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Bono, Irak y el sentido del ridículo

Desde el brazo mediático del Gobierno, que es el grupo PRISA, se intenta justificar la asombrosa decisión del gobierno de Zapatero de retirar a los agentes del CNI de Irak, para que no quede nadie de defensa en ese país, por las crecientes dificultades operativas con las que se encontraban. Igualmente, El País daba buena cuenta del malestar de los Geos que protegen la embajada española en Bagdad al dejar de haber sido considerados miembros de la coalición y, por tanto, haber perdido los privilegios asociados a ser miembros, como comprar gasolina en un lugar seguro y no como todos los iraquíes, expuestos a cualquier atentado. La culpa, como siempre es de los americanos, tan malvados ellos.
 
Sin embargo, el gobierno español, que tanta prisa se dio por anunciar la retirada de Irak, debería haber pensado que rechazando voluntaria y unilateralmente pertenecer a la coalición internacional, difícilmente podrían demandar a la misma los mismos favores que les venían prestando a nuestros hombres, como por ejemplo poder pernoctar en el superprotegido aeropuerto internacional de Bagdad. Como los agentes del CNI corrían mayores riesgos, según el ministro de Defensa, José Bono, no quedó más remedio que retirarlos de la zona también.
 
Pero lo más curioso de la explicación oficiosa es que ese riesgo era inasumible porque los agentes del CNI prestaban apoyo de inteligencia al contingente militar. Toda vez que este había desaparecido del mapa, se habían quedado sin su misión. Si esto es verdad, es escandalosa la tarea que se asigna a nuestros espías. Es verdad que durante años, el CNI ha luchado contra la existencia de una unidad de inteligencia militar central bajo el mando del JEMAD, por temor a perder parte de sus atribuciones, pero enviar agentes a Irak únicamente para mejorar la autoprotección de nuestros soldados dice muy poco de las ambiciones de información del actual gobierno y de las capacidades reales de nuestro servicio de inteligencia. ¿No habían asesinado a alguno de los agentes, como se dijo desde el CNI en su día, porque estaba tras la pista de Sadam o de sus programas de armas clandestinos?
 
En realidad todo este triste asunto esconde que en España la inteligencia ha sido muy mal utilizada, antes de la democracia y después de la muerte de Franco. Siempre volcada hacia el interior, primero intentando escudriñar golpistas en las filas de la oficialidad, luego pretendiendo luchar contra las fuerzas involucionistas, lo que llevó a escuchar las conversaciones del Rey, entre otros muchos, incluidos líderes socialistas. Cuneado del partidismo se intentó concentrar en la lucha contra el terrorismo, todo se redujo a ETA, lo que ocasionó graves fricciones con quienes más saben de la banda terrorista, la Guardia Civil. Al final, acaba dando protección a las Fuerzas Armadas. Y a partir de ahora, que ya ni eso, Dios sabe.
 
La inteligencia, lo hemos dicho aquí en otras ocasiones, es una función demasiado importante para nuestra seguridad como para permitir tamaños desvaríos. Nuestros hombres y mujeres, que se han jugado en numerosas ocasiones el tipo, se lo merecen. El CNI ha pagado un alto precio por estar en Irak, pero mayor será la factura si se retira de todo cuanto suponga un cierto riesgo, de donde no sea protegido o ayudado por los americanos y de donde no tenga que prestar apoyo de inteligencia a quien muy bien podría obtenerla por sus propios medios. Más vale tarde que nunca, pero España necesita una seria reflexión sobre el papel de los servicios de inteligencia, su estructura, sus capacidades y sus tareas. Su ausencia deja la puerta abierta a todo tipo de declaraciones disparatadas, como las que oímos estos días.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos
 

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