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Frank Calzón

El cardenal, Moratinos y los presos políticos

Moratinos fue a La Habana a buscar argumentos que presentar a los europeos para que levanten las sanciones en contra del régimen. Los presos son una ficha que el ministro tratará de jugar no en beneficio de la libertad sino de la dictadura.

El aparato de propaganda y desinformación de la dinastía castrista acaba de anotarse un tanto con las declaraciones del cardenal cubano Jaime Ortega Alamino anunciando que después de reunirse con el general Raúl Castro y con Miguel Ángel Moratinos, ministro español de Asuntos Exteriores, cinco ex presos políticos serán excarcelados y "podrán salir en breve para España en compañía de sus familiares." 

Que dicho de otra manera es que cinco presos políticos, encarcelados injustamente en el 2003, serán excarcelados y desterrados a España, una medida a la que no se atrevió ni siquiera el odiado dictador Batista; y que les recuerda a los cubanos los destierros de los patriotas cubanos a Ceuta y Chafarinas ordenados por los capitanes generales españoles en el siglo XIX. 

Aunque todos nos alegramos cuando cualquier déspota excarcela a algunos cautivos, el papel del ministro de Exteriores es muy lamentable. El Gobierno de José Rodríguez continúa dándole prioridad a ayudar al régimen que desgobierna a la isla por más de medio siglo, porque, como ha declarado el señor Moratinos, su misión más que humanitaria está dirigida a conseguir el levantamiento de las sanciones europeas en contra de la tiranía castrista.

La excarcelación de los cinco, y la de otros 47 "en un periodo de tres o cuatro meses ", se anuncian en el momento en que el Gobierno de Madrid ya no preside la Unión Europea, donde fracasaron sus esfuerzos para suavizaran la política europea hacia La Habana. La nueva gestión de Moratinos tiene además la ventaja para Raúl Castro de contrarrestar lo que el hermanísimo ha denunciado como "guerra mediática"; es decir, la atención en aumento de la prensa internacional y de gobiernos democráticos por la represión, la crueldad y la miseria que sufren los cubanos.

Pero aunque la dictadura tiene que agradecerle al cardenal Ortega Alamino y al ministro de Zapatero que el clima internacional le sea menos hostil, por otro lado no todo el mundo está dispuesto a batir palmas. Como ha dicho al Washington Post José Miguel Vivanco de la organización Human Rights Watch, los cautivos de los Castros, "son gente cuyo único crimen es que no están de acuerdo con el gobierno"; "no vamos a felicitar a un gobierno que decidió encarcelar a personas que no deberían haber estado en prisión".

Sea como sea, y cualquiera que haya sido la razón de su abrazo con el sanguinario Raúl Castro, hay que agradecerle a Moratinos la parte que haya tenido en la excarcelación de los cubanos, aunque hay que preguntarse por qué Moratinos, que según fuentes diplomáticas tiene mucha influencia con el general cubano, no le insistió que permitiera que los presos excarcelados se quedaran en Cuba. Aparentemente el ministro español tampoco le pidió a Raúl que permitiese asistir a la universidad a los hijos e hijas de los presos políticos, ni que sus esposas puedan reincorporarse a los empleos de los que han sido cesadas.

La situación en la isla tiene que ser muy difícil para que el régimen tome esas míseras medidas. Hasta ahora, los acólitos del castrismo sólo podían mencionar como logro de dos meses de conversaciones de la Iglesia con el general, el excarcelamiento de un preso político y "el traslado de doce a sus provincias de residencia". Es decir, el traslado de presos de cárceles distantes de sus hogares donde se dificultan las visitas de sus familiares a cárceles en sus provincias de residencia.

Pero antes de darle todo el crédito al ministro y al cardenal, es necesario traer a colación otro dato que provocó las críticas de la comunidad internacional: la muerte en una huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, preso político que se declaró en huelga de hambre pidiendo mejores condiciones para los presos políticos cubanos. El régimen le dejó morir en sus últimos días, negándole el agua. Zapata Tamayo murió después de 30 días de huelga de hambre, a pesar de las conmovedoras llamadas al exterior de su madre que hizo todo lo que pudo para salvarle la vida.

