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Morbo, enfermedad, alteración de la salud. En este caso en relación con el cuerpo periodístico. Crónica de refrito sobre la desaparición de la chica madrileña de 18 años en A Pobra do Caramiñal firmada por un escribidor que consigue que el asunto se asome a la primera página del periódico cargado de moralina y con contenido redactado por alguien a quien no le gustan las noticias. Morbo sideral, pero no en el sentido de interés malsano por personas o cosas, o atracción hacia acontecimientos desagradables. Simple cólera morbo.

En mi libro Los crímenes más famosos de la Historia (Planeta) ya dejo claro que los escribidores españoles son más capaces de cometer un asesinato que de escribirlo con provecho. Crímenes contados en el casino después del carajillo o el cubata de ron. Al fin y al cabo son cosa de pliego de cordel y de ciegos como Homero. Conviene adornarlos con verbosidad y con el diccionario de sinónimos.

En el alarde del intelectual, nada de crítica a lo tarde que comenzó la investigación, a la escasez de resultados, al hecho de que muchas jóvenes desaparecen sin ser nunca encontradas en este país que se dice seguro. SOS Desaparecidos afirma que todos los días nos faltan cinco personas que no volvemos a ver nunca. Ahora si los diputados no trabajan porque no hay Ejecutivo –y no hemos visto interés por los que se hacen humo– no deberían cobrar como les pasa a los fontaneros. El Gobierno en funciones, por su parte, debería percibir solo el salario mínimo interprofesional dado que está al diez por ciento de la actividad y cero en desapariciones.

Pero nada de periodismo de batalla pisando barro. Ortodoxia y sumisión en las formas y carga contra los profesionales que siguen en la brecha. Excitando el celo de la autoridad. Por supuesto la chica abducida ha hecho emerger el mar de fondo. Queja porque se destaca que en plena desaparición se le haya retirado la custodia de la otra hija a la madre. Horror a dar noticias.

Dice el autor que se deplora "la explotación del caso para alimentar a una audiencia ávida de novedades". Se ve que ha equivocado el oficio, porque viene a ser a lo que responde el periodismo. El autor es reincidente ya que otro verano dio a la publicidad, en el mismo papel, una ficción plúmbea sobre un director de periódico al que no le gustaba publicar noticias. Ahora se ve que estaba basado en la propia experiencia.

La crónica, que no tiene justificación para ir en portada, le propina una patada al libro de estilo titulando con opinión: "El morbo rodea el 'caso Diana Quer'", algo que justifica en supuestas manifestaciones de vecinos. Es el resultado de que se permita a cualquiera escribir una crónica de sucesos que no es como darle un palo al Gobierno, que está al alcance de todos, porque para redactar la información hay que saber. En ese diario había pocos periodistas que escribieran bien de sucesos y el mejor se ha ido al patio de Carmena, la del Madrid más sucio. La redacción se fecha en A Pobra para darle entidad, aunque lo que contiene se podría haber escrito en cualquier parte y se da la impresión de que se entera uno mejor en internet. Lo importante, dice otra hoja de la misma edición, es que siga existiendo una prensa lo bastante fuerte para resistir la ira del poder. Je, je. Como cuando el fiscal Mitchell le espetó a Katie Graham por el Watergate que si lo publicaba iba a "pillarse las tetas en una máquina de escurrir". Lo dijo con todo el morbazo, el tío.

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