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(Soneto con estrambote)
 
Como conferenciante, eres fulastre;
como estampa mediática, siniestro;
como animal político, un cabestro;
como escritor de libros, un desastre.
 
Como rival dialéctico, un pillastre;
un pelmazo, sin más, como maestro;
como instructor de causas, poco diestro
y, en fin, como galán, para el arrastre.
 
No se te pudo ver como ministro,
pues Mister Equis, rostro de alabastro,
te pegó la patada en todo el fistro.
 
Has perdido, por tanto, ya su rastro.
Pero insistes, Garzón, en el registro
de ser, por vanidad, sólo un juezastro.
 
(Mas tampoco me arrastro,
si, tras tanta invectiva y cuchufleta,
alabo tu firmeza ante la ETA.)
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