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Argelia frente a Al Qaeda

Lo que Argelia ha pretendido, promoviendo dicha resolución y atrayendo a países occidentales a su causa, es sacar al terrorismo yihadista en el escenario magrebí y saheliano de la reflexión eurocéntrica centrada en la liberación de los rehenes.

El punto 15 de la Declaración Común hispano-argelina del pasado día 7 estipula que ambos Estados coinciden en las disposiciones de dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la lucha contra el terrorismo: la 1904 y la 1267, especialmente relevantes en lo que a la lucha contra la financiación del terrorismo en general, y al pago de rescates a terroristas en particular, respecta. La 1904 especialmente, recién aprobada tras ser propuesta por Argelia, criminaliza el pago de rescates a terroristas.

En estos momentos, los gobiernos y las sociedades de España, Italia y Francia estamos siendo sometidos a un abyecto chantaje por parte de Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) que tiene en su poder en el Sahel a tres, dos y un rehenes de esas nacionalidades. En el caso del rehén francés, AQMI añadía dramatismo a la situación el 11 de enero amenazando con asesinarlo en veinte días si en ese plazo de tiempo Francia no responde a sus exigencias que incluyen, aparte del rescate que haya pedido, la liberación de cuatro yihadistas encarcelados en Mali.

Lo que Argelia ha pretendido, promoviendo dicha resolución y atrayendo a países occidentales a su causa, es sacar al terrorismo yihadista en el escenario magrebí y saheliano de la reflexión eurocéntrica centrada en la liberación de los rehenes, aunque sea a costa de reforzar a los terroristas. Estos últimos –a los que algunos irresponsables han diseccionado en las pasadas semanas en España distinguiendo entre los más o los menos peligrosos, entre el grupo liderado por Abdelhamid Ben Zeid y entre el de Moktar Ben Moktar–, son sanguinarios asesinos; el 28 de diciembre no dudaron en matar a cuatro turistas saudíes que se resistieron a su intento de secuestro en el norte de Níger. Argelia, que sigue siendo a día de hoy el país del mundo que más vidas humanas ha perdido a manos de los terroristas, refuerza en estos días su dispositivo militar y de fuerzas de seguridad en sus extensísimas fronteras meridionales, se coordina con las autoridades de Malí, Mauritania y Níger y sigue actuando como mediador entre los múltiples grupos Tuareg que pueblan esa inhóspita región saheliana. Ardua tarea esta última como se ha demostrado en una reunión de algunos de dichos líderes en estos días en un hotel de Sidi Fredj, en las cercanías de Argel.

AQMI aprovecha las disensiones entre estos grupos, así como los enfrentamientos que aún colean entre miembros de la nómada comunidad targui y las autoridades estatales en países como Malí, para establecer santuarios y allí –utilizando bien la coacción o bien la compra de fidelidades–, entrenarse, financiarse poniendo de rodillas a países infieles a través del secuestro de sus nacionales, alimentar con dichos fondos los atentados en el norte de Argelia o en Mauritania y mantener sus contactos con el yihadismo global también asentado en otros rincones del globo. En lo que a este último punto respecta, recuérdese que la orden de asesinar al rehén británico Edwin Dyer el pasado mayo la recibieron sus secuestradores de AQMI desde algún remoto lugar de Pakistán o de Afganistán.

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