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Francisco Pérez Abellán

El envenenador de la sidrería

Existe la impresión de que cada vez hay más casos en los que los envenenamientos pasan inadvertidos.

Hace solo unos días le estaba diciendo a uno de mis ilustres alumnos que lo que había cambiado en el crimen moderno en materia de venenos es que antes se compraban las sustancias en la droguería y ahora se obtienen en la farmacia. La célebre Envenenadora de Melilla, Paquita la Fogosa, según firmaba en internet, descubrió la cianamida cálcica en el tratamiento de un familiar directo. Enseguida, y como hacen los envenenadores, empezó a usarla para cambiar de vida. Ponía gotas de este veneno en los líquidos que tomaban sus hijos y su marido.

Este fármaco del que hablamos es un poderoso preparado para combatir la adicción al alcohol. Provoca vómitos, mareos o taquicardias, hipertensión y fallos multiorgánicos. En un examen del Máster de Criminología ponía yo una pregunta de si consideraban los alumnos que ahora se utilizaban menos los venenos, porque la verdad es que existe la impresión de que cada vez hay más casos en los que los envenenamientos pasan inadvertidos.

Uno de los casos más extraños de los que me he encontrado fue un envenenamiento por talio. Se trata de algo terrorífico, prácticamente indetectable, y que cuando empieza a mostrar su cara y el pelo se cae a puñados ya prácticamente no tiene remedio.

El caso es que para descubrir que se está siendo envenenado hay que estar muy al día de los síntomas, la agudeza de los mismos y su duración. Normalmente no se descubre un veneno en el cuerpo si no se va específicamente a buscarlo.

Por tanto conviene estar advertido y actuar como los trabajadores de la sidrería de Gijón, donde presuntamente un pinche vengaba su despecho envenenando con cianamida a sus compañeros, desde los camareros a los cocineros y dueños. Como en realidad es cierta la máxima de que no existen venenos sino dosis, el fármaco en cuestión ha sido dosificado con precisión, porque cualquier servicio extra significa la muerte.

Por tanto, hay que volver a leer las novelas de Agatha Christie, la enfermera que se hizo experta en tóxicos y luego se dedicó a escribir novelas policiacas. En concreto, si quieren saber del talio lean Pale Horse. Pero si quieren saber de tóxicos en general lean Los venenos en la novela policiaca, del catedrático de toxicología Velasco, de la Universidad de Valladolid, y estarán preparados para enfrentarse a la vida moderna, en la que el envenenamiento es más frecuente de lo que imaginamos, pero cada vez se descubre más raramente.

Dicen que un policía comentó que el presunto pinche es un psicópata, pero yo personalmente creo que podría tratarse de alguien vengativo y algo sádico. Exceptuando el caso de un cocinero, Juan el Pistolas, que falleció en marzo de 2011 con síntomas parecidos a los denunciados, no ha habido otras muertes. Por tanto el envenenamiento, que se basa siempre en prueba y error, aumentando la dosis hasta conseguir el resultado, en este caso buscaba más torturar que matar, por curar dolor y malestar más que el final de la vida. Eso significaría que estamos ante una persona vengativa que ha visto en el fármaco una fuente de placeres frecuentes.

Se dice que las catorce posibles víctimas llevaban sufriendo mareos, vómitos y malestar de muerte desde hacía seis o siete años. En ese tiempo un asesino en serie, un envenenador que extermina, les habría matado veinte veces. El criminal ha encontrado en el fármaco un castigo fácil de administrar para aquellos de sus compañeros a los que considera enemigos. Además fácil de disfrazar. Porque los médicos que les atendieron no descubrieron que todo era culpa del veneno. Tuvieron que ser los propios camareros lo que investigaran por internet hasta descubrir la causa de sus males,

De pronto encontraron por casualidad un frasco de cianamida entre las cosas propiedad del sospechoso, que mezclado con alcohol producía el cuadro que estaban sufriendo. Se dieron cuenta de que aquello podría ser la explicación del infarto de miocardio del cocinero, y además relacionaron el hecho de que nunca se quedaban afectados el sospechoso y su pareja sentimental. Informaron de las sospechas a la policía, que procedió a la detención. Ahora se trata de demostrar qué pretendía el envenenador y si puede decirse que era un juego psicótico, de alguien no diagnosticado, que empezó sufriendo para quitarse el alcohol y terminó poniéndolos al borde de la muerte por simple crueldad. Un guiño del destino.

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