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Francisco Pérez Abellán

'Richi' debajo del agua

Richi no murió porque se le parara el corazón sino por la falta de prevención y vigilancia en los alrededores de centros de diversión de jóvenes.

Richard Angel, Richi, de 17 años, murió en los alrededores de una discoteca de Alcalá de Henares, donde lo golpearon en el aparcamiento y luego lo arrojaron al río, en el que permaneció sumergido veinte días, hasta que un pescador lo encontró por casualidad. Antes lo habían buscado exhaustivamente y, como sucede por desgracia en las búsquedas de desaparecidos en España, no lo habían encontrado.

La sorpresa vino luego cuando la versión oficial estableció y difundió en la prensa que la autopsia había concluido que la muerte era accidental. En concreto, decía que había muerto por parada cardiorrespiratoria, que es de lo que se muere todo el mundo: porque se le para el corazón. Este peritaje mal difundido es el colmo de los reiterados grandes fallos en causa criminal. Recordemos los huesos quemados de los niños de Bretón, que la antropóloga de la Policía confundió con huesos de roedores; o la calavera de una señora de sesenta años, que el forense que informó a la Policía confundió con el cráneo de Yeremi Vargas, el niño de siete años que desapareció en Gran Canaria y del que nada se sabe.

Parece que estos errores por falta de medios o de gente cualificada, y en especial por falta de atención de los políticos, va para largo, puesto que hasta el emergente Pedro Sánchez está más preocupado por ideas delirantes como esa de la religión, que parece salida de la mente de la publicista pornopolítica que aconsejó a Alberto Rivera que entrara en política en pelota picada, como Marilyn en Hollywood, que por la seguridad o la investigación criminal. Ni siquiera presta atención a esta clase de errores catastróficos que nos amenazan a todos.

Richi, según Carmen, su madre, era la primera noche que salía porque era la primera vez que le daban permiso. Pobre. Era tarde y se encontró con un puñado de menores como él. Con ellos estaba una joven a la que al parecer rozó sin querer, y ella fue a buscar a su novio para que lo castigara. Si fue así, porque todavía se investiga, la respuesta fue bestial. Aunque en un principio parecía como un caso cerrado de muerte accidental, ahora resulta que hay ocho detenidos, cinco como presuntos autores de un homicidio y tres como encubridores. La mayoría eran menores de edad, por lo que, pase lo que pase, no les caerá mucho más que una reprimenda y un internamiento en esos centros, a caballo entre escuela y reformatorio, de los que enseguida salen. Más tarea para Sánchez y los suyos si quieren hacer carrera.

Aunque lo peor es que la madre tiene que hacer una campaña de crowdfunding para recoger dinero con el que pagar al abogado y los caros peritajes que deben corregir los errores de la cosa pública. Es decir, que en España te matan a tu hijo, el crimen no se esclarece y encima te arruinan. Además te someten a la angustia de un largo proceso judicial. No sé si esto conmoverá a algún político de buen corazón. Pero sí que se acumula en un largo proceso de madres arruinadas por el crimen: le pasó lo mismo a la de Rocío Wanninkhof, que todavía está pagando los gastos del proceso con la hipoteca de su casa.

El caso es que, en toda esta turbamulta del asunto Richi, donde hay al parecer hasta un testigo protegido, es decir uno que lo sabe todo y lo cuenta, aunque no debe difundirse su identidad, se repiten las constantes de siempre: el embrollo de las filtraciones en las que se habla de autopsia sin verla, en las que se toma un informe provisional por algo definitivo y en las que, sin duda, se hace un dictamen erróneo. Richi no murió porque se le parara el corazón sino porque la falta de prevención y vigilancia en los alrededores de centros de diversión de jóvenes le dejó indefenso en manos de los homicidas.

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