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La izquierda latinoamericana respalda a Gadafi

Incluso el analista prochavista Nikolas Kozloff no pudo resisitirse a hacer comentarios sobre las repugnantes amistades africanas de Chávez.

El mundo sigue siendo testigo del desarrollo de la dramática rebelión popular en Libia. En estos días hemos visto a un criminal Muamar Gadafi prometiendo luchar "hasta la última gota de sangre" a mercenarios extranjeros entrando a Libia para matar civiles, a ex miembros del Gobierno libio listos para demostrar la implicación de Gadafi en la destrucción del avión 103 de Pan Am, e incluso al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad –ciertamente poco amigo de la libertad– tildar de "inimaginable" la matanza de opositores libios. En medio de toda esta agitación en Libia, ¿dónde se puede encontrar a los líderes de la lucha popular de Latinoamérica? Del lado de Gadafi, por supuesto.

Los antidemócratas de América Latina se están dado prisa para salir a expresar su respaldo y solidaridad para con su buen amigo libio mientras la matanza se amplía.

Hugo Chávez se considera hermano de sangre de Gadafi. El autoritario presidente radical de Venezuela fue huésped de honor en la celebración del 40º aniversario del golpe y errático Gobierno de Gadafi. Los agradecidos libios incluso le pusieron el nombre de Chávez a un estadio de fútbol. Chávez y Gadafi se pusieron de nombre "tigres de acero" haciéndole frente al imperio; es decir, a Estados Unidos. En su última visita a Venezuela, Chávez concedió a Gadafi el honor más alto de la nación y le entregó una reproducción de la espada de Simón Bolívar. Puede que la espada le venga bien a Gadafi ahora que tiene que pelear hasta el final.

Incluso el analista prochavista Nikolas Kozloff no pudo resisitirse a hacer comentarios sobre las repugnantes amistades africanas de Chávez. En un reciente artículo, Kozloff observa: "Lejos de apoyar la lucha popular, Chávez se ha abrazado a los líderes más inescrupulosos y autocráticos imaginables". Éstos incluyen a Robert Mugabe de Zimbabwe, al presidente Omar al-Bashir de Sudán, y por supuesto a Gadafi. El presidente sandinista de Nicaragua, Daniel Ortega, viejo acólito de pasadas revoluciones, candidato a una presidencia vitalicia y, desde hace mucho, receptor de la generosidad de Gadafi, dijo a la prensa que había llamado por teléfono al asediado tirano para expresarle su "solidaridad" y ofrecerle consejo en estos "momentos de tensión".

Pero nadie se parece más a Gadafi en las Américas que Fidel Castro de Cuba. Él y su hermano Raúl (el actual gobernante cubano) representan un fosilizado régimen de represión, intolerancia y desesperación similar a la Libia de Gadafi. Escribía el envejecido vaticinador del fin del capitalismo en sus Reflexiones el 21 de febrero: "Al Gobierno de Estados Unidos no le importa en absoluto la paz en Libia y no vacilará en ordenar a la OTAN que invadan ese rico país, quizá en cuestión de horas o días".

La capacidad de Castro de detectar la mano siniestra de Estados Unidos detrás de cualquier exigencia de cambio democrático o de una sublevación popular para sacar del poder a un tirano es un oportuno recordatorio del miedo de pesadilla acechando las mentes de los altos líderes del régimen cubano. Tienen razón de temer que la gente cubana en realidad pueda volverse en su contra como egipcios, libios y otros se han vuelto contra sus supuestos benefactores.

A través de América Latina, Chávez, Ortega, Castro y otros se encuentran metidos en un problema a nivel diplomático y ético. Su histórico respaldo a Gadafi, el héroe antiamericano, antioccidental, está teniendo efectos contraproducentes ante la sublevación que ahora se conoce como la Primavera Árabe de 2011.

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