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Francisco Pérez Abellán

A lo 'Paquita la Fogosa'

A la niña Asunta la han matado con ensayo y error, el método de las envenenadoras.

A la niña Asunta la han matado con ensayo y error, el método de las envenenadoras. Yo no sé quien lo ha hecho, eso que lo diga el juez. Pero los criminales están a la última en las modas del envenenamiento. Los autores de estos crímenes alevosos ya no emplean el matahormigas Diluvión, ni líquidos de las droguerías, sino que se han cambiado literalmente a la farmacopea. Obtienen el veneno en la farmacia.

Como Paquita la Fogosa, la envenenadora de Melilla, que quería cambiar de familia, o mejor empezar de nuevo, borrón y cuenta nueva, y se puso a envenenar pacientemente a su marido y a sus dos hijos con un medicamento para combatir el alcoholismo crónico. Los asesinos de Asunta le daban dosis cada vez más altas de lorazepam u orfidal, con lo que la dejaban sin fuerzas, desmayada, semiinconsciente. La última dosis era letal, pero a pesar de eso la remataron.

Ahora nos salen con que en la camiseta que llevaba puesta el día en que murió se ha detectado una mancha biológica, al parecer de semen, que se ha comprobado no procede del padre, ni de los que encontraron el cuerpo. Aunque todo es un poco confuso, puesto que son noticias que no tienen origen conocido. Aunque este no es un crimen sexual.

La autopsia descartó que nadie hubiera abusado de la niña, luego esa mancha biológica a lo peor es del suelo, dado que la niña fue colocada en una pista forestal por la que se llega a un bar de copas, o club, y en sus cercanías pueden esconderse las parejas. O vaya usted a saber si alguien manipuló el cuerpo mientras estuvo abandonado.

En cuanto al móvil, yo me acordaría de nuevo de Paquita la Fogosa, que se cansó de ser madre y quiso empezar de nuevo. Aunque hay quien es feliz complicando la realidad. La niña ya era una mujercita y su carácter pesaba y dolía como una muela. Sobre todo, a personas acostumbradas a ser el centro de atención y que huyen de ocuparse de otros. Asunta tuvo verdadera mala suerte porque fue una niña poco cuidada. Ahora trasciende que su padre postizo daba por ahí bromas como la de "Voy a recoger a la asiática", recordemos que la niña era de origen chino, lo cual produce mucha risa respecto a lo ignorante que es este tipo nada gracioso. En vez de "Voy a por mi hija", o, si cabe, "Me voy a por mi chinita", que suena a flor coliflor, lo de “asiática” es callo malayo y de vendedor de enciclopedias rancio. Demuestra que la niña no tenía lo que necesitaba. Cambió unos padres que tienen prohibido por ley engendrar más de un niño por otros que solo con uno se hunden en la depresión.

Este no es un crimen sexual, porque nos hay rastros de lucha, ni desgarros, ni heridas en los órganos sexuales. Tampoco son sexuales los imputados, que más parecen individuos que debieran reproducirse por esporas, donde los caracteres secundarios están bajo una gruesa capa de maquillaje. Los padres adoptivos de Asunta la paseaban para enseñarla, como si fuera un premio o una conquista, cuando un hijo es ante todo un deber que se contrae con la sociedad. Y más uno adoptado.

El camino forestal pudo ser un territorio de transferencia, o contaminación, del semen esparcido libremente en un campo donde se refugian parejas, pero también pudo ser la guinda de una pareja de criminales, porque no sé quiénes son, pero sé que tuvieron que ser dos para llevar el cuerpo hasta donde fue encontrado, sin arrastrarlo ni dañarlo, depositado como un jarro de cristal. El semen de la camiseta puede ser una prueba falsa, el último intento de despistar a los investigadores a cargo de criminales con conciencia forense pero torpes y viciosos que dejan pruebas de su crimen aquí y allá, olvidan que Santiago de Compostela tiene más cámaras que un plató de Eurovisión y que la Guardia Civil ha entrenado a su policía judicial de forma finísima. Ahora, eso sí: a alguien tuvieron que pedirle el semen prestado.

El juez guarda, bajo el secreto de sumario, el concreto de la acusación, pero con seguridad en ese archivo están los razonamientos que explican las últimas horas de Asunta, los pasos de sus padres, y ahora, el que quizá no sea un acierto de la defensa, que ha consistido en negarse a colaborar en la reconstrucción. Asunta era una chica lista, con carácter, y tal vez por eso la mataron: por reclamar su sitio demasiado pronto.

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