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Francisco Pérez Abellán

Vuelven las patrullas ciudadanas

Una de las primeras obligaciones de quienes nos mandan es asegurar la vida e integridad de los ciudadanos. Si falta eso, todo lo demás sobra.

La gente decide encargarse de la seguridad de su vecindario sólo cuando se siente especialmente amenazada. El aumento de los asaltos a casas aisladas y urbanizaciones en Gerona, que provocó recientemente la muerte por asfixia del jefe de la patronal de la región, ha generado una oleada de preocupación. Como carecemos de estadísticas del crimen, solo podemos decir que han aumentado la demanda de vigilancia privada y la instalación de alarmas.

Hace solo unos días una joven que iba a entrar en su vivienda fue asaltada por una banda, que tras amenazarla consiguió acceder a la casa, donde se encontraba la madre de aquélla. Eran las ocho y media de la tarde. Las dos mujeres fueron golpeadas, amenazadas y finalmente rociadas con combustible, para que confesaran.

Se ha cruzado el Rubicón de la crueldad. Los delincuentes ahora prefieren atracar las casas con sus habitantes dentro, y ejecutan métodos de persuasión cada vez más crueles.

El vivir en zonas rurales o poco pobladas empezó a ponerse feo cuando se retiró la vigilancia de la Guardia Civil. La retirada del Instituto Armado empeoró el panorama en Cataluña. El caso es que los ciudadanos se encuentran mal preparados para aislarse de delincuentes duros y entrenados. En el pueblo gerundense de Campllong están pensando dar formación en seguridad a los vecinos, según el alcalde.

La angustia es tal, que se plantean, pues, las patrullas ciudadanas, que no son una buena solución. Ese alcalde ha denunciado una ola de robos como el que sufrieron las dos mujeres de la historia anterior, a las que quitaron dinero, joyas y un coche de alta gama. Las dos mujeres viven solas desde que murió el padre/esposo. Lo difícil será ahora vencer el pánico.

En Sant Andreu de Salou ya salen los vecinos a patrullar. Por las noches. De momento lo hacen en sus propios coches. Vigilan a partir de las once, y pretenden reforzar el servicio, que de momento realizan siete hombres.

Los vecinos no están preparados para la lucha contra el crimen, por lo que hablamos de un enfrentamiento de aficionados contra profesionales. La llegada desde Europa de toda clase de malhechores expertos en ese tipo de asaltos provocó la eclosión del fenómeno, al que se ha apuntado la delincuencia autóctona. Confiados en su suerte, muchos ciudadanos todavía guardan sumas importantes de dinero, o bienes muy valiosos, en sus casas, ignorantes de que así están poniéndose en la mira de los criminales.

Las bandas organizadas sólo pueden combatirse con una política centralizada, especialmente diseñada, que no les dé cuartel. La existencia de patrullas ciudadanas puede complicar aún más las cosas. No son una buena solución, aunque entiendo que sean un acto desesperado ante la ineficacia de las autoridades.

Una de las primeras obligaciones de quienes nos mandan es asegurar la vida e integridad de los ciudadanos. Si falta eso, todo lo demás sobra.

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