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Gabriel Calzada

Los verdaderos héroes de la lucha contra el fuego

Quienes tuvieron éxito en este juego del escondite y se quedaron desafiando a las llamas para defender sus propiedades y las de sus amigos o familiares aseguran que les movía la desconfianza en la efectividad de los equipos de extinción de incendios.

La dramática situación vivida por muchas familias canarias ante uno de los incendios más importantes que se recuerda en el archipiélago ha vuelto a mostrar la valentía, la generosidad y la audacia que muestran muchos individuos en situaciones límites. Y, una vez más, la propiedad privada se muestra como un poderoso incentivo para solucionar los problemas más acuciantes mientras que la propiedad pública de los servicios de extinción da muestras de la esperable descoordinación y falta de previsión.

En muchos sentidos no hay nadie mejor que el dueño para proteger sus propiedades de un incendio. Esto es lo que pensaron los vecinos de algunos pueblos afectados por el fuego. Así que cuando la Policía vino a sacarles de sus casas se escondieron de las fuerzas del orden público ignorando las repetidas llamadas de evacuación y esperaron a que sus pueblos quedaran semi-fantasmas para actuar armados de la idea de que "esto sólo lo sabemos salvar nosotros".

Algunos de estos valientes fueron encontrados, aporreados y detenidos por negarse a abandonar sus viviendas y muchos han denunciado el trato hostil y vejatorio que recibieron de la Policía cuando les obligaban a abandonar sus casas. Pero al menos en Tunte y Fataga, dos pueblos de San Bartolomé de Tirajana, lograron encerrarse en sus casas y burlar a la Policía la noche del día 30 de julio para tratar de protegerles del fuego.

Quienes tuvieron éxito en este juego del escondite y se quedaron desafiando a las llamas para defender sus propiedades y las de sus amigos o familiares aseguran que les movía la desconfianza en la efectividad de los equipos de extinción de incendios. Según cuentan, quienes se suponían que iban a tratar de proteger sus casas no sabían ubicar los pueblos afectados ni de dónde extraer el agua para realizar las tareas contraincendio.

Los habitantes han experimentado de una manera penosa la máxima del premio Nobel de Economía Friedrich Hayek –y que ya adelantó Juan de Mariana en el siglo XVI–, según la cuál no tiene sentido centralizar las decisiones cuando las posibilidades de coordinar distintas acciones para alcanzar una meta de manera exitosa dependen de información dispersa, práctica y, a menudo, subjetiva. Así, un tal Santiago, vecino de la zona afectada declaraba a la agencia Efe lo que está en boca de tantos y tantos canarios: "Es una pena que no se nos escuche como residentes de la zona, porque nosotros conocemos perfectamente los lugares claves para atajar este incendio". Algunos lugareños, comentan que advirtieron a las autoridades de lo que sería la evolución probable del incendio sin que nadie tomara medidas al respecto: "¡Mira que se lo advertimos! Pero como no escuchan a la gente de la zona, que es la que sabe... pasa lo que pasa."

Por desgracia, dada la naturaleza del problema, ni la propuesta del PSOE de inundar el monte con dinero público ni la de Mariano Rajoy de crear un nuevo órgano burocrático nacional para situaciones de crisis solucionará la cuestión de los penosos incentivos del sector público ni de su peor eficiencia en la gestión de estas situaciones de emergencia sino que, más bien, tenderán a agravarlos.

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