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Fundación Heritage

La reforma sanitaria

Lo sepamos o no, la aprobación de esta ley significa de hecho que hemos cedido otra parte más de nuestras libertades al Gobierno federal.

Cuando Barack Obama estaba de campaña para la presidencia, nos prometió un ambiente político menos polarizado, menos partidista y un Gobierno federal más transparente y responsable.

Lamentablemente, estas nobles promesas electorales no eran nada más que palabras retóricas que se lleva el viento. En ninguna parte es esto más evidente que en la recientemente aprobada ley sanitaria.

Obama y los progres del Congreso están en la gloria por haber aprobado esta ley. Han cumplido con el sueño centenario del movimiento progresista. Pero, ¿estará este asalto al proceso legislativo y democrático a la altura de sus promesas: la de brindar un sistema médico más asequible para todos los americanos?

El apoyo hispano a esta ley indica que demasiados de los nuestros siguen pensando que el Gobierno está mejor capacitado para administrar servicios que el sector privado. No lo está y por otra parte, el apoyo a esta drástica legislación de los principales grupos de presión hispanos a nivel nacional pone de relieve su cometido de destinarnos a una mayor dependencia del Gobierno federal. 

En vez de buscar formas para que nuestra comunidad tenga más poder, demasiadas organizaciones que dicen representarnos continúan poniendo su fe en el Gobierno en lugar de hacerlo en el individuo. Esto es descorazonador. Parte de la genialidad de Estados Unidos se debe a nuestro espíritu emprendedor y creativo que ha abierto la puerta a la prosperidad y a una mejor calidad de vida para todos los americanos. Esto es precisamente lo que trajo aquí a muchos de nosotros.

 

Desgraciadamente, esta ley sanitaria no es nada más que una victoria para los que están convencidos de que el Gobierno está mejor preparado a la hora de decidir qué tipo de atención médica le viene bien a nuestras familias. En vez de darnos verdaderas opciones y estimular la competencia, lo que hace esta ley es darle más poder al Gobierno federal.

También es una de las leyes más caras de la historia de nuestro país. En un momento en el que los Estados Unidos está padeciendo una profunda recesión y haciéndole frente a crecientes déficits debido a programas sociales ya existentes pero sin financiación, la aprobación de esta ley es un acto de pura temeridad. 

Quizás la peor crítica que se le puede hacer a esta ley es la forma cómo se aprobó. En vez de cumplir su promesa electoral de acabar con los tratos sórdidos a puertas cerradas y los favores políticos, el presidente no levantó ni un dedo al ver cómo los líderes del Congreso utilizaron todas las maniobras políticas habidas y por haber para que el pueblo no se enterara de lo que estaba sucediendo. A pesar de habernos prometido un Gobierno más transparente, Obama hizo de la vista gorda mientras el Congreso negociaba detalles importantes a puertas cerradas.

Puede que algunos digan que el partido que ahora está en la minoría empleó las mismas tácticas cuando estaba en la mayoría. De acuerdo, pero dos errores no hacen un acierto.

Lo sepamos o no, la aprobación de esta ley significa de hecho que hemos cedido otra parte más de nuestras libertades al Gobierno federal. También podemos esperarnos una subida de impuestos para ayudar a sufragar su coste.

En vez de favorecer un sistema controlado por el Gobierno, el presidente podría haber adoptado medidas simples como por ejemplo permitir que los consumidores puedan comprar seguros en otros estados de la Unión para así ayudar a millones de americanos a acceder a una prima asequible. Desafortunadamente, el presidente Obama y este Congreso rechazaron de plano las ofertas de libre mercado y se inclinaron por un Gobierno federal más invasivo.

Mientras que este Congreso prosigue su marcha para encargarse de otros temas de suprema importancia, incluyendo la educación y posiblemente la política energética, debemos resistirnos a poner nuestra fe ciega en el Gobierno federal. Recuerde los ideales de oportunidad y libertad que nos atrajeron a este país. ¿No es ésa la clase de sociedad en la que queremos vivir?

 

© The Heritage Foundation

©2010 Traducido por Miryam Lindberg

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