El Rey podría hablarnos de derroches.
De viajes. De regresos. De valijas.
De sus apuestos yernos. De sus hijas.
Del arte cinegético y de coches.
El Rey podría hablarnos de sus noches.
De coimas eventuales y de fijas.
De alhajas, de pendientes, de sortijas,
de anillos, de collares y de broches.
El Rey podría hablarnos de sus yates.
De jeques. De banqueros. De magnates.
De cosas del Estado del que es Jefe.
El Rey podría hablar de su cadera.
Y en fin -sin mucha prisa, cuando quiera-,
de qué coño pasó el 23-F.