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Bolton, salvador de la ONU

En estos días se ha recordado que los republicanos tienen una tradición de nombramientos de conocidos críticos como representantes ante el alto organismo, los cuales desempeñaron su cargo con tanta firmeza como éxito.

La designación de John Bolton como embajador en las Naciones Unidas ha conmocionado a la izquierda americana y al mundo anti-Bush. “Una elección decepcionante que envía todas las señales equivocadas” dijo el líder de la minoría demócrata en el Senado, Harry Reid. Frases como esas y otras mucho más duras se han sucedido a lo largo de toda la semana. Las audiencias de confirmación ante el comité de exteriores de la cámara alta, prometen. La oposición va a disparar con munición gruesa y si algo caracteriza a Bolton es una lengua acusadamente lampiña. De esas sesiones cabe esperar nuevos e interesantes detalles de lo que va a ser la política exterior del segundo mandato Bush, y más específicamente qué pretende hacer con Naciones Unidas, porque Bolton no va al East River neoyorquino a pasar el rato.
 
Fue durante la primera administración Bush el halcón por excelencia en el departamento regido por Colin Powell, en el puesto de subsecretario de estado para el control de armamentos y la seguridad internacional. Entre sus competencias, los temas nucleares iraníes y norcoreanos. Sorprendió que Condolezza no lo tuviera en cuenta en la formación de su equipo. Estaba reservado para más altos destinos. El cargo de embajador ante el organismo internacional tiene categoría de miembro del gabinete del presidente y forma también parte de Consejo Nacional de Seguridad.
 
Nunca ha disimulado su escasa simpatía por el funcionamiento de la Naciones Unidas, en lo que coincide con el 67% de sus conciudadanos, con distintos grados de intensidad. Los demócratas y la prensa le restriegan ahora sus dichos al respecto, en colección que aumenta de día en día. Pero también en el 97 dejó escrito: “Algunos americanos simplemente desean la retirada de las Naciones Unidas, creyendo que realmente nunca podrá arreglarse. Comprendo... aunque no estoy de acuerdo. Debemos, por el contrario, decirle a la comunidad mundial: ‘Hagamos un último esfuerzo para enderezar las cosas en Naciones Unidas. Y no se confundan, nuestra paciencia no es ilimitada’”. Si Bush suscribe esas palabras ya sabemos a qué va. En todo caso es poco probable que el tiro apunto mucho más bajo.
 
En estos días se ha recordado que los republicanos tienen una tradición de nombramientos de conocidos críticos como representantes ante el alto organismo, los cuales desempeñaron su cargo con tanta firmeza como éxito. Como Moynihan para el presidente Ford y Jeane J. Kirkpatrick para Reagan. Sin ninguna clase de complejos se enfrentaron a la tercermundialización política y mental de la organización. Pero el cáncer ha seguido progresando, la indignación del pueblo americano no ha dejado de crecer y en este momento a la cabeza de ese pueblo está un político que no sólo quiere cambiar Oriente Medio sino el mundo, y el nombramiento de John Bolton envía todas las señales adecuadas respecto a la seriedad de sus propósitos.

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