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Caceroladas contra Cristina

Hemos pasado de discutir sobre el proyecto Kirchner para eternizarse en el poder a hacerlo sobre su continuidad en la Casa Rosada.

Hemos pasado de discutir sobre el proyecto Kirchner para eternizarse en el poder a hacerlo sobre su continuidad en la Casa Rosada.

La política argentina parece absolutamente incomprensible para un observador extranjero. Y no se trata sólo de la ininteligibilidad del peronismo, en el que caben tanto pistoleros de ultraderecha y terroristas de extrema izquierda como neoliberales y socialistas.

El jueves 8 se produjeron manifestaciones populares en Buenos Aires y otras ciudades contra el Gobierno peronista por su sectarismo y su fracaso a la hora de gestionar la economía y reprimir la delincuencia. Además, unas 350 personas hicieron una cacerolada delante del consulado argentino en Nueva York. 

Esta protesta, que en Buenos Aires movilizó a más de un millón de personas, estalló un año y quince días después de las elecciones del 23 de octubre de 2012, en que votó un 79% de la población y Cristina Fernández obtuvo un 54% de los sufragios, más de 11,8 millones. ¿Cuántos de los manifestantes de la semana pasada votaron por la reelección de la presidenta y respaldaron a gobernadores, diputados, senadores del Frente para la Victoria?

Este año, el milagro argentino (propuesto por el premio Nobel y columnista de El País Paul Krugman como modelo para España) se ha desmoronado y traducido en confiscación de dólares y euros a los jubilados, prohibición de importaciones, la toma de YPF, la desaparición del crédito internacional... No es de extrañar que reviva el miedo a un corralito. A esto hay que añadir la ingeniería social, copiada de la aplicada en España, los ataques a la libertad de expresión, la manipulación de la juventud, la corrupción, la impunidad para las bandas de la porra peronistas y los modos de doña Cristina y sus acólitos, que acusan de antipatriotas, avaros, golpistas y ultras a quienes disienten del discurso oficial.

En unos meses hemos pasado de discutir sobre el proyecto de reforma constitucional para que la Viuda pueda eternizarse en el poder a hacerlo sobre su mera continuidad en la Casa Rosada. Recordemos que desde la restauración de la democracia, en 1983, han sido varios los presidentes que han tenido que abandonar el cargo antes de tiempo.

La oposición sigue desunida, y, como se ha visto en Venezuela, la delincuencia y la prepotencia del oficialismo no bastan para que un Gobierno pierda unas elecciones. Pero también es cierto que Argentina no es Venezuela...

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