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Francisco Pérez Abellán

Cincuenta fotos

El juez ha dictado un duro auto en el que imputa graves delitos a los progenitores.

Su señoría el juez de La Seo de Urgel ha examinado las cincuenta fotos de contenido presuntamente sexual de la niña Nadia, que su padre –Fernando Blanco– paseaba por los platós de las televisiones convirtiéndola en la pequeña que se iba a morir: "Mira, esa es la niña que se va a morir", decían los espectadores. Y subía la recaudación.

Blanco y su esposa –Marga– han protagonizado la presunta estafa con cuento más largo de todos los tiempos, en la que se calcula –por la investigación policial– que pudieron recaudar hasta 900.000 euros. Se cree que, dado el éxito, ahora ensayan Macbeth.

Su papel fue de supuesta exhibición y utilización de una hija menor en la caja tonta, delante de la Fiscalía de Menores, que no la ha protegido, la Policía sin coscarse y el periodismo patrio haciendo el caldo gordo.

El juez ha dictado un duro auto en el que imputa graves delitos a los progenitores que durante más de ocho años llevaron a su hija en peregrinación hasta por los programas más cutres. Los periodistas que encumbraron a Fernando hasta convertirlo en el rey del mambo no han sido represaliados, ni siquiera los que ostentan escandalosos premios como el de "periodismo de investigación", qué infamia, con nombre de filósofo, o de la asociación que concede a la vez el de "mejor periodista del año", quedándose tan pancha. Ahora deberían cambiarle el nombre al galardón si quieren seguir dándolo.

Al hilo de esto recuerdo que una joven reportera de color obtuvo el Pulitzer clavándosela al Washington Post con la historieta de un heroinómano de diez años que no existía, que aquí, dicho sea de paso, cuando había redactores jefes, ni siquiera se habría publicado en la Hoja de la Rioja, pero fue descubierta y desposeída ipso facto del premio. Claro que los americanos son esos tipos raros que hicieron dimitir a un presidente solo dándole con el periódico. Aquí no queda ni rastro de aquellos valientes que le quitaron la máscara al todopoderoso director delincuente de la Guardia Civil y lo metieron en el trullo. Ahora solo se ven artículos impregnados de edulcorante.

De las fotos que los policías han encontrado con la niña muy pequeña, 41 son de "solo una vez que tuve relaciones con mi marido con mi hija presente y que estaba dormida en la cama", según la madre. El juez piensa que la niña no estaba dormida y que debió de ser consciente de lo que sus padres hacían a pocos centímetros de ella, por lo que investiga un posible delito de exhibición sexual y otro de provocación. Por otro lado, si hay una reconstrucción habrá que comprobar lo que se tarda en hacer cuarenta y una fotos para ver que aquello no fue en realidad un encuentro pasional sino una sesión erótica.

Las nueve imágenes restantes son de la niña en distintas posturas, todas desnuda, con las piernas abiertas y en poses supuestamente sugerentes, por lo que su señoría piensa que podría haber otro delito de pornografía infantil. Los padres dicen que en conjunto son fotos familiares, y especialmente las de la niña, para que el dermatólogo observara la evolución de las lesiones de la piel. El caso es que los investigadores no se lo creen, ni el juez tampoco. Personalmente, soy de la opinión de que los padres son siempre mejores que el Estado, excepto si se trata de padres delincuentes que utilizan a los hijos para delinquir. Hay quien dice que todo es culpa del padre, que es una buena pieza, pero no hay que olvidar que la madre, entre otras cosas, afirma que vio el cuerpo de su marido lleno de bultos de un cáncer terminal que nunca tuvo, protagonizó las fotos en cuestión y advirtió al marido de que llevara cuidado en su viaje a ninguna parte porque llevaba "eso que hace pum". Fue poco antes de que lo pillaran con una pistola detonadora, pum, pum.

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