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Al Qaeda recupera protagonismo

Yemen es hoy el mejor lugar para comprobar que Al Qaida sigue ahí, tan vital como siempre, y que actúa precisamente en uno de esos escenarios tempranos de revuelta árabe.

Al Qaeda sigue ahí, confirmando su estrategia global y buscando ocasiones para imponerse tanto a sus enemigos declarados como a tantos y tantos indiferentes. Los primeros la siguen combatiendo, y las fuerzas y cuerpos de seguridad y agencias de inteligencia de todo el mundo acosan a la red y a sus múltiples franquicias en los diversos frentes en los que aquella y estas operan; los segundos, los indiferentes, constituyen el enemigo que para ella es más fácil de batir pues incluye a los ingenuos que hace tiempo que certificaron su muerte –tras la eliminación de Bin Laden el pasado mayo– y a todos los obnubilados por meses de "primavera árabe" que anunciarían el triunfo de la democracia y del "islamismo moderado".

Yemen es hoy el mejor lugar para comprobar que Al Qaida sigue ahí, tan vital como siempre, y que actúa precisamente en uno de esos escenarios tempranos de revuelta árabe que para muchos se consolidaba con la renuncia al poder del presidente Alí Abdullah Saleh el pasado otoño. Si algo define hoy a Yemen es la confusión, pero de entre ésta podemos destacar un activismo "de manual" de la red hoy dirigida por Ayman Al Zawahiri. El 16 de enero miembros de Al Qaida asaltaban la prisión central de Rada –situada a 150 kilómetros al sur de Saná, la capital– y liberaban a unos 250 presos, muchos de ellos correligionarios suyos. Ello se producía, además, en el contexto de la toma del control de esta ciudad de 40.000 habitantes y de sus alrededores por los terroristas, posibilitada tanto por el caos en la seguridad del país como por el vitalismo que desde antiguo caracteriza a la filial yemení de la red de Bin Laden. En la primavera pasada, en pleno frenesí de las revueltas, Al Qaida se hizo ya con el control de dos ciudades en la costa sur, y ahora, cuando se acerca el 21 de febrero –día de las elecciones presidenciales– la red terrorista muestra de nuevo su fuerza en una localidad que ocupa una posición clave en la conexión de la capital con la convulsa zona meridional del país. A todo ello conviene añadirle como recordatorio una referencia a Guantánamo: ahora que vuelve a hablarse del cierre del centro como promesa incumplida cuando, como cada enero, llega un nuevo aniversario del acceso a la Presidencia de Obama, hay que insistir en que buena parte de los 171 presos que alberga son yemeníes. No es fácil encontrarles destino. Si fueran enviados a su país éste terminaría por hundirse, y los familiares de dichos presos –constituidos en "lobby"– vienen rechazando soluciones alternativas, como es su posible envío a Arabia Saudí.

El impulso dado a las revueltas por saudíes y qataríes, entre otros, genera riesgos y contradicciones. Lo mismo ocurre en Siria, otro escenario dramático donde también los islamistas radicales –es la tierra de Abu Daddah y de Mustafá Setmarian, recordémoslo los españoles– también acechan, actúan, y ocupan posiciones en medio del caos generado por las protestas contra Assad.

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