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Francisco Pérez Abellán

'El Troll' hace carrera

La policía le acusa de haber dado el mayor golpe en el ramo de la joyería de toda la historia, por valor de 23 millones de euros.

Ismael Arriero gastaba el sobrenombre de el Troll y era alunicero, esto es como Eleuterio, como Medrano, como Agudo, la tarde famosa que le dieron el ladrillazo a la joyería de Bravo Murillo en aquella Montesa Impala. Le llamaban el Troll porque se parecía a esos personajes de ficción de las fantasías animadas y desde muy pequeño participaba en empotrar coches contra las lunas de los escaparates para llevarse joyas o gafas de sol, bolsos o ropa. Muchas veces, en la Milla de Oro. En la calle Serrano.

Con la crisis, el Troll ya no es un robagallinas de alucine, sino el cerebro de una banda a la que la policía culpa de haber dado el mayor golpe en el ramo de la joyería de toda la historia, por valor de 23 millones de euros. Isma, el gran coco maligno, es ahora un muchachote de 31 años, graduado en crimen organizado. Contrariamente a los centros escolares donde regalan los títulos, aquí, en la calle salvaje, el respeto se gana a golpe de tacón. Isma es ya un autor intelectual, el Cabeza, dicen sus iguales, el Cerebro, dicen los polis ilustrados. Y se le achaca un robo de 1.700 relojes suizos de alta gama, con un valor entre 2.000 y 270.000 euros cada uno. La bomba. Al parecer, lo llevó a cabo en diciembre de 2012.

Como alunicero, competía con los más grandes. Era un chicote de dientes estropeados, de rostro irregular y con las orejas de soplillo. Hacía unos meses que la policía le había perdido la pista, y ahora, cuando le han echado el guante, parecía una celebrity de la TV. Según se cree, se ha operado la jeta, arreglado los piños y pegado las orejas al cráneo, como aquel marido que tuvo Lara Dibildos. De modo que tiene empaque de rey del mambo y apostura de guapo de esquina. Su último golpe le ha proyectado a la fama, colocándole a la cabeza de los más espabilados del palo que él toca. Isma pretende especializarse en golpes muy estudiados, que necesariamente tienen que ser pocos, contrariamente a la costumbre del gremio, que prefiere cantidad.

Los que conocen al nuevo baranda de la tribu alunicera dicen que empezó la especialización en delincuencia de la gorda en 2004, con unos veinte años. Han pasado nueve de incesante actividad. El Cerebro ha bajado de las torres de Villaverde al albero de la calle Serrano. Ha abandonado Las Mimbreras para ser un habitual del barrio de Salamanca. Pero además ha sabido extender los tentáculos. Su gran golpe lo dio presuntamente en la distribuidora al por mayor D, en López de Hoyos.

Acostumbrado a entrar y salir de comisaría, logró una fuga espectacular en diciembre de 2008, cuando incineraron a su padre. Sus familiares montaron una batalla campal para que pudiera huir mientras los agentes se distraían con la pelea. Ya por entonces el Cerebro se tiraba el pingüi con un Mercedes de cristales tintados, o, si se quiere, un buga con molonas Ray Ban parasol. Los polis que quisieron cortarle el paso acabaron en el hospital.

La policía se ha encontrado a Isma en diversas operaciones y en cada una de ellas lo hallaba un escalón más arriba de la escalera, hacia la cima sin marcha atrás. Iba dejando atrás la obligación de obedecer y se transformaba en un líder. Isma demostró a todos que tiene coco para darle a la manivela y que es de los que piensan.

Lo primero que le distingue es que se hizo trabajador por cuenta ajena y actuaba por enencargo. Bien fuera sólidos o líquidos. La policía sospecha que se hizo con una remesa de 13.000 teléfonos móviles, que pudo birlar en el aeropuerto de Barajas. Puede ser responsable de extorsión a empresarios e industriales. Poco a poco Isma se ha ido haciendo importante.

A más empaque, más dislate. Ahora tiene un chalé en Fuenlabrada, una finca en Perales del Río, en Getafe, en la que ha construido un búnker. Hecho a conciencia, la entrada se abre con una puerta reforzada.

Se deshizo de los relojes. Los policías creen que estaban en un cilindro en la pared, y cuando se vio en peligro los hizo desaparecer.

La atracada D es una empresa de distribución de relojes de lujo suizos. Los delincuentes la sometieron a un asalto muy peliculero. Primero anularon los sistemas de alarma, con una de las claves de la empresa. Se llevaron las cintas de grabación de las cámaras de seguridad. Emplearon unas cinco horas para abrir un butrón de 50 centímetros, en la cámara acorazada, y recogieron los 1.700 relojes que se guardaban allí. Se dice que Isma lo controló todo, no solo trazó el plan, sino que se ocupó de los detalles. Como a Ho Chi Min, le gusta coordinar en el campo de batalla. Entre otras cosas, logró que sus cómplices no se delataran y los obligó a hablar jerga y llamarse por alias inventados. Por otro lado, gastaba un montón en celulares, puesto que en cuanto recelaba que lo estaban espiando los tiraba sin contemplaciones.

Este verano, el Cerebro se tomó unas intensas vacaciones en Ibiza y en Marruecos, donde gastaba como un ministro saudí, alquilando yates para navegar como un auténtico hombre de negocios. Por último, tiene una afición de magnate del petróleo: su pasión es la caza con galgos. La policía trata de saber su verdadero patrimonio. El Cerebro no revela el secreto de su suerte.

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