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Francisco Pérez Abellán

Teruel negro

Tengo el privilegio de haber sido uno de los escritores seleccionados para reabrir la Feria del Libro de Teruel.

Tengo el privilegio de haber sido uno de los escritores seleccionados para reabrir la Feria del Libro de Teruel, tras quince años de haber estado cerrada. Admiro en Teruel la laboriosidad y amabilidad de sus habitantes, la inteligencia y poderío de sus hijos pródigos. Su arte mudéjar y la suprema metáfora de lo grande que puede ser lo más pequeño que encarna la Plaza del Torico. Para mí una demostración única de que el humor es el destilado máximo de la inteligencia. Experiencia de la que puede disfrutarse a pie de rabo de toro con un excelente jamón de Teruel.

Su renovada feria del libro contó con la presentación de varios autores de primera fila, como Santiago Posteguillo, Manuel Vilas, premio Aragón de las Letras, y el poderoso Juan Bolea, con su excelente El síndrome de Jerusalén. La presentación de sus libros fue seguida por numerosos lectores y se registraron ventas que hacen que el consultor de marketing Joaquín Guillén Castán y el presidente de los libreros den por hecho que la feria quedará consolidada. En medio de todo esto yo tuve la oportunidad de hablar a los turolenses de "Los crímenes más famosos de la historia", y de la certeza de que cualquiera tiene alma de detective.

En España hay demasiados casos sin resolver, enorme cantidad de desaparecidos a los que no se encuentra y aluvión de delitos ante los que no se responde con prevención, por carecerse de una política criminal. La situación actual es que los delincuentes de cuello blanco han desbordado todas las previsiones y frente al atracador de 72 años con la próstata como una patata que da un golpe de 3.000 euros jugándose la vida cualquier satimbanqui le da un palo millonario a Hacienda sin moverse de casa con una sociedad opaca. La hiperactividad de la policía económica y fiscal se corresponde con la desvergüenza de los tiempos en los que la impunidad ha sido la tónica.

Los grandes escritores españoles nunca han contado bien el crimen en España. Habitualmente se han dejado llevar por las versiones oficiales y no hay una tradición de investigación ni de novela negra que ponga a la sociedad contra las rejas. Galdós aceptó incluso con enfado personal que en el crimen de Fuencarral se pusiera en duda que la criada era la única responsable de las culpas de los señoritos que mataron a Luciana Borcino, Pío Baroja reconoce que no tiene temple para enfrentar el sangriento crimen de Don Benito, Valle Inclán alaba al asesino de masas Mateo Morral y le dedica un poema. Aquí el único escritor con dos cojones para contar el crimen es doña Emilia Pardo Bazán en sus cuentos policiacos, que hasta se atreve con la criminalidad de la mujer en Un destripador de antaño, además de crear al detective Selva en la Gota de sangre. Eso y que Ramón J. Sender escribe bien lo de Casas Viejas.

Esto le explicaba yo a los turolenses, junto con la anécdota de que Paco Umbral confunde al asesino con la víctima y que Federico García Lorca, el otro de los tres federicos, hace el mejor teatro en Bodas de sangre con un crimen rural. En esta época de desventura encima ha bajado el listón en los crímenes reales, con excepciones como Javier Tomé con el magnicidio de León. En la Glorieta de Teruel, donde soplaba un aire vivificador, las casetas bullían de aficionados al misterio criminal y de autoridades del Gobierno de Aragón, la alcaldesa y la concejala de Cultura, creadores e intelectuales. En medio de todo ello les propuse ampliar las posibilidades de la investigación criminal en nuestro país, derogar el monopolio y sacar cada uno el detective que llevamos dentro. El misterio criminal es un reto para el intelecto y pone en acción el olfato de sabueso y la capacidad deductiva. Nuestro país es quizá uno de los que menos se apoya en la sociedad civil y tal vez por eso, aunque no se pone de relieve, hay un veinticinco por ciento de casos sin resolver. La lucha contra el crimen pasa no solo por ajustar las leyes a las necesidades sino por formar investigadores. Nosotros que hemos tenido que hacer de detective de la historia, ante la imposibilidad de ejercer de criminólogos, pedimos que los políticos enfrenten la reforma criminal sin espanto. En Teruel y en todas partes.

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