Menú
Gabriela Calderón

Venezuela, Betancourt y Rangel

En Venezuela se está perpetrando un golpe de estado planeado desde La Habana.

Mientras escribo estas líneas hay una colección de mandatarios y representantes de mandatarios en Caracas para respaldar la ejecución de un golpe de estado, planeado desde La Habana. Esto viene sucediendo en Venezuela desde hace más de una década, pero tras el fallo del Tribunal Supremo de Justicia sobre la toma de posesión de Chávez ya es innegable que en Venezuela no queda vestigio alguno de república democrática.

Esto ocurre en la tierra de quien el historiador mexicano Enrique Krauze considera "la figura democrática más importante del siglo XX en América Latina", Rómulo Betancourt; que es también la tierra de Carlos Rangel, autor del que probablemente sea el mejor libro que se ha escrito sobre la historia contemporánea de Latinoamérica: Del buen salvaje al buen revolucionario.

No es la primera vez que los Castro pretenden utilizar Venezuela para su objetivo de internacionalizar la revolución. La primera vez fracasaron porque se enfrentaron a alguien como Betancourt. Pero Venezuela no quedó a salvo de nuevas intentonas y luego vino lo que Krauze denomina "la segunda invasión", "consentida y concertada entre Chávez y Fidel".

En su libro El poder y el delirio (Tusquets, 2008), Krauze da cuenta de cómo defendió Betancourt la democracia venezolana frente a conspiraciones militares de derecha y de izquierda. Luego de escapar –herido– del atentado contra su vida orquestado por Rafael Leonidas Trujillo, luchó por que el dictador dominicano fuera expulsado de la OEA, organización que aquél concebía como un club de repúblicas democráticas.

Betancourt, marxista convertido en socialdemócrata por su aversión al militarismo y a la sumisión de los marxistas a los designios de la URSS, era odiado por la izquierda radical y por los militares (de izquierda o de derecha). Su biógrafo Manuel Caballero afirma: "Betancourt demostró que los militares podían ser mandados por los civiles (...) Metió al ejército en cintura, y eso no se lo perdonan". Por su parte, el historiador inglés Hugh Thomas sentenció: "Hay dos vías en Latinoamérica, la de Betancourt y la de Castro".

Viendo el espectáculo que se está viviendo en Caracas, uno pensaría que falló la democracia; pero no: en realidad, al no ser complementada con un sistema económico liberal, no se le permitió triunfar. Rangel explicaba que el modelo económico basado en "concesiones populistas, cada vez más onerosas, a actividades no productivas" –posibles solamente en Venezuela cuando el precio del petróleo es alto– deriva en un colapso de la economía que muy probablemente arrastre las estructuras de la democracia. En 1980 advirtió de que algo estaba fundamentalmente mal en el modelo de desarrollo del país si, a pesar de contar con abundantes recursos, se encontraba en medio de una crisis. Dijo más:

Viene, pues, de muy lejos la pasión estatista e interventora de los gobiernos venezolanos, y también la costumbre de que la función pública sirva para enriquecerse. Pero en el camino esas dos tradiciones se han agravado monstruosamente por dos factores nuevos: el socialismo y el petróleo.

El daño ya está hecho. Corresponde a las próximas generaciones de venezolanos restaurar las instituciones democráticas que fundó Rómulo Betancourt y blindarlas con las políticas económicas liberales que recomendó, sin que se le escuchara, Carlos Rangel.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios