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Francisco Pérez Abellán

Falso conjuro de amor

Si usted ha pagado 165.000 euros por un mejunje o bebedizo capaz de vencer la voluntad del ser amado que lo rechaza, sepa que ha sido engañado.

Mire usted: los conjuros de amor no existen. Si usted ha pagado 165.000 euros por un mejunje o bebedizo capaz de vencer la voluntad del ser amado que lo rechaza, sepa que ha sido engañado. Nadie es capaz de mezclar jugos de flores y tierra del cementerio ni aunque te hundas en ella para transformarte en un seductor. Eso lo tienes o no lo tienes, pero no te lo puede dar nadie ni con bola de cristal. Sin embargo, es la leyenda que bascula sobre la cabeza de un expresidente del CD Castellón, que se defiende diciendo que había invertido en el negocio de la adivinación.

Sin embargo, el hombre ha aceptado una sentencia de conformidad con seis meses de cárcel por dos delitos, uno de allanamiento de morada y otro de ejercicio arbitrario del propio derecho, es decir, por tomarse la justicia por su mano. Así que de lo que se le acusa es de haber entrado en la casa de una supuesta adivinadora, dice la noticia, y, acompañado de otros, acometer la recuperación de los 165.000 euros mal invertidos. Lo que se difunde afirma que los entregó voluntariamente a cambio del elixir que le iba a permitir disfrutar del ser amado, pero él afirma que en realidad hizo una inversión, confundido, en un negocio inestable y ruinoso. El hecho es que acepta que entró en la casa de la mujer y que ésta le despistó y llamó a la fuerza pública.

Las pitonisas de verdad, no sé si la presunta de este cuento, son seres extraordinarios que leen el futuro, lo cambian y lo ajustan a tus deseos. Todo a cambio de un montón de euros aunque sea una fantasía imposible de materializar. El que vive enloquecido por el amor no da valor al dinero ni al sacrificio, y cuando se le acaban los trucos y estrategias corrientes es capaz de buscar raíces en el campo, dientes de roedores, huesos antiguos, miel de abejas, sogas de ahorcado y polvo de ataúd, todo molido al trantrán. Con todo este emplasto lo normal es que el embrujo no funcione y que el amante insatisfecho se caiga del caballo. Una vez en el suelo ansía recuperar los invertido e incluso castigar al que le hizo las promesas incumplidas.

Personalmente, creo la versión del condenado porque uno que ha sido presidente del CD Castellón, con los desengaños amorosos que eso lleva, no puede caer en el encanto de las palabras y promesas, ni que lleven garras de búho o patas de conejo. El condenado por conformidad acepta que entró en la casa sin permiso y cometió un delito y quiso recuperar un dinero que había soltado, tal vez confundido o despistado, aunque es mucha tela para un despiste, cometiendo otro delito que, aunque tenga una base legítima, no justifica los medios empleados. O sea, que es culpable, y tiene que pagar una multa de mil cuatrocientos euros. Los que le acompañaron en la aventura son reos de la misma pena, que si se trata de gente sin antecedentes no cumplen, con lo que amortizan lo mandado y se vuelven a casa. Eso sí, con el amor hecho polvo y el bolsillo vacío.

Sirva esto de lección al que se enamore de objetivos inalcanzables que no se pueden comprar con dinero ni hay brujas que lo hagan accesible. Lo más deseado provoca promesas que se diluyen en el Código Penal y no permiten salvar la cara después de haber hecho el lelo en un intento de sus pretensiones, sofocado por la propia víctima, que prometió un paraíso imposible más allá del papel moneda. El tribunal ha hablado, pero por encima y por debajo seguirá la fábula de que hay pitonisas que por muchos euros pueden hacerte propietario de tus sueños imposibles. Y mire usted, todo eso no es más que una vana fantasía que se mezcla con patas de araña, alas de mariposa y cierto olor a incienso.

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