Menú
Francisco Pérez Abellán

El pederasta, figura delincuente

El pederasta es un azote de todo tiempo y lugar.

Como delincuente sexual, el pederasta siempre juega con ventaja. Siendo mayor, se aprovecha de los jóvenes; siendo culto, de los que no saben; siendo adinerado, de los pobres; siendo poderoso, de los débiles. El pederasta es un azote de todo tiempo y lugar. Cuando aquellos tiempos del asesino de Pedralbes, el victimario iba a buscarlos a los futbolines; hoy los espera en la tienda de los teléfonos móviles.

La última gran figura poderosa de este tipo de delincuencia en nuestro país es la del karateka Torres Baena, que ha sacralizado el poderío mediante el mal ejemplo de degradar el deporte. Su terreno es la isla de Gran Canaria, que, siendo pequeña y cerrada, ha sido suficiente para que durante décadas haya abusado de muchos jóvenes.

Se ha rodeado de mujeres hermosas que le han seguido la ronda y que dicen que se paseaban desnudas, captando a los chicos recién reclutados en aquella escuela demoniaca de sexo y kárate. Torres Baena tenía un objetivo principal: subyugar a todos para que tuvieran sexo con él, en una cadena insaciable.

Durante lustros nadie ha descubierto las verdaderas actividades de este maestro de las artes marciales y de la zorrería prostibularia. La justicia, en un ejercicio insólito, probablemente admirada de sí misma, y desde luego fuertemente impresionada por la cara de cemento de este payaso sexual, le ha condenado a más de 300 años de cárcel, cosa que para qué las prisas, porque ya vendrá el tribunal europeo con las rebajas.

Mejor hubiera sido que los políticos, que hoy se muestran tan ineficaces, legislaran para condenar a los delincuentes a penas que deban cumplir íntegras, que sean racionales y proporcionadas. En mi opinión, este tal Torres Baena, rey del engaño, el abuso y el amor prohibido, debería chuparse completos 30 años de prisión y déjense ustedes de alardes, que ya sabe todo el mundo que no tienen fuelle ni para la mitad.

Así que basta de esa fea costumbre de hinchar las condenas que luego se quedan en nada. Es un vicio muy feo y yo creo que hasta delictivo, puesto que se logra que se equivoque parte de la población o que viva engañada. Los delincuentes en España tienen un paraíso de papel, unas leyes que les tratan entre algodones y unos jueces comprensivos que de vez en cuando tienen un rebrote de lucidez, como la doctrina Parot, una excrecencia del Supremo; pero, sabiendo todos que es un parche, y que como tal es muy posible que la fría lógica europea lo desmonte: señores del Legislativo, pónganse a trabajar. Legislen para la época que están viviendo, y jubilen leyes antiguas, usos fraudulentos para tener aplacado al personal, que se queda tan conforme aceptando como posible y realizable que a un violador con quinientos delitos a sus espaldas se le condene a 2.000 años de prisión, que ni Matusalén.

Coyunturas políticas han creado la ficción de la doctrina Parot, y estuvo bien mientras duró, pero o la UE se ha convertido en un zoco moruno o la cosa se retrotrae a la legislación ordinaria; que si no les basta, que la cambien. El que diga que se sorprende es que es un tonto de remate, porque no se puede gobernar peor. Y, por favor, vayan cambiando de ministros, porque esto no hay quien lo aguante: gente de poco fondo, nada serena, que aumenta la injusticia. Una legión de plastas que, dedicados a la seguridad, hablan del Papa porque tienen vocación de monjes, con más cruz que espada.

Y lo digo como católico practicante: para estos hay conventos donde rezar y ganarse el cielo, aunque parece que lo que están haciendo es que lo ganemos nosotros, que cualquier día descubrimos cómo una escuela deportiva es en realidad un cuarto oscuro donde los monitores, los profesores y el jefe de la secta del sexo se pasan por la piedra a los alumnos, que a lo peor son nuestros parientes. Todo eso ante el blandiblú de una política floja que comienza por ignorar los temas de seguridad en el discurso electoral.

Esto es peligroso incluso en la isla pequeñita, con más policía que turistas, seguramente más atentos al retiro espiritual de la virgen por quien los inspira que a la amenaza de la inseguridad.

En esta isla de sexo con karatekas calientes desaparecieron en el curso de unos meses dos niños, Sara Morales, de 14 años, y Yeremi Vargas, de 7. Por edad y circunstancias, podrían haber sido víctimas del mismo criminal. A ninguno de los dos los han encontrado los monjes soldados. Y es que no hay que confundirse: la espada en su terreno, y la cruz en el suyo. Por cierto, que alguien de Interior o del Gobierno debería dar explicaciones, ¿por qué los pederastas están ganando tanto terreno?

Temas

En España

    0
    comentarios