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Francisco Cabrillo

Un ogro llamado Jacob Viner

A lo largo de la historia del pensamiento económico se han impartido en diversas universidades del mundo algunos cursos que han dejado una huella significativa en la evolución de la disciplina, bien por la naturaleza innovadora de la teoría en ellos explicada, bien por su carácter formativo, que influiría en muchos grandes economistas a lo largo de toda su vida. Uno de estos cursos fue, sin duda, el de "Teoría de los precios y la distribución", impartido a los estudiantes graduados de primer año de la Universidad de Chicago para el profesor Viner.
 
Jacob Viner nació en 1892 en un barrio de inmigrantes de Montreal. Su familia provenía de Europa del Este y era, como fácilmente puede imaginarse, de condición muy modesta. Pero el joven Jacob demostró pronto tener gran inteligencia y capacidad de trabajo; y tras conseguir su doctorado en Harvard, empezó a dar clase en la Universidad de Chicago en 1916, siendo nombrado catedrático cuando tenía sólo treinta y dos años, un auténtico record para la época. Fue Viner autor de varios trabajos importantes, especialmente en el campo de la economía internacional. Y no parece exagerado afirmar que su libro Estudios sobre la teoría del comercio internacional, publicado en 1938, constituye una auténtica obra maestra. El libro, que aún hoy se lee con gran interés, está dedicado a quien fue su maestro y amigo, Frank Taussig, y en él se analizan los fundamentos de la teoría de la economía internacional desde las primeras críticas que formularon los economistas al pensamiento mercantilista hasta los debates de la década de 1930.
 
Pero, además, de un teórico y un investigador brillante, fue Viner un gran profesor… un poco duro, tal vez (todo hay que decirlo). En las décadas de 1920 y 1930, su curso sobre teoría de los precios y la distribución –es decir, lo que de forma bastante menos precisa solemos llamar hoy microeconomía– era obligatorio para todos los estudiantes que aspiraban a obtener un doctorado en economía en la Universidad de Chicago. El requisito era lógico, ya que resulta imposible estudiar a fondo un problema económico, de la naturaleza que sea, sin unos conocimientos sólidos de la teoría de los precios. Pero parece que el nivel de exigencia establecido por Viner era tal que no a todos los estudiantes les resultaba posible seguirlo. De entrada, el profesor sentaba a sus alumnos en un sitio fijo, siguiendo el orden alfabético de sus apellidos, para tenerlos controlados en todo momento. Y a lo largo del curso les planteaba cuestiones, a menudo difíciles de contestar, que mantenía en tensión a los estudiantes en todo momento. Dos respuestas erróneas podían suponer ser dado de baja en el curso; y esto implicaba renunciar a obtener el doctorado en economía en la universidad. No es sorprendente, por tanto que una de sus alumnas Rose Director –quien unos años más tarde se convirtió en Rose Friedman– que siguió este curso a mediados de la década de 1930, escribiera en sus memorias sesenta años más tarde que "algunos estudiantes vivían aterrorizados por el hombre y la asignatura". Medio siglo largo no había sido suficiente para borrar el recuerdo.
 
Pero el tiempo pasa y, en 1946, Viner se trasladó a la Universidad de Princeton, donde fue catedrático hasta su jubilación el año 1960. Las opiniones de quienes estudiaron con él en aquella época son, sin embargo, muy diferentes de las de sus antiguos alumnos de Chicago. Por lo general lo recuerdan como un hombre mayor, bondadoso y atento a las preocupaciones y las dudas de los estudiantes. El miedo que había inspirado en otros tiempos había sido sustituido por una relación amistosa y casi paternal. No cabe duda de que los años no perdonan, y de que de sus efectos no se libran ni siquiera los catedráticos más "huesos".

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