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Asimetría cultural

Esta dialéctica histórica conduce a la larga a la muerte del liberalismo; la derecha primero deja las cuestiones de moral social a la izquierda, y después busca adaptarse a ellas para ganar elecciones.

Las palabras de Rodríguez Zapatero en un reciente libro no dejan lugar a dudas acerca de qué tiene en la cabeza desde marzo de 2004: "hay un proyecto de alcance en valores culturales, y por tanto ideológicos, que puede definir la identidad social, histórica, de la España moderna por mucho tiempo". Que la izquierda afirme querer "definir la identidad social e histórica de España" no es nuevo. Lo que sí constituye una novedad es que un presidente de Gobierno lo reconozca abiertamente. Esta falta de disimulo es la que explica la agresividad del Gobierno contra la sociedad civil liberal-conservadora –grupos y medios de comunicación, Iglesia o víctimas de ETA– y a favor del nacionalismo, el islamismo y los grupos de presión gays o laicistas.

El PSOE tiene un proyecto –cierto que intuitivo, irracional, nihilista, pero proyecto– para España. Sabe qué tipo de España quiere para dentro de veinte años, y trabaja para ello. Ya ha aprobado la ley de matrimonio homosexual, y los ministros de Justicia y Sanidad ya afirman que le seguirán la eutanasia y el aborto. En cultura y educación, el proyecto es arrinconar al cristianismo y los valores liberal-parlamentarios, y modelar la conciencia de los niños. En cuatro años ha convulsionado la vida política y social española. Pero ha tenido éxito.

Al ataque a la familia, núcleo esencial de la sociedad civil, la banalización de los valores judeocristianos, el desprecio a la vida humana en su comienzo (aborto) o en su final (eutanasia), o al rechazo del legado histórico español, un proyecto liberal-conservador sólo puede oponer la defensa institucional de la familia, el reconocimiento explícito de la cultura judeocristiana, y garantizar el derecho a la vida en toda su extensión. Gobernar desde el liberalismo exige acabar con determinadas leyes, así como proponer y llevar a cabo otras en el sentido contrario al propuesto por la izquierda. Si Zapatero está llevando a cabo un "proyecto de alcance", oponérsele exigirá primero desmantelar lo realizado y después legislar justo en sentido contrario al izquierdista.

La asimetría a la que nos referimos radica en el hecho de que la derecha política, en nombre de la moderación, renuncia a construir en el terreno cultural y moral. Cuando gobierna, a lo único que llega es a dejar las cosas como están, es decir tal y como las han dejado los socialistas; así no hay más que esperar a que éstos vuelvan al poder para que el proceso de izquierdización de la sociedad española vuelva a avanzar.

Carece de sentido indignarse ante las intenciones de la izquierda. A efectos históricos, el hecho cultural relevante es que con un Gobierno del PSOE, España gira hacia la izquierda; y con un gobierno del PP, también. Si éste frena pero no corrige el proyecto cultural socialista, lo único que hará será ganar un poco de tiempo, y empeorar históricamente las cosas, puesto que bajo su gestión madurarán las iniciativas de la izquierda.

Esta dialéctica histórica conduce a la larga a la muerte del liberalismo; la derecha primero deja las cuestiones de moral social a la izquierda, y después busca adaptarse a ellas para ganar elecciones. Y ante esto hay dos consecuencias; la primera, que el Partido Popular abandone poco a poco el liberalismo, primero político y después económico. La segunda, que llegue un momento en el que la cultura dominante le quite la legitimidad necesaria para gobernar. Ambos momentos pueden parecer lejanos en el tiempo; no son necesarios, pero desde luego sí posibles. Para evitarlo, basta con oponer a la voluntad socialista actual una voluntad liberal-conservadora de igual voluntad pero de signo contrario: la firmeza del PP ante Educación para la Ciudadanía debe extenderse a otros ámbitos morales y culturales, y traducirse en leyes e instituciones. Es decir, en un proyecto.

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