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Francisco Pérez Abellán

El peor gestor quiere legalizar las drogas

Las ideas no son delito mientras permanezcan en el terreno de la especulación pero hay quien se lo ha tomado en serio.

Junto con la venta de armas el tráfico internacional de drogas es el mayor negocio de todos los tiempos. Nada enriquece más ni más rápido, ni siquiera la política. En torno a esta fuente de riqueza imparable hace tiempo que se mueve el ghanés Kofi Annan de 76 años, inexplicablemente Premio Nobel de la Paz y funesto gestor como secretario general de Naciones Unidas (1997-2006), fracasado en sus intervenciones o ausencias en los genocidios de Ruanda y Srebrenica, o su impotencia en la violencia de Somalia y Siria. En caso de que triunfe su intento apoyado por diversos ex mandatarios, algunos de ellos relevantes, el gran negocio de la droga cambiará de manos.

Es realmente macabro que cuando todavía no se han apagado los ecos de las acusaciones de corrupción y mala gestión, Kofi se ponga al frente de un intento de estas características. Pretende convencer al mundo y al concierto de las naciones que las políticas represivas de los estupefacientes y otras sustancias han fracasado por lo que toca dejarse llevar.

Kofi estuvo en el punto de mira por corrupción en el escándalo del caso Petróleo por Alimentos el programa de la ONU que favoreció a Sadam Husein en el embargo internacional por la guerra del Golfo.

Cuando estaba al frente de las operaciones de paz de la ONU, antes de ser elegido secretario general, recibió una seria advertencia del general Romeo Dellaire jefe de la misión en Ruanda para evitar el genocidio de 1994 que exterminó a 800.000 tutsis en cien días de masacre. Esa gran vergüenza del mundo. Y no hizo nada. Pese a esta estruendosa muestra de pusilanimidad e incapacidad de acción ahora lidera un proyecto que se basa en demostrar que por el momento la lucha contra las drogas ha sido un error y que puesto que la guerra contra los narcotraficantes se ha perdido, lo mejor es permitir que circulen libremente y se faciliten en los comercios, quizá en las farmacias. Esta vez el genocidio puede ser mucho mayor que el de Ruanda.

En caso de que hubiera que legalizar el consumo de sustancias psicotrópicas o de algunas de ellas, nunca debería ser por impulso, consejo o mediación de este coleccionista de fracasos. Habitualmente se mezcla todo lo que tiene que ver con la politoxicomanía. Por ejemplo se confunde la Ley Seca, lucha de los EEUU contra la venta libre de alcohol, con la prohibición de los narcóticos. Son cosas muy diferentes y las épocas tampoco tienen nada que ver. La forma en que Kofi quiere actuar sobre el consumo de drogas se basa en el axioma de puesto que no podemos ganar a los narcos seamos sus competidores. Es decir, vamos a quitarles el negocio.

Las ideas no son delito mientras permanezcan en el terreno de la especulación pero hay quien se lo ha tomado en serio. Se han tomado en serio la legalización mundial de las drogas aunque las heridas están abiertas y pueden verse los efectos. Y se han tomado en serio a Kofi.

El Programa Petróleo por Alimentos de Naciones Unidas se calcula que permitió a Sadam Husein embolsarse 11.000 millones de dólares para reconstruir su tiranía mientras que altos funcionarios de la ONU eran imputados por corrupción, fraude y lavado de dinero. También entonces el objetivo era moverse bajo el escudo del humanitarismo para aliviar el embargo internacional a Irak. Sin embargo los efectos fueron varios familiares de Kofi, con él mismo y su hijo Kojo a la cabeza, en medio de un gran escándalo. Finalmente el ghanés fue exonerado, pero su hijo no. Kofi Annan es un tipo que no conjuga el verbo dimitir y que cada vez se siente más osado y temerario donde más dinero hay. Aunque es evidente su turbia actuación recibió el Premio Nobel de la Paz (2001) y el Premio Indira Ghandi expandiendo una mancha indeleble de sospecha sobre los galardones.

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