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Antiterrorismo francés fuera y dentro de casa

Algunos creyeron ingenuamente que el repliegue francés de Afganistán, que fue un compromiso electoral de Hollande, iba a blindar a Francia.

Cuando entra ya en su cuarta semana de combate contra el terrorismo en Mali, Francia está también desarrollando un intenso esfuerzo antiterrorista en su propio suelo. Ello se hace necesario no sólo en términos preventivos, también es una respuesta a una amenaza que se hace evidente.

Algunos creyeron ingenuamente que el repliegue francés de Afganistán, que fue un compromiso electoral del candidato presidencial François Hollande cumplido al poco tiempo de llegar éste al Elíseo, iba a blindar el país frente a los yihadistas. Pero la realidad se mostró tal cual es, y Francia ha sido, es y seguirá siendo objetivo prioritario para los yihadistas salafistas, especialmente para los implantados en el Magreb y en el Sahel. El compromiso francés a escala bilateral (con Malí), regional (tanto en la Unión Europea como en la Unión Africana, en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental o en la más transversal Organización de la Francofonía) y también universal (impulsando las resoluciones 2071 y 2085 del Consejo de Seguridad de la ONU), sus relaciones con Argelia (impulsadas con la visita de Hollande a Argel el 20 de diciembre) y, como colofón, su intervención militar en Mali a partir del 11 de enero son, todos ellos, motivos que incrementan la amenaza terrorista contra Francia.

En casa el frente antiterrorista está más que activado, es visible a través del blindaje que el Plan Vigipirate aporta –con una envidiable por lo intensa colaboración entre Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad–, y está teniendo su reflejo en dos ámbitos muy concretos, en los que se ha trabajado con intensidad también en el pasado, sobre todo para neutralizar la amenaza yihadista de grupos argelinos. El principal protagonismo lo está teniendo el ministro del Interior, Manuel Valls, quien ya en octubre firmó una primera orden de expulsión de un imán radical, Mohamed Hamami, devuelto a su país de origen, Túnez. El agravamiento de la crisis en Mali, que motivó la intervención militar aún en curso, ha disparado los discursos radicalizados y ha hecho aún más necesaria la labor de información y de inteligencia que permita identificar a sus autores, constatar su actividad y justificar con ello su expulsión de Francia. Conviene recordar que tras la violenta manifestación terrorista de Mohamed Merah, quien asesinó a siete personas y creó una enorme alarma social, el Gobierno francés procedió a expulsar a cinco yihadistas, tres de ellos imanes. La operación más reciente se producía el 5 de febrero en la región de París, y fueron detenidos cuatro yihadistas.

Estas operaciones policiales y el trabajo de información y de inteligencia que los diversos servicios y agencias franceses siguen desarrollando confirman amenazas idénticas a las que sufrimos los españoles. Crece la detección de nacionales o de residentes en nuestro suelo que realizan desplazamientos a Siria o Mali, dos de los escenarios más atractivos para el permanente redespliegue de Al Qaeda y sus asociados.

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