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Acoso terrorista desde Yemen

La dimensión exterior del terrorismo que golpea a la Península Arábiga ha vuelto a manifestarse a través de sendos explosivos, introducidos en aviones de carga procedentes de Saná y con destino a EEUU.

Yemen se está convirtiendo en el lugar de origen de los cada vez más frecuentes planes de ataque contra territorio estadounidense, planes que hoy por hoy se ven afortunadamente abortados pero cuya insistencia denota una obsesiva fijación por parte de unos terroristas que buscan cualquier resquicio para poder alcanzar finalmente su objetivo. Los atentados frustrados de las últimas fechas, más el del día de Navidad del pasado año realizado por el nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab –suicida frustrado que pretendió derribar un avión con destino a Detroit– ilustran esta tendencia.

La dimensión exterior del terrorismo que golpea a la Península Arábiga ha vuelto a manifestarse a través de sendos explosivos, introducidos en aviones de carga procedentes de Saná y con destino a EEUU. Estos pudieron ser interceptados el 29 de octubre en los aeropuertos de Dubai y de East Midlands –cerca de la localidad inglesa de Nottingham– interrumpiendo así su viaje hacia Chicago, aunque todo parece indicar que el objetivo de los terroristas habría sido que estallaran en pleno vuelo. La información para evitar la tragedia habría procedido de un antiguo preso de Guantánamo, Jabr El Faifi, un yemení que volvió al terrorismo en su país al ser liberado por los estadounidenses y cuyas declaraciones habrían sido obtenidas por los servicios de inteligencia saudíes. Este nuevo intento sucede en el tiempo al del nigeriano Abdulmutallab: cuando el pasado 25 de diciembre intentó activar el explosivo adosado a su cuerpo, otro viajero descubrió sus intenciones y pudo ser detenido a tiempo. El problema es que el terrorista había pasado sin problemas el explosivo por los controles del aeropuerto de Ámsterdam, y las dos bombas de ahora habían superado los controles de rayos X y la inspección canina. Por otro lado, parece que los servicios forenses han encontrado los mismos rastros genéticos en las dos bombas interceptadas la semana pasada, en la del nigeriano, y en la que introducida en el recto de un terrorista suicida a punto estuvo de provocar la muerte al viceministro saudí del Interior, Mohamed Bin Sayif, en agosto de 2009. El autor de todos estos ingeniosos explosivos de pentrita es Ibrahim Hassan Asiri, un artificiero de Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA) oculto en Yemen. También en Yemen se oculta otro activador, este ideológico, de ataques contra los EEUU, el imam Anuar El Awlaqi, quien motivara al comandante del Ejército estadounidense Nadir Hasan a cometer la matanza de Fort Hood, en 2009.

Todo ello vuelve a situar a (AQPA) en la cumbre de las amenazas contra los EEUU. Pero antes de amenazar a este país golpea con saña al propio Yemen, donde en lo que va de año se han producido más de cuarenta ataques terroristas. Tales vulnerabilidades explican que el presidente Obama no pueda vaciar Guantánamo en los plazos que se había fijado: la mayoría de los internos que allí permanecen son yemeníes y devolverlos a su país contribuiría a deteriorar aún la ya muy endeble situación que le acerca cada vez más al colapso. Desde que AQPA naciera en enero de 2009 –de la convergencia de las ramas saudí y yemení de Al Qaeda–, la intensificación de sus ataques a instalaciones energéticas y a ciudadanos locales y extranjeros han hecho de ella una amenaza global. Por otro lado, el deterioro progresivo de la situación en Somalia también se hace sentir en los EEUU: elementos de la diáspora somalí en suelo estadounidense ya han sido atraídos en el pasado por la propaganda terrorista de Al Shabab, alguno de sus miembros ha muerto en Somalia y otros han sido detenidos. Por todo ello Washington tendrá que prestar aún más atención de la que presta a la zona del Cuerno de África y de la Península Arábiga, un área donde el redespliegue de Al Qaeda es cada vez más evidente y letal

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