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Alonso, otra baja en Afganistán

Es posible que, aún sabiendo que ZP no era favorable, Alonso se haya visto forzado a dar la cara por lo que viene siendo un clamor de los militares: aumentar el contingente para garantizar mejor la seguridad del despliegue, que no de la misión.

Moratinos, en su cruce durante la cumbre de ministros de Exteriores de la OTAN con la secretaria de Estado Condoleezza Rice, tuvo tiempo para dos cosas: la primera, volver a preguntarle por la imposible visita de ZP a Bush en la Casa Blanca; la segunda, prometerle que el Gobierno español se corresponsabilizaría en ayudar frente a los grandes problemas del mundo, incluido Afganistán.

En la misma línea, el ministro Alonso se manifestó favorable al aumento del contingente español desplazado en aquel país, aunque sólo fuera para reforzar la seguridad y capacidad de protección de nuestras tropas. Así se expresó durante su reciente visita a la zona y sus homólogos de la OTAN, que se reunirán en Sevilla a finales de esta semana, así lo esperaban, porque esas eran las noticias que recibían desde nuestras cancillerías.

Para sorpresa y enfado de todos, el presidente español ha hecho pública su disconformidad y rechazo a cualquier aumento de la presencia española en suelo afgano. ¿Cómo puede explicarse semejante desacreditación de sus propios ministros? Hay quien sugiere que todo se debe a un problema de descoordinación, exponiendo una falta de comunicación entre Rodríguez Zapatero y sus ministros. Pero esa es una hipótesis poco convincente, pues hace dos semanas se celebró la reunión de ese órgano informal, denominado sanedrín, que reúne a Exteriores, Defensa y Presidencia, para buscar posturas comunes ante determinados asuntos. Y se discutió Afganistán. Y los representantes de Zapatero ya dejaron claro que la posición de los militares no contaba con apoyo alguno del presidente.

¿Por qué entonces Alonso se lanza al vacío? También hay una explicación basada en la descoordinación interna. Una mala comunicación entre el JEMAD y el propio ministro, entre la parte política del Ministerio y la militar. Simplemente, a Alonso no se le habría informado de las reticencias de la Moncloa.

Pero hay otra explicación. Es posible que, aún sabiéndolo, Alonso se haya visto forzado a dar la cara por lo que viene siendo un clamor de los militares: aumentar el contingente para garantizar mejor la seguridad del despliegue, que no de la misión. El desmentido de su superior político le ha dejado a los pies de los caballos, pues todo el mundo en las Fuerzas Armadas ya sabe cuál es la influencia real de su ministro en el presidente del Gobierno. Alonso ha salido malherido en esta absurda escaramuza.

Y, como siempre, la que más sufre es la credibilidad internacional de España.

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