Querido presidente: hermoso gesto,
quitar de las paredes y fachadas
de escuelas estatales o privadas
los torvos crucifijos que han impuesto.
Odiamos ese símbolo funesto,
provocador de guerras y cruzadas;
repugna ver las cruces que hay colgadas
de un culto tan retrógrado y molesto.
Suprímales sus signos antipáticos,
y deje que los fieles más fanáticos
se ahoguen entre hipócritas suspiros.
Nos gusta usted, un líder con mordiente.
Recuerdos a sus hijas, presidente.
Atentamente suyos, los vampiros.