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Algo más claro

El duelo Obama-Clinton no hace más que confirmarse, como estaba cantado. John Edwards, el que fue de número dos con Kerry en el 2004, sigue muy por detrás, quizás confiando en las sorpresas que el proceso, todavía en sus inicios, no ha dejado de deparar

De Michigan a Carolina del Sur y Nevada algo se han aclarado las cosas a lo largo de la semana, pero poco. Sobre todo, al final, el sábado 19 en Carolina. Pero de momento lo único seguro es que predecir es muy inseguro y hasta ahora los mejores vaticinios han naufragado estrepitosamente en el campo republicano.

No así, en líneas generales, en el demócrata, a pesar de que en New Hampshire, la semana anterior, las encuestas tuvieron su mayor fracaso con la victoria de Hillary. Pero el duelo Obama-Clinton no hace más que confirmarse, como estaba cantado. John Edwards, el que fue de número dos con Kerry en el 2004, sigue muy por detrás, quizás confiando en las sorpresas que el proceso, todavía en sus inicios, no ha dejado de deparar o en el valor de un puñado no decisivo pero apreciable de delegados en la convención electoral de su partido, hacia donde todas las primarias apuntan. Podría trocar sus sueños presidenciales por, de nuevo, una segunda posición. Otra cosa es que se lo compren. En este mundo de predicciones desmentidas, todos se atreven a predecir que a partir de ahora los duelistas principales se pelearán por acumular delegados. En estas complicadísimas, por la enorme variedad de reglas, consultas previas, pueden primar para los aspirantes el número total de votos obtenidos –excelente propaganda–, el de delegados comprometidos o una combinación de ambos. Los expertos nos dicen que, a partir de ahora, será lo segundo.

La consulta de Nevada, simultánea a la de la Carolina meridional, era un caucus, es decir, reuniones de partidarios, distrito electoral por distrito electoral, donde se discute y vota a mano alzada. Más o menos, pues las variantes son infinitas. La Clinton, en lo que se considera típicas malas artes familiares, se opuso a cierta flexibilidad en las reglas que hubieran permitido la participación en las asambleas electorales de empleados de la importantísima industria hotelera de Las Vegas, más inclinados hacia Obama, y se alzó con la victoria.

Carolina del Sur era una verdadera primaria, una cita con las urnas, pero sólo para republicanos. Los demócratas la celebran en esta próxima semana. Sólo para republicanos no es exacto. Para que las cosas no sean nunca sencillas, a los inscritos en el censo electoral como independientes también se les permitía votar. Y el tema no es secundario. McCain ganó y en este momento es el mejor situado de todos los candidatos a candidato. Pero tanto en New Hampshire como ahora ganó sobre todo con votos independientes. No acaba de conquistar a su propio partido. Huckabee, el atractivo pastor protestante sureño, le siguió un poco por detrás, pero el estado tiene la mayor densidad de evangélicos del país. No ha quedado mal, pero eso no era suficiente. La lectura consiste en que no es capaz de remontar el vuelo. No es enemigo a escala nacional para el candidato demócrata. Pero dado el confuso panorama en su bando puede seguir adelante pensando en mercadear sus delegados en la futura convención del partido.

Mientras tanto dos candidatos marginales, el libertario Ron Paul y el supuesto reaganita Thompson, han conseguido un puñado de votos, uno en Nevada y otro en Carolina, que les plantea el dilema de retirarse, puesto que más alto no pueden llegar, o tratar de seguir bandeándose hasta la magna asamblea del partido.

En todo lo que llevamos de proceso de selección la gran ausencia es la del ex-alcalde neoyorquino del 11-S, Giuliani. Desdeñó las primeras consultas concentrándose en la de Florida, el próximo 29, rica en delegados, como se dice en la jerga, y su falta de visibilidad lo ha hundido, tras los esfuerzos de un año entero manteniéndose a la cabeza del pelotón. Ahora tiene la resurrección difícil y ya van menudeando las explicaciones estructurales de por qué su liderazgo se esfumó tan rápidamente.

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