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Francisco Pérez Abellán

Crueldad

David Oubel, el parricida de Moraña, es un criminal de nuestra época que hace gala de un tipo de crueldad insólita con mezcla de humor macabro.

David Oubel, el parricida de Moraña, es un criminal de nuestra época que hace gala de un tipo de crueldad insólita con mezcla de humor macabro. No por casualidad es el primero y único condenado por el momento a prisión permanente revisable. Cuando compró la sierra, el arma del crimen, bromeaba con el empleado: "¿Con esto se podrá matar a cualquiera?".

Este individuo rompió su matrimonio con dos hijas y se fue a vivir con un hombre, su nueva pareja. A pesar de que esto debería haber colmado sus expectativas, no borró sin embargo la vieja ira contra la mujer, que se concretó en el doble homicidio de sus hijas de 4 y 9 años con un método brutal: primero intentó drogarlas y luego las degolló con una sierra radial, aunque, dado lo complejo de la maniobra, tuvo que terminar la faena con un cuchillo.

La crueldad extrema preside toda la acción y no se entiende, excepto por el Síndrome de Medea al revés, la acción de este padre que finge durante varios días pasarlo bien con sus pequeñas en las fiestas del pueblo para acabar en un baño de sangre antes de devolverlas a su madre. Es uno de los peores asesinatos de género jamás sufridos y de los hechos más espeluznantes de la historia del crimen.

La crueldad, sin embargo, es una constante, y podemos encontrarla de forma exagerada, ya en 1910, en el crimen del Hombre del Saco, cuando en Gador el curandero Francisco Leona y sus tres cómplices raptaron a un niño de siete años para que el Moruno, un tuberculoso sin escrúpulos, bebiera "para curarse" la sangre caliente del pequeño y se pusiera en el pecho sus mantecas. Naturalmente, el enfermo no sanó, pero los criminales hicieron sufrir al niño para engañar al miserable y sacarle el dinero.

Otro hecho de gran crueldad fue el de Puerto Hurraco, en el que los hermanos Izquierdo, de la familia de los Patapelás, dispararon con sus escopetas de caza sobre los vecinos del pueblo que tomaban el fresco en la calle principal a la caída de la noche. Lo más cruel fue el asesinato de dos niñas menores de edad de la familia de los Amadeos, con la que estaban enfrentados. Con toda crueldad dispararon sobre la gente hasta matar a nueve y causar muchos heridos. Antonio Izquierdo era tuerto de un ojo porque un gallo se lo picó cuando era pequeño, tal vez eso le hizo ser más cruel y rencoroso.

En el crimen de Alcácer encontramos el paradigma del mayor horror. La crueldad de los asesinos les hizo fabricar una maza con una camiseta llena de piedras, con la que machacaron los huesos de las niñas, cuyos cadáveres fueron encontrados torturados, con las bocas rotas, una de ellas con un pezón arrancado. Hace muy poco que se ha dicho que incluso se acaba se encontrar un diente perdido en la que fue su tumba. ¿Qué les hizo convertirse en sádicos despiadados? Por desgracia en España no se estudia el crimen para evitarlo y prevenirlo. Aquí, con suerte, se encuentra a los autores, que no fue el caso de Alcácer, se les condena a prisión, cuando ocurre, y se confía en que la retahíla del cacareado garantismo los lleve a la reinserción.

Pero como en todos sitios se cuecen habas, un ejemplo de máxima crueldad sucedió en Hollywood, en Bel Air, Los Angeles, en la calle Cielo Drive, el domicilio de Roman Polanski y Sharon Tate, aquella hermosa actriz mito sexual que estaba embarazada y a punto de dar a luz cuando la familia Manson, en concreto cuatro de sus miembros: Susan Atkins, Patricia Krenwinkel, Leslie Van Houten y Tex Watson, saltaron el muro de la finca y les asesinaron a tiros y puñaladas. Todos fueron salvajemente torturados. Pero en el caso de Sharon Tate, Susan Atkins, llamada también Sexy Sadie, la apuñaló 16 veces y le extrajo el feto del vientre, con una crueldad que ni siquiera el abuso de drogas puede explicar. Con una toalla mojada en la sangre de la actriz escribió, en las paredes la palabra "cerdo" y todos huyeron, dejando detrás de sí cinco cadáveres. Fue la propia Atkins la que en su confusa crueldad acabó delatándose y contando uno de los mayores crímenes que habría quedado sin resolver. Susan fue encerrada en prisión y murió allí sin salir nunca, aunque una vez enferma de un tumor cerebral pedía morir en libertad. Habría que estudiar las razones de tanta crueldad.

En España

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