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¿Clinton fuera?

Hillary no abandonará mientras no reciba un irreversible knock-out. Victorias decisivas ya no puede esperar, mientras que la derrota definitiva le acecha a la vuelta de cada esquina.

Desde el supermartes 5 de Febrero, 11 consultas de muy diverso porte, 11-0 a favor de Obama. ¿Está Hillary electoralmente muerta? Casi. Por la estructura demográfica de los correspondientes estados, decíamos la semana pasada, esas primarias eran favorables al senador por Illinois. Nada de qué extrañarse a no ser que en las últimas, las tres de esta semana pasada, aumentase su porcentaje de voto en las categorías que le son propicias o en las que han mostrado su preferencia por su rival. Pues bien, ambas cosas han sucedido, lo que ha puesto a Hillary contra las cuerdas, pendiente del golpe final. Wisconsin ha sido devastador. También allí debería haber ganado Obama de acuerdo con las previsiones sociológicas, pero por modestos márgenes. La senadora por Nueva York dio la batalla para acortar distancias pero fue batida en toda la línea, con diferencias muy superiores a las que se esperaban, y en prácticamente todos los grupos de votantes demócratas, fueran cuales fueran los criterios de clasificación.

En la semana que ahora empieza hubiera cabido esperar la resurrección de Hillary, el martes 26, en los importantes estados de Ohio y Texas, para ser continuada a la siguiente en Pensilvania. Pero los progresos de Obama le han puesto las cosas mucho más difíciles. Si las ganancias porcentuales de éste en cada corte demográfico, social o ideológico se mantienen, Clinton conseguirá el mínimo necesario para seguir, pero sin esperanzas de llegar en cabeza. Si avanzan, está perdida. ¡Adiós el gran repunte! Las encuestas le dan un aproximado empate en Ohio y una corta victoria en Texas. Eso apenas cambiaría el balance de delegados comprometidos, los que a diferencia de los superdelegados son elegidos, que ahora está en unos 150 a favor de Obama, pero le permitiría seguir tirando, para lo que necesita como mínimo dos victorias en las tres primarias citadas.

¿Qué podría alterar esa dinámica tan favorable para el hombre del cambio y la esperanza? Que su globo comenzara a desinflarse. Las acusaciones de que es todo aire y la sustancia no aparece por ninguna parte menudean desde todos los ángulos y los desmedidos excesos de la Obamolatría son objeto de un número cada vez mayor de burlas y sarcasmos. En un discurso el martes pasado Barack reflejó por primera vez el impacto de esas acusaciones. Pero dos días después, en un debate entre los dos rivales en Austin, Clinton no fue capaz de presionar en ese sentido e incluso algunos creyeron que las cortesías que tuvo al final con su competidor significaban una concesión de derrota. No hubo tal, y aunque las cosas se le ponen cada vez más cuesta arriba, Hillary ha sacado a la luz un par de temas que demuestran su obstinada determinación.

Mientras tanto, en el curso del debate, Obama le asestó una finísima estocada, que lo consagraría como un gran maestro si fuese de su propia cosecha, aunque probablemente sea un plato preparado por los estrategas de su campaña: "Quiere Ud decir que mis partidarios son unos ilusos". Touché. Por supuesto que muchísimos lo son, pero Hillary no puede decirlo porque necesita ganárselos y el método no es descalificarlos públicamente. Pero cuando llegue el enfrentamiento decisivo, e incluso desde ahora, el republicano McCain no tiene que andarse con tantos melindres. No puede pretender atraerse a los votantes de Obama. Le basta con que se queden en casa.

Los temas esgrimidos por Hillary, que demuestran hasta qué extremos está dispuesta a llegar para seguir adelante con la pelea, son la libertad de los superdelegados y los compromisarios de Michigan y Florida. Por supuesto, las posiciones de Obama al respecto son las opuestas. Un bonito caso de lógicas cruzadas y flagrantes contradicciones por conveniencia.

Los superdelegados, miembros natos de la convención por su puesto en la jerarquía del partido o en el Congreso, pueden votar como quieran. Una parte ya ha expresado su preferencia por uno u otro aspirante. Obama no va mal e irá mejor a medida que se consolide su liderazgo, pero sigue temiendo el poder de los Clinton en la estructura del partido y preventivamente pone en cuestión el carácter democrático de unas normas que permitirían dar un vuelco a la situación salida de las urnas en el caso, ya seguro, de que ninguno consiga la mitad más uno de delegados.

Hillary denuncia el atentado contra el juego limpio que supone pretender cambiar las normas sobre la marcha y por interés personal. Por el contrario, invoca los sagrados principios democráticos al demandar que cada voto sea tenido en cuenta y por tanto a Michigan y Florida se le adjudiquen los delegados que les corresponden y que habían perdido por sanciones de la dirección central del partido por adelantar sus primarias tratando de maximizar su influencia. Ya que eran unas primarias puramente formales en las que no se podía hacer campaña, Obama retiró su nombre de las papeletas de voto, pero Hillary, quizás en previsión de vacas flacas, decidió presentarse a pesar de todo y obtuvo sustanciosas victorias. El "a pesar de todo" se convierte ahora en "por encima de todo" y trata de arrollar las normas con el oportunismo democrático, mientras que es Obama el que pone el grito en el cielo, en defensa de las reglas.

Al margen del espectáculo, lo que todo ello significa es que Hillary no abandonará mientras no reciba un irreversible knock-out. Victorias decisivas ya no puede esperar, mientras que la derrota definitiva le acecha a la vuelta de cada esquina. Este martes sabremos si se acaba la agonía, si continúa una semana más o si recibe un balón de oxígeno que dé validez a todas sus maniobras. Todo ello mientras la burbuja de Obama siga gozando de espléndida salud.

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