Para acabar el mes de agosto, nos meteremos en vicios de la lengua. O, si lo prefieren, en vicios del idioma: no me piensen mal. El caso es que hace muchos años publiqué en la revista Época el siguiente soneto sobre una irritante muletilla del español:
LO QUE ES UN SONETO
Para escribir lo que es un buen soneto
no hay que tener lo que es mucho talento,
que con lo que es ponerse, en un momento,
en lo que es empezar, ya está un cuarteto.
De lo que es proseguirlo, está el secreto
en no acusar lo que es relajamiento
y a las rimas andar lo que es atento,
que en lo que es sutileza, no me meto.
En lo que son tercetos, yo procuro
encontrarme lo que es bien concentrado,
pues lo que es el final es lo más duro.
Ya casi está lo que es bien rematado:
lo que es un verso más... y os aseguro
que lo que es el soneto está acabado.
Pues bien, trece años después, he escrito otro soneto no ya sobre una muletilla, sino sobre una cruda incorrección gramatical. Espero que les guste.
Pienso de que escribir un buen soneto
dicen de que es pillarle su tranquillo.
Intuyo de que, en fin, si se lo pillo,
entiendo de que acabo ya un cuarteto.
Como poeta opino de que el reto
no creo de que sea muy sencillo;
mas aseguro de que, sin gran brillo,
pretendo de que luzca bien coqueto.
Ya en los tercetos, quiero de que ahora,
que intento de que salga, si se atora,
no ocurra de que el estro se me seque.
Parece de que acabo. Falta poco.
Percibo de que cesa mi sofoco,
y les repito de que pienso de que.