrado sin lugar a dudas Ronald Coase, que nació en Berdmonsey, localidad cercana a Londres, como las anteriormente citadas, pero que refleja ciertamente un nivel social bastante más bajo. Nivel social que responde, además, al que por entonces tenía su propio padre. En 1842 William Marshall no era cajero del Banco de Inglaterra, puesto de relevancia en la compañía, sino un simple administrativo del banco; y sólo llegó a cajero veintiocho años más tarde, casi en el momento de su jubilación. Parece que lo de aparentar un rango social más elevado gustaba al padre de Alfred, porque, cuando se casó declaró que su profesión era la de “gentleman”, es decir que no necesitaba realizar actividad remunerada alguna para vivir, lo que evidentemente no era cierto.
 
A pesar de estas ambiciones sociales, William Marshall no consiguió una esposa que le ayudara a ascender en la escala social . Muy poco se dice de la madre de Alfred Marshall en la biografía de Keynes, aunque está fuera de duda que las relaciones del economista con su madre fueron siempre mucho mejores que con su padre. La razón parece estar en que era hija de un carnicero y nieta, seguramente, de un peón que trabajaba en la agricultura, lo que no contribuía, desde luego, a elevar el estatus de un empleado de clase media baja de la época victoriana, que intentaba ascender en la sociedad.
 
Más grave parece aún la visión que Keynes ofrece de William Marshall, a quien consideraba “un hombre muy intuitivo y determinado”. La verdad es que todo indica que el buen señor era un bárbaro, que tenía aterrorizada a toda su familia, y de quien Alfred trató de alejarse desde que tuvo oportunidad para ello. Convencido de que había que recuperar la esencia del inglés medieval y de la necesidad de luchar por la religión protestante, fue autor de algunos escritos, ninguno de los cuales parece que pueda tomarse mínimamente en serio. Pero lo más fascinante de su obra fue, sin duda, un trabajo que cita el propio Keynes, pero que, parece que nunca llegó a ver publicado. Se titulaba “Los derechos del hombre y los deberes de la mujer”; y debía contener, seguramente, reflexiones muy interesantes sobre el tema.
 
El legado de Marshall a la ciencia económica fue, sin duda alguna, muy notable. Y, después de todo, que la familia intentara que se supiera lo menos posible de las andanzas e ideas de su viejo padre parece bastante razonable.

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