¡Qué suerte tengo! ¡Soy cineasta!
A los sociatas les doy jabón;
de Carmen Calvo soy entusiasta,
pues me da pasta
y promoción.
Me importa un bledo no hacer taquilla;
del vil mercado me encuentro a salvo:
porque dinero siempre se pilla
—¡qué maravilla!—
de Carmen Calvo.
Que Santa Carmen del Presupuesto
mi genio fílmico no lo malogre,
pues puntualmente me manifiesto,
grito y protesto...
¡porque soy progre!
Marcho con otros intelectuales,
titiriteros y saltimbanquis:
todos rebeldes profesionales,
muy radicales
¡contra los yanquis!
Odio a los yanquis por su dinero
y porque el público ve sus películas;
pues las taquillas que yo genero
—seré sincero—
¡son tan ridículas!...
Y es que la gente parece lerda,
pues no comprendo que se apoquine
por ver las gringas pelis de mierda,
y no mi cine,
¡cine de izquierda!
Yo necesito grandes platós,
focos, actores y vestuarios...
Y necesito, bien sabe Dios,
—acá inter nos—
pingües salarios.
¡Cómo me gusta ser cineasta!
¡Ay, qué delicia! ¡Ay, qué ilusión!
Aunque mis filmes son una plasta,
cobro la pasta:
¡mi subvención!