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Francisco Pérez Abellán

El asesino oculto

¿Cuántos asesinos en serie pueden estar actuando ahora con impunidad?

¿Cuántos asesinos en serie pueden estar actuando ahora con impunidad? En algunos países se plantean la pregunta y son capaces de tener una noción aproximada. En Londres un antiguo miembro de Scotland Yard denuncia en un libro que hubo un serial killer en el metro en los años 70 que mató al menos a 18 personas pero que nunca fue descubierto, y cuando al final se supo sus jefes ocultaron su existencia.

Siempre que entro en el metro procuro hacerlo con prudencia. Me parece posible que haya una avalancha y acabes en las vías. O incluso por deformación profesional pienso que es posible que alguien con malas intenciones haga alarde de habilidad camaleónica entre el mogollón de viajeros que esperan. Esto es lo que parece que ocurría en Londres: más de una docena de presuntos suicidios eran en realidad asesinatos. Había un tipo que tiraba a la gente a la vía.

El antiguo policía lo cuenta ahora para poner en evidencia cómo las autoridades se extralimitaron ocultando esta información a los ciudadanos. Mi opinión es que cualquier amenaza sobre la población deber ser advertida para que cada uno tenga la oportunidad de tomar las medidas más adecuadas. Con frecuencia, como supuestamente sucedió en Londres, hay quien se toma la libertad de ocultar que hay un pederasta que amenaza a los niños o un asesino de mujeres o también un violador. La razón es la que al parecer utilizaron los jefes del policía que denuncia: que no cunda el pánico.

¿Es posible que en España haya un asesino en serie actuando sin que nadie llegue a saberlo? Ya ha ocurrido. Además, de una forma muy parecida a la londinense. Aunque no mataba en el metro, Francisco Escalero, el matamendigos madrileño, llegó a cobrarse más de víctimas que el británico sin ser nunca descubierto. Lo hacía en Madrid, donde se supone que se extrema la seguridad y habitan los mejores investigadores. Pero en las calles desaparecía la gente y era asesinada. Escalero mataba como el asesino del metro de Londres, a veces mutilando los genitales de sus víctimas, y llegó hasta a morder algún corazón. El británico fue detenido por delitos menores, y fue cuando asesinó a un compañero de prisión, a golpes y estrangulándolo con los calcetines, que orgulloso de su hazaña confesó que había matado a muchas otras personas. Tuvo suerte, porque el matamendigos español confesaba sus crímenes cada vez que los cometía pero nunca le creyeron. Hasta que intentó suicidarse y se arrojó delante de un vehículo en medio de la carretera. Fue entones cuando una enfermera escuchó su confesión y fue detenido. ¿Cuántos fueron sus asesinatos? No se sabe con precisión.

¿Por qué eligen las grandes ciudades para matar? Les parece el mejor lugar para pasar inadvertidos. ¿Hay algo que hayamos aprendido desde los tiempos en los que mataba el asesino del metro? Sí, aquello ocurrió cuando no había cámaras en las estaciones. Hoy sería imposible.

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