Menú
Francisco Pérez Abellán

En España ni le habrían reñido

Para escándalo de las leyes que protegen a los delincuentes, en Inglaterra hay ya dieciséis menores que cumplen cadena perpetua.

Will Cornick, un mocetón alto y fuerte, con sólo 15 años, cometió un crimen sangriento en plena clase dando muerte a cuchilladas a su profesora de español, Anne Maguire, de 61, en un colegio católico de Leeds (Inglaterra), por lo que el juez le ha condenado a veinte años de prisión, aunque lo más probable es que no salga libre nunca. En España, gracias a la Ley del Menor, que permite que casi todas las bandas de delincuentes tengan un joven impune a sus órdenes, ni siquiera le habrían reñido.

En la educación secundaria de aquel país es el primer hecho de esta naturaleza que se produce en las aulas. El juez aprecia en la instrucción, que ha durado medio año, que el procesado presenta una "escalofriante falta de remordimiento". Por eso apunta en su sentencia que es muy probable que se quede en la cárcel para siempre. En nuestro país, que contempla estos casos con una perspectiva totalmente distinta, hasta los 14 años habría sido completamente inimputable, y después de esto entraría por poco tiempo en un centro singular que no es una prisión ni tampoco un colegio, institución de la que por ejemplo salió el Rafita, uno de los asesinos de Sandra Palo, cuyo crimen fue más brutal que el de la profesora de español, sin haber aprendido otra cosa que a usar el cuchillo y tenedor, listo para emprender la carrera que le encamina a convertirse en Enemigo Público Número Uno.

Complemento a la larga condena, el juez ha permitido expresamente que se conozca la identidad del menor, Will Cornick, y que se difunda su imagen. Lo que en la prensa española está perseguido y duramente penado. Así podemos ver en los periódicos ingleses, y también en los españoles, a este adolescente guapo y mohíno, con cara de no haber roto nunca un plato, el pelo caído en flequillo soplado y puntos de acné en el lado izquierdo de la nariz y la barbilla. Esa supuesta inocencia fue desmentida por apuñalar a su profesora por la espalda, cuando se encontraba corrigiendo un ejercicio escrito, con un cuchillo de cocina de 21 centímetros. Will la apuñaló en el cuello y la parte alta de los hombros. El asesino, con su mayor volumen y fortaleza, la siguió mientras trataba de huir. La víctima era delgada y menuda. Recibió siete cuchilladas mortales por parte de su asesino con actitud displicente y despreocupada, hasta que acabó por marcharse cuando la herida fue ayudada a atrincherarse en otra aula. El chico hizo un comentario: "La pena es que no esté muerta". Siguió hablando durante un rato para comentar que había disfrutado de "un subidón".

Como en España, única coincidencia en el proceso de juzgar a un menor entre los dos países, el criminal fue reconocido por un psiquiatra, al que le confesó que se sentía "orgulloso" de lo que había hecho, porque para él sólo existía la disyuntiva de matarla o suicidarse, afirmó el joven de ojos de búho. Los agentes de la policía han declarado que nunca habían visto heridas de tanta saña. La víctima murió al poco de ingresar en el hospital.

El juez ha considerado que, aunque la pena por asesinato simple es de doce años, se dan los agravantes de premeditación –que en España ya no se considera–, "comisión del delito en público", que aquí tampoco se tiene en cuenta, "y ante niños", ídem de lo mismo, así como el “dolor extremo de la víctima”, que nuestra legislación no valora. También castiga el que no haya "remordimiento”, cosa insólita en nuestro derecho consuetudinario.

Al asesino Will Cornick no le ha valido ser menor de edad, ni lo lacrimógeno de su situación, porque sus padres se divorciaron cuando sólo tenía cuatro años, ni el hecho de sufrir una diabetes, que le impedía cumplir su ilusión de entrar en el ejército. Desde que le diagnosticaron la enfermedad, el acuchillador de las aulas consideraba que la vida era "una jodida mierda". Como nos tienen acostumbrados los nuevos delincuentes, comentó en Facebook que odiaba a la profesora que sería su víctima y que esperaba matarla de forma brutal. Según la investigación, llevaba una botella de whisky para brindar por su hazaña.

El detonante fue que la profesora le castigó sin excursión por no haber hecho bien los deberes. Durante el juicio este criminal adolescente, que en España habría sido tratado entre algodones, rodeado de fiscales comprensivos, encargados por ley de la tarea imposible de acusarle y defenderle a la vez, estuvo más bonito que un San Luis, con su traje y su corbata recién estrenados, entre sus progenitores, que desde que rompieron su relación se han esforzado en cumplir sus caprichos. En sus planes interrumpidos por la sentencia estaba el proyecto de asesinar a otros dos profesores, uno de ellos mujer y embarazada. El juez no ha estimado el argumento de que supuestamente padece un vago desorden relacionado con el autismo. Para escándalo de las leyes que protegen a los delincuentes, en la Inglaterra de Cromwell, la democracia y las libertades, hay ya dieciséis menores que cumplen cadena perpetua.

En Internacional

    0
    comentarios