El régimen detuvo a varios disidentes que trataban de asistir a su entierro, y amenazó a su madre porque se atrevió a culpar a las autoridades por su muerte.

Otro cubano, el ex preso político Orlando Fariñas, se encontraba al borde de la muerte en otra huelga de hambre cuando el ministro Moratinos visitó la isla, pero el ministro español no tuvo tiempo para visitarlo.

El régimen promete excarcelar a 47 más en los próximos meses. Pero, ¿cuántos otros cubanos ingresarán en las prisiones castristas durante el mismo tiempo dado el alto nivel de la represión política en Cuba? ¿Y qué sucederá con el más de un centenar presos de conciencia, algunos en la prisión por más de 15 años, como Lázaro García Farah, quien ya ha cumplido 17 años en prisión por propaganda enemiga? ¿O Rafael Ibarra Roque, dirigente del prohibido Partido Político 30 de Noviembre, en prisión por más de 16 años? Además, hay presos condenados por "desacato", por gritar en un momento de desesperación "Vivan los derechos humanos, abajo el Comunismo"; o condenados por "peligrosidad" –el gobierno entiende que usted es peligroso y lo envían a la cárcel; o por propaganda enemiga: tener el libro Rebelión en la Granja de George Orwell, o cualquier libro sobre la transición a la democracia en Polonia o España; o por vender una langosta que usted ha pescado en la costa, pero que es sólo para los extranjeros. 

En 1957, el odiado general Fulgencio Batista promulgó una amnistía general de presos políticos, liberando a Raúl y a Fidel Castro, permitiéndoles quedarse en la isla, donde organizaron mítines políticos, dieron discursos por la radio, y escribieron en la prensa de la isla. Quizás sea por eso que los hermanos Castros destierran a la oposición, aunque la oposición ya está en las calles, entre los jóvenes, los activistas de derechos humanos, los blogueros, algunos curas más atrevidos que el cardenal, algunos intelectuales y artistas, y hasta dentro del mismo régimen en la burocracia, las fuerzas armadas y la Unión de Jóvenes Comunistas.   

El cardenal y el ministro Moratinos tienen una gran responsabilidad: asegurarse que los presos que el régimen prometió excarcelar lo sean, continuar pidiendo la liberación de todos los presos políticos, el levantamiento del virtual estado de sitio en que vive el país, y apoyar la solicitud de los grupos de derechos humanos que piden que se permita la entrada a la isla al Comité Internacional de la Cruz Roja, a Amnistía Internacional, a Human Rights Watch, y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. 

¿Y qué decir sobre el ministro Moratinos y el cardenal Ortega?

Moratinos fue a La Habana a buscar argumentos que presentar a los europeos para que levanten las sanciones en contra del régimen. Los presos son una ficha que el ministro tratará de jugar no en beneficio de la libertad sino de la dictadura. Raúl Castro quiere desterrar a la oposición, y el ministro se presta al chantaje. Sales de la cárcel, pero tienes que marcharte de tu país.

También es posible que haya habido otros asuntos en la discusión en La Habana. ¿Cuál fue la respuesta del gobierno cubano a la petición de Moratinos de que las compañías españolas en la isla puedan sacar su dinero de los bancos cubanos donde las cuentas se encuentran congeladas? ¿Cuál fue la respuesta de su homólogo cubano cuando le pidió que se reabra el Centro Cultural Español inaugurado en La Habana por el Rey Juan Carlos, y clausurado después por orden expresa de Fidel Castro, por contener "propaganda enemiga"?

Y al cardenal Ortega, como en la parábola del hijo pródigo de regreso al hogar después de una larga ausencia: en buena hora se ha decidido a participar más activamente en la lucha por los derechos humanos. Ojalá que Dios le dé la fortaleza necesaria para defender la verdad, para no aceptar la intimidación, y que le sea posible buscar fórmulas que alivien el sufrimiento de los cubanos que se han sentido abandonados por la Iglesia a la crueldad, la infamia y la arbitrariedad del régimen.

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