Yo nunca voté a Suárez. Y no es que no quisiese.
En el setenta y siete no tenía la edad.
Cuando después la tuve, ya estaba el CDS,
y no me apetecía, les digo la verdad.
No voy a hacer lisonja de su labor política,
ni un canto panegírico de aquella Transición.
No voy a hacer loores. Pero tampoco crítica.
Aciertos, tuvo muchos. Y fallos, un montón.
No era un hombre culto, como Calvo Sotelo.
No era una lumbrera, ni un gran intelectual.
Pero era un tipo listo, con los pies en el suelo
Y una ambición enorme. Y un instinto especial.
Trató de que pasáramos hacia la democracia.
Sin atizar los odios. De la ley a la ley.
Lo hizo, más o menos. Pero cayó en desgracia.
Y lo echaron los suyos, la oposición y el Rey.
Pero hoy, que ya está muerto, con vergonzoso estilo,
los que lo apuñalaban lo quieren ensalzar.
Se ahogan en sus lágrimas, que son de cocodrilo.
Y en fin, sinceramente, dan ganas de potar.
Yo nunca voté a Suárez. Ni le metí cizaña.
Por eso, no me toca tratar de ser mordaz.
Fue un presidente honrado. Sin duda amaba a España.
Me quedo con sus méritos. Adiós. Descanse en paz.