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Francisco Pérez Abellán

Mintiendo sobre la lideresa

Quiero romper una lanza por la honorabilidad de la político leonesa Isabel Carrasco que mandaba con puño de hierro en guante de cabritilla

Triana Martínez, la más joven y bella de las tres presuntas homicidas del crimen de León, le dice a los forenses que todo fue por un beso. Un beso entre mujeres que ella rechazó. Con esto el homicidio deriva hacia un difuso motivo pasional cuando en cambio tiene una indudable proyección política. Una vez más nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino.

Además de eso nadie señala el escándalo que supone para el PP la muerte de uno de sus personajes de relieve que estaba públicamente amenazado en la corrupta sociedad de su imperio. Es el primer gran fallo de seguridad, aunque no el único, del partido del Gobierno que ha estado a punto de ver volar por los aires su sede central. Las presuntas asesinas pasaron meses preparando el magnicidio y los de seguridad ni siquiera fueron capaces de detectar la amenaza.

Quiero romper una lanza por la honorabilidad de la político leonesa Isabel Carrasco que mandaba con puño de hierro en guante de cabritilla pero nunca fue en vida reo de acusaciones malévolas y no debe serlo en la muerte. Y todavía más que sea una de sus presuntas asesinas la que trate de imputarle acoso. Además de matarla a tiros tras una trampa insidiosa, ahora tratan de hundirla en una sarta de mentiras. La dulce e inocente Triana demuestra ser teatrera. Su madre que quiso pasar por "padre-coraje" se ha demostrado con motivaciones ocultas y que nunca fue buena con ella, porque alguien que lo fuera, nunca habría arrastrado a su hija al crimen.

Triana ayudó presuntamente a Montse a conseguir la pistola y probablemente también a entrenarse con ella. Igualmente la ayudó a deshacerse de la prueba. Triana, que se presenta como una víctima inocente, se perfila como poseedora de droga y reclutadora de la policía Raquel Gago.

La chica es atractiva y eso la dota de una carga nefasta en el equívoco. Se opone la contundente realidad: Isabel Carrasco fue una señora de absoluta respetabilidad, con vida privada y pública estable, en la que incluye compañero sentimental.

Desde el primer momento, las tres imputadas han faltado a la verdad. Ahora se sabe por el informe forense entregado a las partes que las mentiras llegan a lo intolerable. La madre es la presunta autora de los tres tiros que le dieron de forma cobarde y fría a la presidenta de la Diputación y lideresa del PP. También es la esposa separada del ex inspector jefe de Astorga, y Triana su niña mimada. Las dos delataron a la supuesta colaboradora. Este es un crimen aparentemente solo de mujeres, pero en el que se ve clara la conjura.

De pronto, Triana, como el que no quiere la cosa le dice a los forenses que todo fue por un beso. Supuestamente ella "fue invitada por Carrasco a tomar café en su casa y una vez allí, se le insinuó e intentó besarla, a lo que no accedió" dice el ABC, el mismo que, en cheli perverso, dice que Prim "los tenía bien puestos" y que "lo apiolaron" en la calle del Turco. Esto suena a cuento chino. Triana es esa joven que quiso prevalerse de ser la hija de un policía, a la que crearon un puesto totalmente innecesario en la Diputación, hoy amortizado, que ocultaba en su casa un pegullón de droga y que no confesó en sus primeras declaraciones que la cosa fuera un asunto sentimental.

Desde luego está aquí la venganza y el atisbo del mecanismo de relojería por el que se implicó a Gago, a quien la jueza acaba de denegar la libertad por las incoherencias de su testimonio. Tardó treinta horas en entregar el arma del crimen. Las tres están imputadas por tres delitos: homicidio consumado, atentado contra la autoridad y tenencia ilícita, por lo que se arriesgan a una condena de más de veinte años. A Triana, además, deberían juzgarla por difamación.

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