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Francisco Pérez Abellán

Aragón Negro

Empiezo por agradecer el galardón inesperado pero glorioso del Festival Aragón Negro (FAN), que me ha distinguido con el premio El Mejor de los Nuestros.

Empiezo por agradecer el galardón inesperado pero glorioso del Festival Aragón Negro (FAN), que me ha distinguido con el premio El Mejor de los Nuestros, que Dios mediante recogeré en el Teatro Principal de Zaragoza el 25 de enero, en el marco de una intensa celebración dedicada a la cultura, a la programación de calidad y a la cita de los intelectuales más inquietos, en especial a las mujeres y hombres que se dedican a estudiar y escribir el lado oscuro de la existencia siguiendo aquella tradición que comenzó la francesa Gallimard –y antes Edgar Allan Poe– en su serie noir y que derivó en ese emporio de la cirugía social que es la novela negra.

A Aragón le debo una larga relación cultural que se ha plasmado en conferencias, publicaciones e intervenciones televisivas, con la suerte de que hasta fueran distribuidas por mi admirado El Heraldo de Aragón y recogidas por El Periódico de Aragón, con una presencia durante muchos años como especialista en crímenes y criminales en el programa de las mañanas de su televisión, de la que tengo los mejores recuerdos y un gran afecto por sus profesionales. Aragón es esencial en mi biografía por sus autores, sus gentes, la presencia histórica y la dimensión humanitaria, por no hablar del jamón de Teruel.

De este modo, enseguida fui a contarles a la inquieta gente y a sus promotores culturales la solución irrefutable del misterioso asesinato del general Juan Prim y Prats, que cambió la historia de España, la mentira del falso anarquista Mateo Morral, que en realidad murió asesinado, mi decidida lucha contra la violencia de género en Mi marido, mi asesino o la verdad implacable de Ellas matan mejor, así como el impulso de los peores asesinos y los éxitos de la ciencia contra el crimen, pasando por Zaragoza, Teruel, Calatayud, Daroca, la universidad y otros pueblos y villas de la cada vez más pujante realidad aragonesa, que prospera como faro cultural.

El Festival Aragón Negro llega ahora a su quinto año de celebración cumpliendo todos sus objetivos con mayor fuerza que nunca, un plantel de autores impresionante y la inquietud de poner de relieve, desde una convicción sin límites de su director, Juan Bolea, la eclosión de las mujeres en todos los campos creativos y en especial en la perfección literaria. Lo cual sucede en un momento en el que la realidad cambiante, en ocasiones siniestra, permite como nunca el escalpelo de la novela negra, la pujanza de lo negro y la denuncia de la corrupción.

Gracias a iniciativas como esta de la que me siento orgulloso, y cito palabras textuales, por el reconocimiento a una "extraordinaria trayectoria en el campo de la investigación criminológica e histórica, el ensayo y el periodismo de sucesos", se devuelve el interés al pensamiento crítico, la investigación y la función social de la información, muchas veces todo junto y contenido en una trama policial que nos demuestra que es productivo luchar por nuestras convicciones. Aragón Negro lo hace con brillantez y seriedad trazando un tejido cultural sostenible y duradero, con una carga social proteica, porque esta quinta edición se celebra entre el 16 y el 31 de enero en 16 sedes: Zaragoza, Huesca, Teruel, Calatayud, Pina de Ebro, Daroca, Utebo, Gelsa, Borja, Calamocha, Valderrobres, Mirambel, María de Huerva, Alcañiz, Fuentes de Ebro y Tauste. Los programadores se han inspirado en el lema "Mujeres que crean, mujeres que luchan". Y también en la integración como bandera social.

Lejanamente inspirado en la película Uno de los nuestros de Martin Scorsese, que fuera de las connotaciones mafiosas del guión es un canto a la fascinación por el trabajo bien hecho, desde un punto socarrón y ácido como todo lo negro, el premio El Mejor de los Nuestros creo que evoca con enorme respeto y cariño la labor común en la que todos los amantes de la lectura y la verdad estamos insertos, sobre todo en el débito de los que nos guiaron por los vericuetos del delito –Chandler, Hammet, Thompson– poniendo en cuestión la culpabilidad y el falso aserto de que siempre ganan los buenos.

Si pensáis que no todo está perdido, que la buena investigación resuelve todos los crímenes y que la mirada a través del cristal oscuro permite el retrato descarnado de la sociedad, más allá de la posverdad y las noticias falsas, yo, desde luego, soy de los vuestros.

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