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Gabriel Calzada

Europa se congela

Con todo lo que está lloviendo no me extraña que las organizaciones ecologistas se estén poniendo nerviosas. Y lo estarán más en el futuro. Tiempo al tiempo.

Al movimiento radical ecologista y a sus aliados, los políticos europeos, no les está yendo muy bien en la Conferencia de Viena sobre Cambio Climático. Llevan 15 años estirando las frases y las palabras para generar una alarma social que les otorgue vía libre para sus políticas ultraintervencionistas. Pero parece que hasta la demagogia ecologista tiene un límite y no me extrañaría que al final veamos a un montón de políticos tratando de recomponer sus discursos partiendo de una montaña de frases rotas.
 
En Viena se está discutiendo el Protocolo de Kyoto versión 2.0, es decir, el que pretenden que entre en vigor una vez acabado el actual en 2012 y que dure hasta el año 2020. Resulta que los representantes europeos son unos cachondos. No son capaces de cumplir el compromiso actual de reducir en un 8% las emisiones de CO2 con respecto a las de 1990 –a pesar del desaguisado económico que han montado con múltiples regulaciones absurdas y transformando el crecimiento industrial en un fuego de suma cero– y han decidido correr un tupido velo sobre la realidad para pedir reducciones de entre el 25 y el 40% para 2020. Un día de estos se van a pasar de rosca. Un Protocolo cuyo coste económico es elevadísimo y su efecto sobre el clima casi imperceptible (una reducción de 0,07 grados centígrados para 2050) no pueden prolongarse indefinidamente. Y menos aún cuando quienes no son capaces de cumplir el primer paso exigen al resto sacrificios mucho mayores para obtener beneficios más que inciertos. Así que Rusia, Japón, Canadá y Nueva Zelanda han decidido hacer cuentas y ver si esta broma no está yendo demasiado lejos. Por lo pronto estos países han rechazado frontalmente esta propuesta europea por el “importante impacto negativo” que tendría sobre sus economías.
 
Además, por mucho que los medios europeos lo hayan escondido, la NASA corrigió en agosto su famosa serie histórica de temperaturas en EEUU según la cual 1998 era el año más caluroso del siglo. Esta serie del Instituto Goddard de la NASA sirvió en su momento para promover el alarmismo y el Protocolo de Kioto. Ahora resulta que el record de calor lo tiene 1934. Es curioso, pero por aquel entonces la producción de CO2 era muy reducida comparado con el periodo de postguerra. A lo mejor los ecologistas tienen que ir buscando otro cabeza de turco. Para colmo de bienes, tanto los datos del Instituto Goddard como los de la universidad de Alabama-NASA indican que desde hace 6 años no ha habido calentamiento global; al menos en este planeta. Estas noticias llegan en un veranito en el que, al menos en Madrid y en Canarias, las temperaturas eran la mar de agradables. Y eso que los ecolojetas se hartaron a predecir a principios de año con total certeza que este iba a ser el verano más caluroso de los últimos 100. Claro que el año pasado también iba a ser el año de más huracanes de la historia reciente y resultó que se quedaron todos durmiendo en las aguas del océano. Vaya descaro el de la madre naturaleza. Si es que ya no respeta ni a Greenpeace.
 
Tampoco hay que descartar que estos países no se quieran comprometer a nada en vista de lo tortuoso que es el camino de Kyoto y de que George Bush ha convocado una reunión para finales de mes sobre cambio climático. El presidente norteamericano anunciará con toda probabilidad la propuesta de sistema impositivo para las emisiones de CO2 como alternativa al racionamiento con comercio de derechos de emisiones que tiene entrampado a sector industrial europeo. Un nuevo despropósito pero sin duda menor que el de Kyoto. Países como Rusia ya han recibido un montón de dinero por los derechos de emisión que les hemos comprados los que hemos hecho el primo así que es un buen momento para abandonar la farsa y unirse al carro de los impuestos al Co2; sobre todo si son bajos. Por otro lado, el primer ministro australiano acaba de anunciar el destino de otros 70 millones de dólares a desarrollos tecnológicos, investigación en fuentes de energía y conservación de bosques contra el calentamiento global. Los países del acuerdo Asia-Pacífico continúan con su alternativa a Kyoto confiando en el desarrollo tecnológico en vez del racionamiento defendido por la Unión Europea. Esta actitud realista y efectiva de los países del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico puede estar quitándole algunos apoyos al Protocolo de Kyoto.
 
Con todo lo que está lloviendo no me extraña que las organizaciones ecologistas se estén poniendo nerviosas. Y lo estarán más en el futuro. Tiempo al tiempo.

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